Una fórmula para ponerle fin a la guerra de todos contra Todos

Actualidad 12 de febrero de 2023
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¿Qué posición adoptará el peronismo ante el operativo de proscripción y prisión para Cristina Kirchner? A primera vista -y limitando la mirada al territorio esencialmente pobre de la “opinión pública”-, resulta que CFK es, con mucha distancia, la persona del peronismo que junta el mayor porcentaje de expectativas de apoyo electoral. Es muy problemática, aunque no sea más que por esto, la mirada distraída sobre la persecución. Debería ser revisada en todas aquellas instancias que, en el interior del justicialismo, estén interesadas en disputar seriamente la presidencia para el próximo período. Sin embargo, es muy evidente su existencia; se nota entre caudillos políticos y sindicales del justicialismo. 

Estas circunstancias tienen historia y es una historia muy conocida. Fue en tiempos de la caída y del destierro del líder principal del movimiento. En tiempos de la resistencia -primero- y, sobre todo después del reflujo de las luchas populares en la segunda mitad de los años sesenta del siglo pasado. Fue entonces cuando desde el sindicalismo, desde la UOM, el estandarte principal de la recuperación industrial argentina con el peronismo, surgió la idea del “peronismo sin Perón”. Curiosamente -o no tanto- la consigna supo ser enarbolada por algunos de los caciques sindicales que fueron animadores de la primera etapa (ascendente) de la resistencia. Fue el metalúrgico Augusto Vandor quien la encarnó. Y fue después de su fallido intento de derrotar al peronismo en la provincia de Mendoza (fallido gracias a los oficios de la emisaria del general, Estela Martínez), que el proyecto empezó su faz regresiva. Pero después de esto, detrás de cada revés de las fuerzas populares aparecía la sombra de un neoperonismo “conservador-popular”, siempre dispuesto a la “colaboración” y a la “participación” en los diversos proyectos liberal-autoritarios que gobernarían en la época. 

Por si hace falta, se puede aclarar que este juicio sobre la historia del peronismo -y sobre el lugar de los Kirchner en esta historia- no equivale a validar y aplaudir todo lo que surge del sector del peronismo que se reconoce en su trayectoria. ¿Por qué? Porque la afinidad política y programática con el kirchnerismo no se agota en cuestiones personales. Tienen detrás de sí “números”, como le gusta decir a Cristina. Pero no se limitan a ser números: son experiencias sociales, familiares, generacionales. Que se desarrollaron, además, en tiempos luminosos de la región. Que nos unieron a los pueblos de Brasil, de Uruguay, de Bolivia, de Ecuador, de Venezuela. Y son las experiencias que hoy muestran su vigencia en el triunfo de Lula, en el nuevo fortalecimiento de instancias plurinacionales que pujan por la soberanía en un mundo multipolar, como el que se está dibujando ante nuestros ojos. 

Hace unos meses, el embajador estadounidense en nuestra patria, Mr. Stanley, dijo que en Argentina había que lograr una amplia unidad, con un solo y exclusivo límite: el kirchnerismo (nombrado con el equívoco nombre de “populismo”). Es la unidad de la derecha más el “peronismo aggiornado” (muy parecido, sin embargo, a la vieja y fracasada experiencia del vandorismo). Otra vez el “gran acuerdo nacional”, otra vez el peronismo amigo del mercado, respetuoso de las instituciones liberales (libremente interpretadas como todas aquellas que enfrentan al “estatismo asfixiante” y al “sindicalismo fuera de época”). En diciembre de 2001 estalló esa burbuja. Fue el tiempo de la crisis, el tiempo del “que se vayan todos” y terminó siendo el tiempo de los Kirchner. Es curioso, pero el ideal de la “amplia coalición anti populista” (con el “peronismo sano” en su interior) recoge resistencias, no solamente en el peronismo sino, también y principalmente, en el mundo de la derecha. Macri ha sobreactuado de modo extremo su fórmula “el fracaso del país es el fracaso del populismo peronista” hasta tal punto que ha facilitado el crecimiento “a su derecha” (Bullrich y otres) de un anti peronismo para el cual la constitución y los derechos humanos no son más que taparrabos del totalitarismo, del “nuevo comunismo”. Es en este punto que Macri se propone ser, una vez más, la mejor representación del mundo neoconservador, aún a costa de lidiar contra el liderazgo de Magnetto: en 2014-2015 Mauricio frustró el sueño del jefe de Clarín, que consistía en la unidad del Pro con Massa para derrotar al peronismo: “nada al lado de la “vieja política” sostenía Macri en un reportaje de aquella época al diario La Nación (de cuyo paquete accionario aún no formaba parte el político empresario).

¿Cómo interpretar en este crítico panorama político-electoral la formación de una “mesa política” del oficialismo? La fórmula tiene un atractivo obvio: tiene que haber una fórmula institucional que ponga fin a la guerra de todos contra todos (en el frente de todos). Hasta ahí todo bien. Pero en las últimas horas crece una idea de la mesa que puede echarlo todo a perder. La “candorosa” fórmula que predica que la mesa no es “política” sino “electoral” ha venido a traer confusión en un sitio al que ciertamente no es eso lo que le falta. ¿Cómo se hace para diferenciar lo político de lo electoral en el país de estos días? Asalta la tentación de usar sarcásticamente las palabras: “esto es electoral, de política no hablamos”. ¿Cómo se hace para organizar una campaña electoral sin el relato político que la habilite? Y hay que hacerse cargo que nunca existió un “relato” común en el frente de todos. Lo que es lógico y natural porque el frente fue una idea táctica de Cristina para sacar al macrismo del gobierno…digamos que la idea pudo no haber sido de Cristina pero que ella fue la que decidió llevarla a cabo.

Más allá de estos apuntes marginales, la mesa va…Y no puede dejar de celebrarse este impulso. Ojalá todos los invitados -o por lo menos una representativa mayoría de ellos- sea consciente de que una “mesa electoral” en los tiempos que vivimos no puede sino ser “política”. Y que pretender resolver los problemas políticos con recursos publicitarios solamente lleva a la frustración. Es una oportunidad para Cristina, para Alberto, para Massa. Una oportunidad abierta e importante para los argentinos y argentinas. 

Por Edgardo Mocca

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