Imagina un león persiguiendo ratas
Esas imágenes las vimos todos. Laten en la retina las figuras animadas, el alegre león abrazándose con un pato. “Hice un posteo de un meme que… la rompí”, celebró Milei entre abrazos –reales– con Patricia Bullrich ante las cámaras de A dos voces. En aquella oportunidad, la imagen reemplazó el gesto: caricaturas infantiles en lugar de un estrechón de manos como exhibición pública del acuerdo que selló el destino del balotaje en 2023.
La retina también conserva ese montaje, algo desprolijo, realizado por Nik, en el que Milei se funde con Terminator para identificar una serie de objetivos a ser eliminados: diputados, gobernadores, sindicalistas y Eduardo Belliboni, líder del Polo Obrero, como único nombre propio. Un episodio más reciente profundiza en esta línea, aunque con una inflexión particular: una identidad política en su conjunto es señalada como un virus nocivo –Ku-K 12– que se expande por el cuerpo social. La proximidad a la figura del enemigo interno y la retórica higienista de la última dictadura resulta evidente. Adoptando una estética post-apocalíptica, se muestra una Buenos Aires asolada por zombies de rostros fácilmente reconocible: Néstor y Cristina Kirchner, Sergio Massa y Alberto Fernández, incluso Roberto Baradel. La voz en off explica tanto los medios de contagio como sus efectos: sea por beneficio económico –ilustrado por artistas como Fito Paez y Florencia Peña–, sea por necesidad material –se muestra a la dirigente cartonera Natalia Zaracho–, el virus ciega a los infectados, los priva de la “capacidad de pensar por sí mismos”. La estela de figuras del antipopulismo –el cabecita negra, el choriplanero y, más recientemente, el orco– se actualiza sin alterar su fondo: la carencia o el interés material como condición de la manipulación política. Lo que el zombi y el orco portan como novedad es que, a través de una denominación veladamente racializante, se asigna un carácter infra-humano al contrincante político.
Imágenes y videos generados con IA se expanden en el ecosistema visual habitado por los militantes digitales de La Libertad Avanza. Milei les atribuye una efectividad excepcional: “gracias a las imágenes que creaban mis seguidores con inteligencia artificial, nuestro mensaje de libertad llegó a más personas, y así ganamos las elecciones” ¿Cómo funcionan estas IA y cuál es el efecto social de la circulación de sus producciones? ¿Cuáles son sus usos en la esfera política? ¿Qué sentido adquieren estas imágenes entre simpatizantes y detractores de Milei?
Asistentes de voz personalizados –como Alexa y Siri– en celulares y hogares. Las acrobacias para evadir el chatbot de la empresa de servicios y lograr hablar con un operador humano. Artistas fallecidos hace tiempo que vuelven a cantar.
Los sistemas de inteligencia artificial generativa –aquellos capaces de producir textos, conversaciones, música o imágenes como respuesta a una serie de indicaciones en lenguaje natural– se expanden cada vez más en nuestros entornos e interacciones. Su funcionamiento se basa en modelos de aprendizaje automático que extraen patrones y relaciones de un conjunto de datos de gran magnitud. Sistemas como MidJourney, Stable Diffusion o DALL-E fueron entrenados a partir del procesamiento de miles de millones de pares de imágenes y descripciones textuales extraídos de Internet. En estos modelos text-to-image, los usuarios generan producciones visuales con sólo introducir una serie de términos que funcionan como instrucciones –prompts– sobre los objetos, la iluminación, el estilo, los colores, etc., a ser representados. En este punto, la experiencia del usuario se aproxima mucho a una búsqueda en Google: se tipea una serie de palabras en un cuadro de texto, y la interfaz nos devuelve un conjunto de imágenes basadas en tales parámetros. Sin embargo, llegar al resultado esperado puede demandar mucho esfuerzo y reiterados ajustes del prompt: la primera portada generada por IA y publicada por Cosmopolitan en junio de 2022 –una mujer astronauta caminando sobre Marte– requirió de cientos de intentos en DALL-E 2.
