El enigma del “gusano auditivo”: por qué no podemos sacarnos una canción de la cabeza y qué revela sobre la memoria
Más allá de ser una sucesión de sonidos, la música tiene una repercusión profunda en nuestras emociones y estados de ánimo. No por nada, hay canciones que logran instalarse en nuestra mente como si fueran una goma de mascar difícil de “despegar”.
Para estos casos se acuña el concepto de “gusano auditivo” o “earworm”. Estas melodías se “quedan atrapadas” en nuestro pensamiento y no es casualidad: detrás hay una explicación científica.
“Se utilizan estos conceptos para explicar por qué hay ciertas canciones, músicas o melodías que se nos quedan pegadas. Justamente, al decir ‘se pegan’, estamos haciendo una referencia cognitiva a que quedan impregnadas en la memoria. Esto se relaciona con el proceso de formación de la memoria y con cómo lo que aprendemos o vivenciamos se va almacenando, dependiendo de las características del estímulo que percibimos”, introdujo en diálogo con Infobae Verónika Díaz Abrahan, doctora en neurociencias, licenciada en musicoterapia e investigadora asistente del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas de Conicet.
“Hay estímulos que pueden permanecer en la memoria por unos segundos o minutos, es decir, en una memoria de corto plazo, o quedarse impregnados por horas, días, semanas, meses o años en una memoria a largo plazo”, siguió la experta.
Segú Díaz Abrahan, “si el estímulo se almacena o no en la memoria, depende en gran parte de sus características. En el caso de la música, depende de la combinación de los parámetros sonoros y musicales, y cómo estos desencadenan diferentes niveles de atención y emocionalidad. Cuanto mayor es la atención y la estimulación emocional, más se consolidan esos estímulos, canciones o músicas en nuestra memoria”.
Por su parte, Claudio Crespino, musicoterapeuta docente y coordinador académico de la licenciatura en Musicoterapia de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), apuntó en conversación con Infobae: “El gusano auditivo ocurre cuando una canción o melodía se repite en nuestra mente sin que lo podamos evitar. Hay varios mecanismos psicológicos que lo explican”.
“Por ejemplo, el reflejo del tronco encefálico nos hace prestar una especial atención a ciertos ritmos y dinámicas repetitivas. Además, nuestro ritmo respiratorio y cardíaco tiende a sincronizarse con el de la música a través de un proceso llamado sincronización rítmica. Esto causa que incluso cuando la música ya no está sonando, sigamos manteniendo ese patrón”, amplió Crespino.
Y postuló: “Nuestra memoria episódica y condicionamiento evaluativo también juegan un papel importante. Si la canción nos recuerda algo de nuestro pasado o nos genera por asociación emociones específicas, es más probable que quede ’atrapada’ en nuestra cabeza. Finalmente, la expectativa musical hace que anticipemos ciertos patrones melódicos, y cuando no se cumplen del todo, seguimos intentando ‘completar’ esas partes, lo que refuerza la permanencia del gusano musical”.
Otro profesional consultado por Infobae fue el neurólogo Alejandro Andersson, director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA). “El ‘gusano musical’ o ‘earworm ocurre cuando una melodía se repite involuntariamente en la mente de una persona. Esto está relacionado con la forma en que el cerebro procesa la música en múltiples áreas, como la corteza auditiva y las regiones del lóbulo temporal. Las melodías repetitivas o con características distintivas tienden a quedarse en la mente debido a la activación continua de estas áreas”.
“Además -sumó Andersson-, el procesamiento del ritmo y el tono en los circuitos neuronales, junto con la posible activación del área de Broca del cerebro, puede generar un patrón persistente, lo que hace que la canción continúe ‘sonando’ mentalmente incluso cuando ya no la estamos escuchando”.
