Del Nobel a la desesperación
Aunque nunca han faltado ni faltarán en cualquier lugar del mundo funcionarios y técnicos que presenten evaluaciones y pronósticos optimistas sobre la marcha económica de cualquier gobierno, la distancia entre enunciaciones laudatorias oficialistas y la evolución de la Argentina en los últimos días resultan notables, aun si se considera la muy rica historia de promesas incumplidas y crisis que ha sufrido repetidamente el país a lo largo de su historia.
Las referencias sin fundamento objetivo del Presidente Javier Milei aseverando que “hay signos de recuperación económica”; del hasta ahora ministro de Economía, Luis Toto Caputo, asegurando que “a la inflación le estábamos ganando por puntos, pero ahora le daremos una mano de nocaut”; o del vocero presidencial, Manuel Adorni, afirmando “no nos importa el valor del dólar, no nos ocupa el dólar, el riesgo país, lo que verdaderamente nos preocupa y desvela todos los días es el peso”, son por demás llamativas por su irrealidad y desubicación.
Ciertamente, no es posible determinar en qué grado las declaraciones gubernamentales se basan en improvisación, incapacidad, irresponsabilidad, o todo al mismo tiempo. Su desconexión con las percepciones cotidianas de la gran mayoría de la sociedad son evidentes, pese a que el primer mandatario en forma pedante insista en que todos aquellos que tengan percepciones u opiniones distintas a la suya “no la ven”.
Las fantasiosas declaraciones oficialistas de estos días podrían pasar en el futuro a formar parte de libros de historia económica. Sin dudas, no lo harán como contribuciones geniales a la humanidad de pensamiento económico anticipatorio de un autoproclamado premio Nobel, sino por no haber reconocido en forma elemental evidencias de lo que está ocurriendo en la actualidad.
Llamarán la atención a próximas generaciones la falta de percepción actual de las consecuencias de las tendencias y presiones que conllevan declaraciones absurdas y acciones desesperadas. Podrá reconocerse que son consecuencia del devenir hacia el desbarajuste cada vez más notorio del experimento del “primer gobierno liberal libertario de la historia”, en rápida involución económica y social.
La realidad es la verdad
A siete meses de gobierno, pese a lo vivenciado en forma cotidiana por millones de argentinos, pudo haber quedado solo parcialmente al descubierto el carácter regresivo de la motosierra de Milei debido a
- La reiterada justificación de enormes sacrificios exigidos a la sociedad en nombre de una “herencia recibida” no fue explicada por su verdadero motivo estructural: la desarticulación provocada a la sociedad por las deformaciones generadas por privilegios de sectores minoritarios. En tal sentido, pudo también seguir ocultándose el peso demoledor de un endeudamiento gigantesco generado por la fuga de capitales y movimientos financieros especulativos.
- La falsa suposición de que el serio problema de la alta inflación se debería a “excesos de demanda”, infiriendo equivocadamente que su superación sería garantizada por un menor gasto público social (jubilaciones, planes sociales) y la absorción de la emisión monetaria, y no a la concentración de la oferta y un desequilibrio crónico de la balanza de pagos por movimientos de capitales y no por el comercio exterior, que es superavitario.
- El apoyo entusiasta inicial de los principales grupos del establishment, que llegaron a afirmar apenas asumiera el actual gobierno –y probablemente hoy quisieran que nadie se los recordara– que “el inicio del nuevo gobierno genera la esperanza de que nuestro país pueda revertir un largo período caracterizado por el estancamiento económico, altísimas tasas de inflación y un muy significativo aumento de la pobreza”, tal la declaración de la Asociación Empresaria Argentina (AEA).
- El juego de negociaciones y ocultamientos cuya expresión más evidente fue el vergonzoso proceso de aprobación de la ley Bases en el Congreso Nacional.
Mucho ha ocurrido en poco tiempo. Los terribles ajustes regresivos presupuestarios, monetarios, financieros y cambiarios iniciales han derivado en una caída abrupta de la actividad y del empleo. La expectativa oficial en la continuidad de una curva descendente de la inflación ha pasado a basarse en la peor forma: una estanflación increíblemente aspirada por Milei.
El frágil juego de entrada de capitales por especulación financiera y cambiaria puesto en marcha inicialmente por Caputo, en forma similar al impulsado por él mismo en los primero dos años y medio del gobierno de Mauricio Macri, ha pasado ahora también, como entonces, pero en forma mucho más rápida, a una corriente contraria de salida presionando cotizaciones cambiarias.
Ha crecido la presión de los principales sectores exportadores que reclaman por un “atraso cambiario” y retienen ventas al exterior a la espera de una devaluación del dólar oficial. Se ha roto de hecho el compromiso con el FMI de lograr acumulación de reservas en divisas para pagar crecientes compromisos de deuda.
La transferencia de deudas del Banco Central (letras, pases) al Tesoro Nacional no ha generado mayor previsibilidad, sino, por el contrario, mayor incertidumbre. La fuerte contracción económica lleva a mayores desequilibrios fiscales por caída de ingresos o fuerza mayores recortes presupuestarios cuando el gobierno ya no puede sostener más su enunciación de una esperada sensible recuperación económica en V o en U luego de la dureza de los primeros meses gestión Podría no haber una letra atinada para graficar la profundización mayor aún de la caída.
Ha quedado sin cumplimiento ni sustentabilidad la promesa del gobierno de avanzar en la liberalización cambiaria por la mayor intervención en el mercado de cambios decidida a fines de la semana pasada. Se trata de un manotazo de ahogado. Sin reservas, ni alternativas de nuevos créditos del exterior, una apertura cambiaria inmediata, como piden algunos economistas ortodoxos sin responsabilidad de gestión, podría desembocar en caos social y político.
Eventos significativos en paralelo con el mayor desconcierto gubernamental se precipitan. No podrán ser parados por un gobierno que pierde el rumbo, al tiempo que sus perspectivas y alianzas se rompen y sólo apuntan a persistir en la desarticulación económica y social.
Desde la perspectiva de la sociedad, tan castigada, pasa a ser urgente entonces comprender el cuadro de situación decadente y elaborar y plantear propuestas alternativas consistentes que prioricen intereses populares y la soberanía nacional.
Iniciativas y elaboraciones como la del Foro Producción y Trabajo, integrado por economistas y especialistas a propuesta de organizaciones sindicales y con aportes de organizaciones que agremian a las pymes, cooperativas y a la economía popular, intentan abrir un camino. Debe apuntarse a superar la confusión, asumir el desafío y abrir francamente el debate contribuyendo a la imprescindible e irremplazable movilización política y social.
Por Jorge Marchini / El Cohete