A diferencia de los motores de búsqueda, el resultado obtenido no se desprende de un stock preexistente de imágenes indexadas; tampoco es modelado desde cero, ni se basa en una experiencia sensorial directa. Las imágenes generadas con IA responden a la combinación y ejecución de patrones visuales asociados recurrentemente a ciertas categorías semánticas. Los prompts, en consecuencia, permiten navegar un espacio multidimensional de imágenes posibles; es decir, de imágenes que todavía no existen, pero cuya producción depende del procesamiento automatizado de la cultura visual preexistente. De aquí el carácter fuertemente estereotipado o idealizado de sus productos. Este aspecto ha generado controversias respecto de los sesgos con los que se representan determinadas categorías sociales, como profesiones o nacionalidades. Una investigación de Bloomberg plantea que las imágenes producidas por IA amplifican estereotipos racistas y de género preexistentes: puestos corporativos y profesionales como abogados o ingenieros son representados como hombres blancos, mientras que lavaplatos y empleados del fast-food son hombres y mujeres de piel oscura.
Aunque las discusiones éticas en torno a los usos y consecuencias de las IA generativas existen desde el momento de su creación, estas polémicas se han reavivado en los últimos años a partir de sucesos protagonizados por imágenes. En 2022, Jason Allen, un diseñador de videojuegos estadounidense, ganó el concurso de arte de la Feria Estatal de Colorado gracias a una pieza creada con Midjourney. En redes, se lo acusó de “acelerar la muerte del arte”. Algunos meses después, el Papa Francisco apareció vestido con un camperón inflado estilo Balenciaga, emulando el atuendo de los traperos de moda. La imagen fue generada con la misma IA. A los pocos días, tras las versiones de que detendrían a Donald Trump por el caso Stormy Daniels, circularon imágenes del exmandatario siendo arrestado por la policía. Tras estos escándalos, Midjourney suspendió su versión gratuita debido a “una demanda extraordinaria y un abuso en las cuentas de prueba”. DALL-E es utilizada para generar más de 2 millones de imágenes al día. Si bien no brindan datos oficiales, se calculan números similares para Stable Diffusion y Midjourney. Se estima que, desde 2022, se han creado más de 15 mil millones de imágenes con IA: la cifra supera ampliamente a bancos de imágenes como Getty Images (213 millones), Adobe Stock (442 millones) y Shutterstock (472 millones), y representa casi un tercio de las imágenes subidas a Instagram desde su creación en 2010 (50 mil millones).
Si la creatividad estética era la última certeza de la singularidad humana frente al algoritmo, si la fotografía –a pesar de la edición digital– todavía permitía verificar ciertas fake news, ¿cómo será nuestra experiencia en un mundo en el que circulen cada vez más imágenes generadas por IA? ¿cómo modelarán nuestro contacto con los otros el uso de filtros en las selfies o la venta de derechos de imagen? ¿qué nuevas formas de violencia posibilitan las técnicas de deepfake? ¿cómo cambiará nuestra concepción sobre la individualidad y la autoría? Y en el ámbito de la política, ¿cómo se transformarán la gestión pública, la legitimidad de las candidaturas y las estrategias de campaña? Sobre este último punto, la imaginería que La Libertad Avanza despliega en redes ofrece un principio de respuesta.
Una serie la componen aquellas imágenes animadas utilizadas para ilustrar la coyuntura política. Cuando se anunció el cierre del INADI, Milei compartió la imagen de un león que destruye un muro donde se lee el nombre del organismo; cuando se conoció el aumento de sueldo a los senadores, pobló las bancas del Congreso con ratas y pilas de dinero. Entre sus seguidores, este repertorio se amplía y se torna más beligerante. En algunas imágenes, un Milei de armadura dorada comanda un ejército que porta banderas argentinas. En otras, un león antropomorfo embiste con violencia contra un grupo de orcos. La circulación de estas producciones en X corre a la par de los videos de la represión policial y las detenciones discrecionales durante las protestas contra la Ley Bases. Se busca desviar, sí, la atención ante la brutalidad de la represión policial, pero también se pretende regular el campo visual: prescribir lo que se puede ver y lo que no de los acontecimientos.
