El riesgo de naturalizar lo anormal
Las que creen que todo esto es absolutamente normal. Las que están convencidas de que no hay nada más alejado de la normalidad que este gobierno. Y las que coinciden en la anormalidad del experimento libertario y de su líder, pero hacen de cuenta que lo que pasa a diario no es tan raro.
Contra todos. Solo en la última semana, la normalidad volvió a estar en jaque por varios motivos.
En suelo español, y sin que nadie le preguntara, Javier Milei aseguró que la esposa del presidente Pedro Sánchez era corrupta. Al regresar, en una entrevista en TN, ratificó lo dicho y que no pedirá disculpas. Agregó que Sánchez era cobarde, sucio, y que “la mujer tiene un montón de causas por tráfico de influencias y hasta apretaron a un juez, y él está involucrado”.
En el mismo reportaje enumeró sus propias virtudes. Afirmó ser “el máximo exponente de la libertad a nivel mundial… yo estoy en otra liga”; y que “todos los empresarios más importantes del mundo, todos, quieren hablar conmigo”. Y señaló que su grandeza “irrita a los políticos argentinos porque demuestra la insignificancia y lo berreta que son”. Los trató de “liliputienses en términos de coeficiente intelectual” y de “cucarachas”.
¿Es normal ese código de relacionamiento con quienes piensan distinto?
Unos creerán que sí. Otros están convencidos de que no y lo critican por eso. Como Patricia Bullrich: “Cuando Milei dice que las personas son cucarachas o que todos los periodistas son ensobrados, o cuando no acepta que alguien le discuta, tiene un nivel de violencia fuerte. Al que piensa distinto le dice que es una cucaracha o un mogólico”.
En siete días pasó de todo. Nada normal. Ruptura con España, crac económico de 8,4%, fiesta en el Luna,...
Por lo menos, esa es la anormalidad que Bullrich denunciaba hace apenas ocho meses, cuando era candidata.
En cuanto a las relaciones con la “madre patria”, los dichos y ratificaciones de Milei concluyeron en el retiro de la embajadora española de la Argentina y el repudio formal de la Unión Europea y de grandes empresarios.
La normalidad que plantea el Gobierno en política exterior parece ser la del conflicto permanente.
Al presidente de Colombia, Gustavo Petro, Milei lo trató de “comunista asesino”. Al de México, Andrés López Obrador, lo llamó “ignorante”, “patético” y “repugnante”. De China dijo que era un “régimen asesino” y que él no trataba con comunistas. Con Lula no tiene diálogo (lo consideró un “zurdo salvaje”), pero sí con su rival Jair Bolsonaro, a quien apoya abiertamente. Algo similar a lo que ocurre con los Estados Unidos, cuando declara que espera el regreso al poder de Trump, el hombre que competirá con el actual mandatario, Joe Biden.
Rock del plagio. El acto de la presentación de su libro en el Luna Park abonó la duda sobre cuánta normalidad es capaz de transmitir este gobierno. En principio porque la presentación tuvo lugar horas después de que la revista Noticias volviera a detectar textos plagiados en el nuevo libro.
Una periodista, Silvia Mercado, le preguntó sobre el tema al vocero Manuel Adorni, quien negó todo.
Como para el Gobierno también es normal no aceptar repreguntas, ni que el Presidente se exponga a conferencias de prensa y que solo acepte ser entrevistado por determinados periodistas, nadie le pudo decir al vocero o a Milei que los textos copiados fueron expuestos uno por uno y se pueden hallar en la edición papel y en la web de la revista.
No es el primer libro denunciado por plagio (en este, una de las víctimas es un científico del Conicet), y algunos conocedores de su vida y de su obra sospechan que no será el último.
Además de asumir como normal el hecho de que quien se dice el primer defensor de la propiedad privada tome sin permiso la propiedad privada de otro, el evento en el Luna sumó cuotas adicionales de excentricidad.
