El rechazo es catarsis, pero no oposición política
Si bien cada día es más difícil detectar el humor político a través de la metodología de las encuestas, algunos de los estudios más creíbles ofrecen indicios de que Javier Milei comienza a sufrir con su propia medicina y los índices de rechazo crecen de manera lenta pero sostenida, si bien todavía hay un sector importante de la ciudadanía que sigue respaldando al gobierno.
¿La razones? Como en casi todos los casos y con distintos gobiernos, son fundamentalmente económicas. Como parte de su relato la actual administración exhibe éxitos en la macro economía que, sin embargo, impactan de manera negativa en la cotidianeidad de las personas. Porque aunque la inflación disminuya, el poder adquisitivo de los salarios no deja de caer (pese a que el gobierno insista en que los salarios le ganan a la inflación) y, sobre todo, la pérdida de empleos afecta gravemente en el bienestar de las familias. Ocurre en el presente, pero sobre todo, atenta contra el horizonte de futuro: no hay alternativas a la vista de reinserción en el mercado de trabajo.
La credibilidad del gobierno se sustenta en la esperanza de muchas y muchos votantes de LLA que no quieren resignarse y se aferran al optimismo de que en algo se va a mejorar porque “peor que antes no podemos estar”. No es la mejor explicación, pero sirve. Al menos por el momento y mientras sigan operando en la conciencia política argumentos tales como “yo de cualquier forma tengo que trabajar” y “yo no le debo nada a nadie”, manifestaciones sostenidas en el individualismo anti solidario de todos contra todos y “sálvese quien pueda” sembrados por la contracultura mileista.
No menos cierto es que tanto en lo solo social como en lo político nada es blanco y negro y que los matices atraviesan la complejidad de las prácticas cotidianas. Por eso tampoco hay que dejar de mirar que el oficialismo también está encerrado en su propio laberinto de internas políticas (léase Milei vs Villarruel entre las más significativas, aunque esa no sea la única), económicas (Caputo vs Sturzenegger) y de juegos de poder varios en las filas de una estructura inexistente, sin orgánica y con una liderazgo que no es político sino que oscila entre el carisma y el autoritarismo.
Frente a este escenario la pregunta continúa siendo por la oposición. Incluso porque sigue vigente la interpelación acerca de si efectivamente la oposición existe como tal con partidos implosionados, que han perdido incluso sus raíces y hoy disputan vanamente símbolos a los que no representan por historia y por coherencia con lo que fueron los principios rectores de esas mismas fuerzas.
Al margen de lo dicho antes se hace evidente que el rechazo a la acción del mileismo comienza a ganar espacio sobre la base del malestar de las personas y sectores. Es natural que ello ocurra. Pero es imprescindible tomar en cuenta que solo el rechazo no puede leerse como oposición política. Es insuficiente. Ni siquiera la suma de rechazos genera algún tipo de unidad en la acción que pueda ponerle límite al desastre que está causando el gobierno de la LLA. No habrá oposición política real y efectiva sin una propuesta alternativa que seduzca a la ciudadanía desencantada que hoy sufre penurias. Falta poner en debate ideas rectoras, que asuman la transversalidad político ideológica y sectorial, y aglutinen de manera inter generacional. Una propuesta que ofrezca de manera pragmática y creíble un camino de salida y que, sin magia pero con convencimiento, imagine un escenario de futuro que dispute política y culturalmente el relato del mileismo.
Habrá verdadera oposición cuando además un grupo de liderezas o de líderes de la política logren encarnar la propuesta alternativa emergente en su modo de vida, en acciones y en palabras. No se trata apenas de una cuestión testimonial, sino de coherencia en la acción.
No alcanza con el rechazo y la bronca. Aunque sea un primer paso, el rechazo es insuficiente para constituir una oposición política porque para ello se necesita un proyecto alternativo y creíble y también una pedagogía política y comunicacional que de vida a otro relato con un amplio consenso de base.
Mientras ello no ocurra el rechazo no pasará de la catarsis y se seguirá, sin mayor éxito, desparramando bronca en los rincones.
Por Washington Uranga / P12