En tanto, la musicoterapeuta Gisell Martínez (MN 798) precisó a Infobae: “El cerebro tiende a buscar patrones, y las canciones pegadizas suelen tener características que se ajustan a este patrón, como un ritmo repetitivo o una estructura predecible. Esta estrategia se utiliza muchísimo en jingles publicitarios. El ‘earworm’ o ‘gusano musical’ ocurre debido a la repetición y simplicidad de la melodía, que facilita su almacenamiento en la memoria a corto plazo. Las áreas involucradas incluyen la corteza auditiva y el córtex prefrontal, responsables de la memoria de trabajo y la cognición. Teniendo en cuenta nuestro mundo emocional, no podemos ignorar que las melodías que se ‘pegan’ suelen tener un componente emocional o personal significativo, lo que refuerza su repetición mental”.
De acuerdo a Martínez, “la música activa áreas del cerebro relacionadas con la memoria y las emociones, como el hipocampo y la amígdala. Cuando una canción tiene un ritmo o letra que se asocia con experiencias personales, el cerebro vincula esa música con los recuerdos y sentimientos vividos en ese momento. Esta conexión se refuerza con la liberación de dopamina y otras sustancias químicas que intensifican la experiencia emocional, haciendo que la canción se convierta en un recordatorio potente de esos momentos y emociones específicas”.
“En mi consultorio, observo este patrón en mis pacientes, y dependiendo el caso, lo utilizo para facilitar la memorización de información importante a través de canciones compuestas específicamente”, describió la musicoterapeuta. Y en otro orden, indicó: ”Repetir una y otra vez las canciones o escuchar las que más nos gustan, refuerza las sensaciones placenteras, casi como revivir un buen recuerdo una y otra vez, y nos levanta el estado de ánimo”.
El placer musical y la memoria
A su turno, Mariana Bendersky, neuróloga, profesora e investigadora (UBA), le dijo a Infobae: “El placer ante la música y otras cosas se debe a la activación del circuito de recompensa del cerebro, que a su vez está conectado con los centros que comandan el sistema nervioso autónomo (de ahí la taquicardia o la sensación de ‘piel de gallina’ por ejemplo). Este circuito alcanza su máximo desarrollo en la adolescencia. Creemos que la música de ese momento queda fuertemente asociada a esta sensación placentera intensa”.
“Algunas sensaciones evocan memorias más rápida y poderosamente que otras: por ejemplo. un olor nos trae mas fácilmente un recuerdo que una imagen. La música se empieza a procesar en los lóbulos temporales, donde tienen lugar nuestras memorias autobiográficas. Por esta cercanía probablemente evoca recuerdos con facilidad”, comentó Bendersky.
Al tiempo que remarcó: “Lo de la música pegadiza tiene que ver con que, en general, son repeticiones y estructuras simples, fáciles de recordar. y al cerebro le gustan los patrones y las simetrías”.
Anteriormente, Bendersky junto a un equipo de expertos plantearon que la música que genera mayor emoción en la edad adulta es aquella que se escuchó durante la adolescencia, una etapa crucial para el desarrollo del sistema de recompensa del cerebro. Según Bendersky, este circuito, conocido como sistema mesolímbico dopaminérgico, experimenta su máximo pico de actividad durante esos años, lo que explicaría por qué ciertas canciones de esa época generan respuestas físicas intensas, como estremecimientos, aceleración del ritmo cardíaco, sensación de escalofríos o piel de gallina.
El sistema de recompensa, que incluye el núcleo accumbens, tiene un papel clave en la respuesta emocional a la música. Este núcleo procesa la información vinculada a las recompensas y los estímulos placenteros, y durante la adolescencia, cuando el cuerpo produce los niveles más altos de dopamina, la música parece tener un impacto más profundo en las estructuras cerebrales. Según Bendersky, la música escuchada durante esa etapa de la vida deja una huella que perdura, marcando de forma especial para el resto de la vida.
Bendersky y su equipo realizaron un experimento con casi mil participantes, cuyas edades oscilaban entre los quince y los ochenta y cuatro años. A través de una encuesta, los investigadores indagaron si las bandas o canciones que en la actualidad provocan sensaciones de recompensa en los participantes eran las mismas que escuchaban entre los doce y dieciocho años.
