Reflexiones de la vida diaria: "A Seguro se le venció la póliza"

Actualidad 26 de marzo de 2024
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Todos tenemos una relación de amor y odio con los seguros. Porque por más que lo que te venden se llame “seguro”, uno sabe que seguro no hay nada. 

Y cada vez que viene la cuota, te preguntás lo mismo: “¿para qué estoy pagando este seguro contra todo riesgo?” Porque no es verdaderamente “contra todo riesgo”. Y uno de los riesgos que jamás te cubre, es el peligro de que chocar contra la letra chica. Ahí es cuando te enterás que “todo riesgo” para las compañías de seguro se traduce como “algunos riesgos”, y depende cuán seria sea la empresa, podría hasta traducirse en “usted entendió mal. Nos cubre todos nuestros riesgos, no los suyos”. 

Y por algo los vendedores de seguros tienen la fama que tienen: son bravísimos. Son capaces de venderle cualquier cosa a cualquiera. No entiendo cómo todavía no hay un candidato a presidente que sea vendedor de seguros de profesión. No solo ganaría muchos votos; también muchos clientes. (¿Califica eso como “clientelismo electoral”?) 

Con decirte que el otro día se difundió la noticia de que un chorro entró a afanar a una compañía de seguros y tuvo mucha suerte: pudo escapar sin comprar nada. 

Yo tenía un amigo que vendía seguros. Era capaz de venderte cualquier cosa. Una vez le vendió una imitación de póliza de seguro a un tipo que en la casa tenía una de esas estufas que son imitación de un hogar a leña. 

Son bravos los vendedores de seguros. La vez pasada uno me vendió una póliza de seguros, y eso que no me alcanzaba la plata. Eso sí: para que me cubra, sólo me puedo accidentar miércoles y viernes de 15 a 23, y el día tiene que estar nublado.  

Tampoco es fácil entender qué estás comprando cuando contratás un seguro: tienen un lenguaje muy especial. Una de las cosas que descubrís al leer la póliza es que de repente tenés un nuevo familiar: una prima. Y es una prima que te sale cara. Y es una prima con gustos muy exquisitos, se ve, porque todos los meses te pide más guita. 

También descubrís, dependiendo el seguro, que tu familia se agrandó no solo con la prima, sino también con la franquicia. Que es un concepto difícil de asimilar: es la guita que no te cubre el seguro, o algo así. Y es todo tan complejo que pareciera que ningún vendedor es muy franco a la hora de explicarte la franquicia. 

Ojo: hay seguros que no podés evitar tener. Si tenés un auto tenés que tener, como mínimo, seguro contra terceros. Aunque a veces uno ve circular cada vehículo hecho bolsa que no debe tener ni seguro contra primeros auxilios. 

Si sos laburante, tenés que tener ART, que no es un hecho artístico, sino el seguro de riesgos de trabajo. Que cubre, teóricamente, cualquier accidente que tengas laburando, excepto tener que soportar a un jefe del demonio, a unos compañeros roñosos o mucho peor: a unos compañeros muy gorilas. 

Los que les sobra la plata, tienen además, seguros de vida. Pero acá es cuestión de suerte y de caer con una compañía seria y responsable. Porque un tío mío sacó un seguro de vida por 1 millón de dólares. No le sirvió de mucho, porque igual se murió.  Pero no siempre te quieren asegurar las cosas. Le pasó a un conocido, curita de una iglesia del barrio. Que no le quisieron asegurar la iglesia, porque le dijeron que tenía demasiadas velas. 

El problema es la letra chica. El otro día estaba mirando el seguro de mi casa. Descubrí que si un ladrón entra y se lastima mientras me afana, me puede hacer juicio. Y de esas cosas te enterás recién cuando tenés el problema. 

La vez pasada, después de sacar un seguro de accidentes en viaje, el tipo me aclaró: “mire que la póliza de accidente le cubre la caída desde un piso 15, pero no el golpe contra el piso”. 

Y todos conocemos a alguien que tuvo algún problema con el seguro. Una amiga mía, casada, con un tipo divino. Un tipo calladito, tan calladito, tan calmo, que ella ya le cobró el seguro de vida dos veces. 

Sin ir más lejos, mi asesor de seguros me consiguió un buen seguro de retiro. Todo lo que tengo que hacer es pagar el seguro durante 10 años y él se puede retirar tranquilo. 

A esta altura, seguramente, usted ya se hartó de leer sobre seguros, pero sepa una cosa muy importante: la diversión y los buenos momentos de la vida son como un seguro de vida: cuanto más viejo te ponés, más te cuesta. 

Por Adrian Stoppelman * Telam

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