¿Alcanza con no ser un hijo de puta?

Actualidad20/05/2025
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1. Corrian los últimos años ochenta y Carlos Grosso era el candidato del peronismo en la entonces Capital Federal. Grosso, como casi todos sus sucesores, intentaba seducir el público más esquivo y menos lineal de todos, el porteño. Los periodistas, como ahora, quizás un poco más que ahora, insistían con la pregunta que sigue siendo vigente. ¿Es peronismo el peronismo que no habla de la Justicia Social? La respuesta de Grosso, un poco de compromiso, por entonces fue —podríamos llamarla— larreteana: “Mi tarea como intendente es ocuparme de los baches”. Precisamente de eso se trató la historia del peronismo (y del progresismo en general en los últimos años): pensar en los baches de la Ciudad, con eficacia relativa, por cierto. Y olvidar el bache mayor de todo: el de la ideología que se esfuma.

2. Es cierto, se trata de un fenómeno global. Más que de un fenómeno: se trata de algo que desde la caída del Muro de Berlín se trata de una modalidad que trasciende lo ideológico. Y va más allá: trasciende también lo ético, lo psicológico, lo político. No es un síntoma. Es más que eso: se trata de una ontología, nuestra modalidad de existencia. Algunos filósofos lo llamaron: el ser neoliberal.

3. Como dice el tango: en el mismo pozo, todos manoseados. El ser neoliberal habla de nuestra relación con los afectos, el dinero, el tiempo libre. Michel Foucault vio esto antes de morir: una biopolítica que va hasta el menor de los rincones: ahorramos en dólares, queremos autos, nos importa la libre circulación de las mercancías más que los puestos de trabajo. La ortodoxia es una manera de ser que acelera hasta el extremo. El ser neoliberal tiene que ver con cómo elegimos la escuela de nuestros hijos, la atención médica, nuestra intervención en las redes.

4. Todo esto, hablando de redes, conlleva un problema adicional: en tiempos de ontologías que se profundizan, nos asomamos a aceleraciones que dan vértigo. Y miedo: la democracia está en cuestión. No son muchos las que la consideran un valor. Milei lo dice con todas las letras. Pero el mismo Juan Grabois dice que la clave está en un nuevo humanismo, más allá del sistema. La democracia ya no es lo fundamental, de nuevo. Es cierto que propone otra manera de ser. Pero claro, cabe la pregunta: ¿en serio sin democracia?

5. Existe la creencia de que lo que termina en Milei o en Trump, en Curtis Yarvin o Agustín Laje, empezó a cristalizar en la pandemia. Es muy probable que sea algo, como le dijo Leandro Santoro a Jorge Fontevecchia en un reportaje, una transformación en la civilización. Con lo cual el escenario es más complejo. Aquello que parecía sólido se desmoronó. Y no nos dimos cuenta.

6. A nivel global, el pensamiento de izquierda, el progresista, fue la primera víctima del cambio. Como dice por ahí el filósofo Jacques Ranciere: buscar consensos fue parecerse demasiado a los otros. Y si bien la trayectoria del peronismo dista mucho de poder ser considerada “de izquierda”, la sola mención de nombres como Daniel Scioli, Sergio Massa, Alberto Fernández, hace eco con otros como Carlos Menem. Hay algo de este ser que transciende lo ideológico y pregnó.

santoro-acto-de-cierre-de-campana-20250515-2023986Santoro: “Si la política es un campeonato para ver quién es más hijo de puta, no cuenten con nosotros”

7. La pregunta puede ser aún más extrema: ¿cuánto hay en la izquierda no peronista de aceptar el paradigma neoliberal? ¿Cuánto hay en el FIT de reproducir el modelo de las redes, la aceleración, el abandono de ciertos consensos.

8. En su cierre de campaña, Leandro Santoro dijo una frase que fue título de los medios. “Si la política es un campeonato para ver quién es más hijo de puta, no cuenten con nosotros”. Y es cierto: hay mucha crueldad, mucha hijaputez en la política: poca ética, mucho método aceleracionista que lleva tecnofeudalismos.

9. Pero, ¿alcanza? ¿Pensar en términos de buenos y malos soluciona un problema que no es únicamente ético o político, sino trascendental?

10. Es la pregunta que le cabe a ese lado de la representación no representado precisamente en la fragmentación infinita: lo distinto que aún no habla. Una pregunta que trasciende el 2025. Y que también se abrió con la elección de ayer.

 

Por Pablo Helman * Exsenador por la Ciudad de Buenos Aires, filósofo. / Perfil

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