Tecnología, drones y desminado
Uno de los mayores problemas con los que se encuentra la contraofensiva ucraniana, como ocurre en muchas otras zonas en guerra, es la enorme cantidad de minas dejadas en su retirada por las tropas rusas. Según las autoridades del país, Rusia ha convertido a Ucrania en el campo de minas más extenso del mundo, más de 250,000 kilómetros cuadrados (un 40% de su territorio).
Se calcula que en todo el mundo hay más de cien millones de minas terrestres debidas a conflictos ocurridos durante las últimas cinco décadas, en más de sesenta países y territorios. Las minas terrestres no solo son potencialmente mortales o capaces de provocar lesiones muy graves, sino que además bloquean en muchos casos el acceso al transporte, al agua, a la energía, a la producción de alimentos o a la educación, y afectan el bienestar físico, sociológico y psicológico de hasta sesenta millones de personas.
El desminado es una actividad complicadísima y carísima, pero muy necesaria, y que dificulta mucho la normalización de la actividad en los territorios y la recuperación económica tras la actividad bélica. En caso de no ser retiradas, las minas pueden permanecer activas en el terreno durante décadas, ocasionando bajas civiles y complicando actividades que van desde la agricultura hasta cualquier aprovechamiento razonable del territorio. Algunas estimaciones de Naciones Unidas afirman que el coste de una mina se sitúa habitualmente entre los tres y los 75 dólares, pero que el coste de su retirada suele cifrarse entre los trescientos y los mil.
El desminado se clasifica generalmente en dos categorías: el desminado militar, que tiene como objetivo conseguir rutas para hacer posible el avance de las tropas y que no retira la totalidad de las minas sino simplemente las que se sitúan a lo largo de determinadas zonas; y el desminado humanitario, que busca eliminar la mayor cantidad posible de las minas en un territorio para evitar accidentes en su uso posterior para actividades civiles.
En el desminado se utilizan todo tipo de técnicas: desde detectores de metales combinados con equipamiento de blindaje para quienes realizan la actividad, hasta perros – o ratas, o abejas, o incluso mangostas en algunos sitios – adiestrados para detectar las minas. Otra posibilidad es utilizar cámaras térmicas: dado que una mina no es más que un artefacto metálico enterrado o semienterrado en el suelo a muy poca profundidad, su situación puede ser detectada utilizando el calor o el frío que desprenden al final del día durante el crepúsculo o la noche, o en las primeras horas de la mañana. Esa técnica, utilizada originalmente en territorios desérticos, está siendo ahora puesta en práctica en el frente ucraniano mediante el uso de los cada vez más populares drones, que pueden ser equipados de manera muy sencilla con cámaras infrarrojas y utilizados para sobrevolar campos minados y enviar rápidamente las coordenadas exactas de las minas detectadas para que puedan ser retiradas por personal especializado. El uso de machine learning para automatizar la detección de los patrones de temperatura generados por las minas facilita que la tarea no tenga que depender únicamente del ojo entrenado del operador del dron.
Lógicamente, no todo es perfecto. En primer lugar, porque esta actividad solo puede desarrollarse en determinadas épocas del año que son, además, relativamente cortas en el territorio ucraniano. Pero además, porque la eficiencia de la detección disminuye, por ejemplo, bajo una cubierta vegetal, que impide que las minas se calienten con el sol durante el día y generen patrones detectables. Pero el uso de drones puede, por ejemplo, servir para descartar la presencia de minas y evitar que se tengan que llevar a cabo carísimas actividades de desminado manual en zonas en las que no había ninguna mina, así como servir para la comprobación posterior de grandes superficies tras dichas actividades.
La disponibilidad de drones baratos ha cambiado en muchos sentidos la forma en la que nos planteamos las guerras. Ahora, al menos, podemos plantearnos usarlos para la limpieza de la basura y la muerte que la guerra deja tras de sí.
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