En tanto, analizaron el número de coincidencias absolutas y las concordancias en cuanto a la década o estilos musicales entre la música que los emociona actualmente y la que solía emocionarlos en el secundario Los resultados mostraron una correlación significativa entre la música de la adolescencia y las emociones actuales de los participantes, lo que confirma la influencia duradera del sistema de recompensa en la respuesta emocional a la música.
Según la investigadora, este hallazgo es importante porque demuestra que el tipo de estímulos que generan placer en la edad adulta están profundamente ligados a las experiencias musicales vividas durante el desarrollo del cerebro adolescente.
Bendersky señaló que el núcleo accumbens es parte del sistema mesolímbico dopaminérgico, responsable de procesar la información relacionada con recompensas y estímulos placenteros. Durante la adolescencia, este circuito alcanza su mayor actividad, con niveles elevados de dopamina, un neurotransmisor asociado al placer. La música escuchada durante esta etapa, bajo la influencia de hormonas del desarrollo, deja una huella profunda en las estructuras cerebrales e incide de manera duradera.
En ese sentido, la ya mencionada Verónika Díaz Abrahan apuntó: “En cuanto al impacto de la música que nos gusta a nivel neurocognitivo, escuchar algo que nos resulta placentero genera una gran estimulación cerebral, especialmente en estructuras vinculadas con las emociones. En nuestro cerebro, existe un conjunto de estructuras subcorticales que conforman el sistema de recompensa, el cual se activa ante actividades placenteras y satisface nuestras necesidades básicas. Este sistema también se activa cuando escuchamos música que nos gusta, al igual que cuando comemos o recibimos recompensas monetarias, por ejemplo”.
“Se ha encontrado que ese sistema se activa en el centro del cerebro al escuchar música placentera, lo que muestra el amplio impacto de la música, ya que estimula muchas áreas del cerebro. Esto llamó la atención en los años 90, cuando se comenzó a estudiar la música de manera exponencial, ya que permitía conocer más sobre la cognición humana. La relación más fuerte que se ha encontrado es con las emociones y la memoria, ya que lo que nos gusta y emociona está muy ligado a nuestras experiencias previas, a nuestra memoria autobiográfica, mostrando una fuerte vinculación entre diferentes funciones cognitivas”, enfatizó Díaz Abrahan.
Mientras que Claudio Crespino agregó: “Muchas veces, al escuchar una canción, recordamos momentos específicos de nuestras vidas. Esto se llama memoria episódica, y tiene un impacto emocional fuerte porque no solo evoca el recuerdo, sino también las emociones que sentimos en ese momento, como si las volviéramos a vivir con la misma intensidad. Este tipo de memoria puede influir en nuestros pensamientos, especialmente cuando usamos esas emociones para interpretar lo que nos sucede en el presente. Esta capacidad de revivir emociones a través de la música es muy útil cuando intentamos regular nuestras emociones o cuando necesitamos cambiar nuestra forma de pensar”.
“Hay que diferenciar entre escuchar música en contextos especializados y en situaciones cotidianas. En un entorno diseñado para la música, como una sala de concierto, un teatro, o incluso un lugar especial en casa, estamos más predispuestos a disfrutar plenamente de la experiencia. Las condiciones del ambiente y nuestra disposición mental están orientadas a potenciar ese momento”, sostuvo Crespino.
Por su parte, Andersson describió: “El placer que las personas experimentan al escuchar música está relacionado con la activación del sistema de recompensa del cerebro, específicamente la liberación de dopamina en el sistema límbico. Este circuito de autorrecompensa se activa de manera similar a como lo hace en situaciones de placer físico o emocional, generando una sensación de bienestar. La música puede provocar una respuesta emocional intensa, evocando recuerdos, sentimientos y experiencias que resuenan profundamente con la persona. Este fenómeno tiene raíces evolutivas, ya que en tiempos ancestrales los sonidos que evocaban conexión social o seguridad generaban liberación de dopamina, como se menciona en el caso del vínculo entre madre e hijo en el mundo.
Nota:infobae.com