... revisión de leyes de divorcio, matrimonio igualitario y aborto; dura tapa de Time, caída del “pacto de mayo”
El Presidente encabezó una banda integrada por el diputado Benegas Lynch y por uno de los autores de su biografía oficial. Quien lo presentó fue el diputado José Luis Espert, a quien Milei acusó en su momento de ofrecerle 300 mil dólares cash para que bajara su candidatura a diputado en 2019: “Estaba la plata arriba de la mesa. Y ves los miles de dólares ahí y tenés que decidir. Querían que me corra”, le contó a Alejandro Fantino.
“Keynes, sos ladrón”. El resto fue una particular clase de economía austríaca, compleja para una audiencia masiva que, sin embargo, respondió con consignas de apoyo a Murray Rothbard, el gurú anarcocapitalista de Milei, y contra el archienemigo de los libertarios: “Ooohhh Keynes sos ladrón, sos ladrón, sos ladrón, Keynes sos ladrón…”.
Horas después, en un reportaje en LN+, el Presidente dijo de sí mismo que era “el político más popular del mundo”. Y mostró su orgullo por aparecer en la tapa de la última edición de Time. La nota es dura con él, pero esta vez, lejos de llamar “ensobrado” al medio, quedó deslumbrado por verse en la portada de la revista estadounidense.
El texto menciona “su abierta hostilidad hacia los periodistas críticos”, sus recurrentes insultos como forma de comunicar, su cercanía y la de su viceperesidenta con la dictadura (“un capítulo oscuro en la historia que tanto Villarruel como Milei han minimizado”), el crecimiento de diez puntos de la pobreza desde que asumió y el pronóstico de la autora de que “es posible que a Milei se le esté acabando el tiempo antes de que su apoyo popular se desmorone”.
En la normalidad mileísta, el Presidente puede alegrarse por ser tapa de Time, aunque lo traten de “populista” y “loco”; y aunque se hagan eco de las investigaciones de la revista Noticias y de su biógrafo no autorizado sobre su “vena mesiánica” y su realidad paralela, en la que habitan perros que lo aconsejan y una hermana que habla con seres que ya murieron.
La periodista que lo entrevistó también escribió que existen cuatro perros en Olivos, pese a que el vocero afirmó que “si el Presidente dice que hay cinco, hay cinco”; y cuenta que cuando le preguntó a Milei sobre las protestas universitarias, le levantó la voz e “inmediatamente muestra la furia que lo hizo famoso”.
Anestesia general. La ruptura con España, la fiesta en el Luna Park, otro libro con plagios, la exposición en uno de los mayores medios internacionales de la fragilidad de un líder mesiánico conduciendo un país siempre al límite, y un Presidente que siente la necesidad de exaltar continuamente lo grande que es y lo insignificantes que son los demás.
Un secretario de Culto, como Francisco Sánchez, que critica la ley de divorcio y el matrimonio igualitario, y que explica que por la despenalización del aborto el país se está despoblando. Y un diputado como Benegas Lynch (el baterista de Milei), que piensa lo mismo y dice que cuestiones como el ambientalismo y el feminismo son socialistas.
Un Gobierno que continúa sin poder destrabar las leyes que propone y el fracaso del tan promocionado “pacto de mayo”.
Y, en el medio, una economía real que acaba de mostrar otra secuela del “mayor ajuste de la historia”, según se jacta el Presidente. El Estimador de Actividad Económica de marzo marcó una caída interanual del 8,4%. Casi como el crac de 2020 producido por la pandemia, cuando las fábricas y empresas del país permanecían cerradas por un confinamiento obligatorio.
Todo en siete días.
Entiendo que la normalidad, como la verdad, pueden ser relativas.
Pero es riesgoso naturalizar el vértigo con el que se trata de imponer una nueva normalidad.
Seguir haciendo como que nada tan extraño está pasando.
Anestesiar nuestro sentido crítico frente a esta ametralladora cotidiana de dichos y hechos que confrontan con el sentido común de la recuperación democrática.
Hacernos los distraídos para seguir convirtiendo en normal lo que sabemos que no lo es.
Por Gustavo González / Perfil