El uso de elementos fantásticos para narrar la coyuntura no sólo contrasta con la violencia bruta de los hechos. También impulsa, desde el terreno visual, esa deshumanización e insensibilización que es condición necesaria para las prácticas crueles. Aquí hay que señalar la confluencia de dos estrategias de figuración. Primero, una sustracción: se borra el rostro sufriente del otro, se elide la visión del cuerpo reprimido. Segundo, una adjunción: se agrega una caricatura, entre burda e infantil, que banaliza los hechos. El resultado es una conmutación –poner una cosa en lugar de otra– que funciona a la manera de las alegorías: a través de una ficción basada en seres fantásticos, se busca transmitir una idea que de otro modo resultaría arduo o difícil de explicar. Toda alegoría supone una estructura de doble sentido en la que el sentido figurado resulta lo suficientemente transparente para que el público pueda captarlo sin problemas. De aquí que se recurra a símbolos tan fuertemente codificados, como ratas y leones, ya que resultan de fácil interpretación y no habilitan lecturas ambiguas.
La alegoría, según un tradicional tratado de retórica, permite “presentar un pensamiento bajo la imagen de otro que es apropiado para hacerlo más sensible e incisivo”. Opera como una condensación que evita los rodeos de la explicación, la argumentación y la justificación. Pero también genera impacto, torna sensible una idea que es más abstracta ¿Para qué explicar las razones del ajuste fiscal y la finalidad del déficit cero, si se puede representar a un león defendiendo una caja con dólares de un grupo de ratas al acecho? No solo se elide hablar de las consecuencias concretas del ajuste, sino que se remarca la bravura, el ímpetu animal, con el que Milei defendería sus convicciones.
Las alegorías, además, persiguen una finalidad didáctica: buscan dejar una enseñanza moral a su público. En el presente caso, las imágenes enseñan a una sensibilidad refractaria a la vida político-partidaria de qué modo debe leer la coyuntura. No se reponen los móviles de quienes se manifiestan, no se discuten los argumentos de los legisladores que disienten; simplemente se los muestra como orcos o ratas, seres que por su propia esencia persiguen finalidades malignas. Estas alegorías simplifican los conflictos sociopolíticos, los reduce a una contraposición moral entre “buenos” y “malos”, para que no sea ni problemático ni complejo tomar postura.
Desde los distintos grados de retoque y edición, hasta la distorsión intencionada de sus atributos físicos, el cuerpo presidencial se presenta en redes como un objeto de intervención. El contouring a través de maquillaje, las tomas en ángulo picado, las comparaciones de estatura, las conferencias casi a oscuras, la prohibición de utilizar flash, agitan rumores acerca de la preocupación del entorno presidencial por la apariencia de Milei. En los portales de noticias, se contrastan las fotos difundidas desde cuentas oficiales con aquellas tomadas directamente por fotoperiodistas. En las primeras, puede observarse a un Milei con semblante más liso y anguloso; en las segundas, se constatan los efectos del ejercicio del poder sobre el cuerpo.
Entre los simpatizantes de LLA, circula recurrentemente un gesto celebratorio que proviene del vocabulario de los memes: cuando una declaración tiene gran impacto mediático, cuando baja la cotización del dólar, cuando logra imponerse una medida del gobierno, Milei aparece representado con los rasgos de un Chad. Se trata de la visión estereotipada de una masculinidad exitosa, viril y sexualmente activa, la imagen del “macho alfa” que se conforma en los foros de internet y luego se expande a través de distintos formatos de memes. La figura del Chad sigue –e incluso exagera– los estándares hegemónicos de la belleza masculina: torso musculoso, rostro afilado, gran estatura, cabello frondoso. En algunas de estas imágenes, se observa un Milei con camisas o trajes tan ajustados que permiten apreciar un cuerpo de fisiculturista. En otras, posteadas por el propio presidente, aparece con rostro de modelo. También es habitual la aplicación de filtros de mewing –postura oral que busca eliminar la papada y destacar la mandíbula– o tough guy face –hoyuelo en el mentón, una ceja levantada, semisonrisa–, popularizados en TikTok y habitualmente empleados para expresar seguridad y superioridad. Esta estética se vincula al looksmaxxing, una serie de técnicas corporales que prometen maximizar la propia apariencia, también surgidas de los foros de las comunidades incel.
