Disney y el demencial abuso de los términos de servicio

Actualidad - Internacional24 de agosto de 2024
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Es uno de esos casos en los que te tienes que frotar los ojos para intentar creerte lo que estás viendo: un matrimonio en el que la esposa, médico, tenía una fuerte alergia alimentaria a los frutos secos y a los derivados lácteos, se sentó a comer en un restaurante en Disney World. Tras informar de sus alergias al personal siguiendo su habitual rutina y que le «garantizasen inequívocamente» que la comida no contenía alérgenos, se la comió, empezó a encontrarse mal, se administró ella misma un EpiPen que llevaba encima, pero tuvo que ser trasladada a un hospital, en donde falleció debido al elevado contenido en alérgenos de la comida que le había sido servida.

Lógicamente, el marido denunció a Disney, para encontrarse con que la compañía intentaba eludir su responsabilidad diciendo que el restaurante era una concesión y que su relación con la compañía era de «propietario e inquilino». Pero posteriormente, además, la compañía afirmó que el caso tenía que ser dirimido sin recurso a los tribunales y mediante arbitraje, porque el marido había firmado una cláusula en la que renunciaba a llevar a juicio a la compañía. ¿Dónde la había firmado? No, no en el momento de la compra de las entradas en la página web, sino… varios años antes, en 2019, cuando descuidadamente activó en su PlayStation una suscripción a Disney+ que nunca llegó a confirmar tras la expiración de la prueba gratuita. En los términos de servicio de esa suscripción, efectivamente, había una cláusula enterrada en la letra pequeña en la que los usuarios aceptaban dirimir todas las posibles disputas contra la compañía a través de arbitraje.

Obviamente, en aquel momento, el marido no leyó los términos de servicio – como de hecho no los lee absolutamente nadie. Los términos de servicio son un documento generalmente largo, escrito en términos legales que hacen relativamente difícil su comprensión por parte de cualquiera que no tenga una base jurídica, y que se presentan simplemente con una casilla al final en la que te dan la opción de aceptar o cancelar, sabiendo que si cancelas, no obtendrás el servicio que querías. De hecho, se suele calificar esa casilla de «he leído y entendido los términos de servicio» como «la mayor mentira de internet«.

En los términos de servicio que firmamos todos los días haciendo clic en una casilla podría perfectamente esconderse una cláusula que dijese que entregarás a la compañía a tu hijo primogénito, y prácticamente nadie se daría cuenta de ello. Pero en este caso, además, estaba meridianamente claro que los términos de servicio de Disney+ se referían únicamente al servicio de streaming, y se limitaban por tanto a cuestiones relacionadas con el medio televisivo.

No me explico qué abogado o qué persona puede plantearse argumentar una cláusula semejante en una situación en la que una persona denuncia nada menos que tras la muerte perfectamente evitable de su pareja. Disney, finalmente, ha renunciado a intentar utilizar esa defensa, y ha aceptado que el caso sea sometido a juicio en un tribunal, pero además, ha inscrito su nombre como líder absoluto de la lista de compañías que intentan hacer un uso abusivo de los términos y condiciones que aceptamos cada vez que accedemos a un servicio a través de la web.

En algún momento, alguien tendrá que entender que el contexto de la activación de un servicio en la web no puede regularse simplemente obligando al usuario a aceptar unos términos de servicio que nadie en su sano juicio puede leerse ni entender sin dedicar a ello un nivel de atención y unos conocimientos completamente injustificables. La GDPR, de hecho, obliga a presentar los términos de servicio en un formato que se suponga comprensible para un usuario medio. Una cosa es que el vocabulario jurídico tenga que ser necesariamente muy preciso para evitar ambigüedades, y otra que se pueda abusar de una herramienta así para pasar cualquier cláusula en forma de «letra pequeña«, incluidas las que en muchos casos podrían considerarse completamente abusivas. Este caso, y el absurdo intento de Disney de evitar someterse a un juicio basado en algo semejante es una buena prueba de ello.

Nota: www.enriquedans.com/

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