Por la crisis económica, cada vez más adolescentes buscan empleo
En el mismo informe en el que Unicef reveló que hay más de un millón de niños que se van a dormir sin cenar en la Argentina y que 1,5 millón se privan de una comida al día, hay otro dato preocupante: cada vez más adolescentes buscan trabajo para ayudar a sus familias, algo que compromete su educación y sus oportunidades laborales a futuro. El porcentaje es mayor que durante la pandemia de coronavirus, cuando comenzó a hacerse el seguimiento.
“En los últimos tiempos el mayor porcentaje de ausentismo es por trabajo. Siempre es por trabajo”, comentó a PERFIL Jimena, preceptora en una escuela nocturna. “Generalmente el trabajo es informal, algunos son sostén de familia, otros trabajan para ayudar a su familia”.
En la octava encuesta a hogares con niñas, niños y adolescentes, que realiza Unicef de manera ininterrumpida desde 2020, la organización señala que “la falta e insuficiencia de dinero deriva en la necesidad de buscar ingresos adicionales”, lo que llevó a que aproximadamente un cuarto de las y los adolescentes realice tareas laborales y que un 12% busque trabajo. El porcentaje es superior al de 2023: durante ese año llegaba al 10%. “Esta participación laboral tiene efectos negativos en el vínculo de los adolescentes con la escuela: mientras que un 4% de los adolescentes que trabajan no asisten a la escuela, entre quienes no trabajan cae al 1%”.
Esta semana la Cámara de Diputados aprobó un proyecto que declara a la educación como servicio esencial para evitar que los alumnos pierdan jornadas por los paros docentes. Pero la realidad en las escuelas es otra: el acceso a la educación está estrechamente vinculado a los niveles de pobreza.
Según un informe de Argentinos por la Educación, en base a los datos oficiales del operativo Aprender 2022, el 26% de los estudiantes del último año de la secundaria se ausentó al menos un 14% del año. Si bien en 2022 el empleo no figuraba como los principales motivos de ausentismo de los estudiantes, sí se puede observar una diferencia significativa dependiendo del nivel socioeconómico de los alumnos: mientras el 19% del primer quintil más pobre de los jóvenes manifestó el empleo como motivo de su ausentismo escolar, esta cifra se redujo al 3% en los sectores más acomodados.
El estudio señala que “los principales motivos para los alumnos más vulnerables son problemas de salud propios (54%), problemas de acceso a la escuela debido al clima o al transporte (30%), otro motivo (28%) y 'no tenía ganas de ir a la escuela' (24%). Mientras que en el decil más alto las razones esgrimidas son problemas de salud propios (67%), otro motivo (51%), 'no tenía ganas de ir a la escuela (48%) y por llegar tarde a clases (24%)”.
La mayoría de los alumnos de la escuela en la que Jimena trabaja como preceptora “no concurren de manera regular, y el que lo hace realmente hace un esfuerzo muy grande para venir, tanto por el tiempo como por la parte económica. Asistir a la escuela también genera gastos”, agrega.
La situación se convierte en un círculo que excluye a muchos adolescentes de la posibilidad de continuar con sus estudios y de encontrar un empleo de calidad en el futuro. Mientras el empleo les quita tiempo para asistir a la escuela, la falta de trabajo les impide concurrir por falta de recursos. “La mayoría acá trabaja, generalmente en changas, en trabajos temporales como albañilería”, explica Jimena. “Algunos no pueden venir justamente porque no encuentran trabajo y no tienen para el colectivo y para todo lo que necesitan”.
Esta semana volvió a aumentar el costo del pasaje de colectivos en el Área Metropolitana de Buenos Aires: el incremento llega al 600% desde que asumió Javier Milei.
Desde Argentinos por la Educación señalan que “a corto plazo, el ausentismo tiene efectos negativos inmediatos sobre el desempeño académico, el riesgo de repetición, abandono, el desarrollo social y emocional de los niños y las probabilidades de finalización de educación media. A más largo plazo, el ausentismo se ha correlacionado con mayores niveles de desempleo y menores ingresos económicos en edad adulta”.
La falta de oportunidades se refleja en las expectativas a futuro. Según esta organización, en el decil más pobre, el 72% de los estudiantes aspira a seguir estudiando, pero solo el 21% de los jóvenes de 19 a 25 años lo logra. En cambio, en el decil más rico, las aspiraciones para seguir estudiando son del 95%, aunque el 51% efectivamente lo hace.
“Aumentó la cantidad de alumnos que vienen a la escuela nocturna, porque también son chicos que, si bien trabajan, son muy conscientes de que necesitan un nivel secundario, por lo menos para conseguir mejores oportunidades, mejores trabajos. No son alumnos que estén pensando en universidad, sino en carreras de oficio”, concluyó Jimena.
No existen estadísticas oficiales sobre el nivel de asistencia a las escuelas, por lo que organizaciones como Argentinos por la Educación recurren a encuestas y otros estudios no específicos. En uno de sus informes señalan, por ejemplo, que “la probabilidad de que los jóvenes accedan a trabajos de calidad es considerablemente mayor entre quienes terminaron el nivel secundario y entre los deciles más altos. En 2023, el 33% de los empleos entre los que terminaron el secundario eran de calidad mientras que entre los que no terminaron el secundario sólo el 13% accede a empleos de calidad”.
Junto a la publicación de la octava encuesta sobre la situación de niñas, niños y adolescentes en el país, Unicef Argentina lanzó la campaña “El hambre no tiene un final feliz”. El objetivo es “advertir sobre la situación de pobreza que enfrentan chicas y chicos desde hace décadas y llamar a la población a contribuir para mitigar esta realidad”.
El estudio revela que 10 millones de chicas y chicos en Argentina comen menos carne y lácteos en comparación al año pasado “en un contexto en el que, además, los ingresos de casi la mitad de los hogares con niñas y niños no alcanzan para cubrir gastos básicos de alimentación, salud y educación”.
Desde la organización señalaron también que “la pobreza afecta especialmente a las personas que viven en hogares con menor acceso educativo, a los hogares monomarentales, con jefatura femenina o cuando están situados en un barrio popular”.
Esta misma semana el Observatorio de la Deuda Social de la UCA publicó un informe en el que señaló que, para fines de 2023, la pobreza alcanzó al 62,9% de niñas, niños y adolescentes, mientras el 16,2% estaba en la indigencia.
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