Como en una relación espejada, el cuerpo de las mujeres de LLA también es blanco de intervenciones. Busto exuberante, caderas amplias, cinturas exageradamente contorneadas. Si el hombre que logra imponer su voluntad –quien “doma”– es recompensado con los atributos de la virilidad masculina, en las mujeres este reconocimiento se tramita a través de la erotización y sexualización de su figura. Así, la estetización y el deepfake aplicados sobre Karina Milei, la exaltación del aspecto físico de Villarruel, o la caracterización de Lilia Lemoine a través de figuras del mundo de los comics y del animé; en todos estos casos, la validación de la mujer en la esfera pública es vinculada a su apariencia física. En este punto, LLA también encarna una discusión, aunque más subterránea, con el feminismo. La marea verde, además de exigir una serie de derechos y visibilizar diversas formas de violencia contra las mujeres, fue también una subversión estética, una trasformación en las maneras de percibir el cuerpo femenino. La crítica a mandatos sobre la depilación, la delgadez o las formas de vestir apuntaron contra el ideal de la belleza femenina. Los tetazos, los torsos desnudos con consignas y distintas performances callejeras buscaron politizar la desnudez, visibilizar un cuerpo femenino insumiso. La visualidad desplegada por LLA es, desde este punto de vista, conservadora: busca reponer el cuerpo de las mujeres como objeto del placer masculino.
En suma, estos dos conjuntos de imágenes no buscan ser juzgadas desde el punto de vista de lo verosímil –de ahí la risa libertaria cuando se los acusa de creer en estas imágenes; de ahí el no la ven, pero usado para señalar que el contrincante no entiende el chiste. Estas imágenes, entonces, emplean los recursos del humor hipermediático para reponer una moralidad tradicional en las divisiones de género: la virilidad del hombre que toma decisiones y la erotización de la presencia pública de la mujer.
Existen dos interpretaciones corrientes sobre las imágenes generadas por IA en el ámbito político: se las piensa o bien como una falsedad al servicio de la mentira y la manipulación, o bien como una compensación imaginaria ante carencias efectivas. Ambos juicios comparten, como telón de fondo, el paradigma representacional moderno según el cual las imágenes son una repetición, imitación o reflejo de la realidad. El tipo de visualidad política aquí abordado hace colapsar este modelo. Evaluar estas imágenes en términos de verosimilitud constituye el primer error estratégico; es necesario, en cambio, aprehenderlas desde el punto de vista de su circulación mediática y sus efectos significantes; atender al modo en que impactan en distintas sensibilidades y se insertan en diversas comunidades de sentido.
A trazos gruesos, la circulación de estas imágenes se polariza en dos direcciones. Entre los propios, el efecto recuerda a lo que Roland Barthes, en su clásico Mitologías, denominó “fotogenia electoral”. La imagen de los políticos, explica el semiólogo, es como un espejo, pero con aumento: ofrece al elector un reflejo “clarificado”, “magnificado”, de sus valores y afinidades, como si el candidato fuese la encarnación física de un ideal. La IA acelera este proceso: la apariencia del candidato es ajustada, de modo más directo, a las aspiraciones y fantasías sociales de su electorado. No es que se crea en lo que se ve, sino que se hace ver en lo que se cree.
Entre los ajenos, estas imágenes constituyen un absurdo. Se las vivencia como una suspensión de lo inteligible. Su introducción en el debate público es comparable al efecto de los cortafuegos: buscan interrumpir el despliegue de las estrategias argumentativas del progresismo. Generan la irritación y la exasperación de los ánimos de una sensibilidad politizada. Si la rebeldía se volvió de derecha, la crispación también. Hace una década, esta expresión se empleaba para adjudicar al kirchnerismo la vocación de generar un clima de conflicto social permanente. Bien cabría hoy recuperar esa palabra maldita del diccionario de los “defensores de la república” para caracterizar la estrategia de provocación cruel y constante que el gobierno y su militancia digital despliegan, no sólo a través de este tipo de imágenes, sino también de decisiones, acciones y discursos.
Por German Rosso / Revista Urbe