Problemas con el cuento de la “victoria total”

Actualidad - Internacional 09 de enero de 2023
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¿Qué es lo que dificulta lograr la paz entre Kiev y Moscú? El mito de la “victoria total” sobre el enemigo que puede verse en la propaganda tanto del agresor ruso como de la parte ucraniana agraviada. Pero la guerra no puede ganarse sólo por medios militares, tal como advirtió hace unas semanas el jefe del Estado Mayor norteamericano, Mark Milley, sugiriendo la vía de las negociaciones de paz. En un reciente artículo publicado en Foreign Affairs, el historiador ruso Vladislav Zubok, profesor de la London School of Economics (LSE) de Londres, señala que, por desgracia, la “controvertida” opinión de Milley ha encontrado hasta ahora pocos partidarios.

Pero, ¿cómo sería una victoria total para los ucranianos y sus aliados? Esto es lo que se pregunta Milley, y también Zubok. La victoria total podría requerir una guerra aún más larga y sangrienta. Los que desean la victoria total esperan que Putin salga de escena; pero “a pesar de importantes reveses, las fuerzas rusas se han reagrupado y no se han derrumbado".

La salida deseada por Kiev es volver a las fronteras del 24 de febrero de 2022, en vísperas de la invasión. Pero una vuelta incluso al statu quo ante no garantiza que Rusia no vuelva a intentar una nueva invasión pasado un tiempo. La disuasión militar por sí sola puede que no sea suficiente para la paz.

No existe un plan coherente para garantizar la seguridad de Ucrania aunque Putin siga en el poder. El punto final de Zubok es que se hace necesario tanto que Rusia admita la derrota como que Ucrania acepte la posibilidad de que no es posible la victoria total.

Para llegar a negociaciones de verdad, según el historiador ruso -autor de importantes obras sobre la URSS (entre ellas Collapse: The fall of the Soviet Union [Derrumbe: La caída de la Unión Soviética], Yale University Press, 2021)- es necesario que Occidente no relegue a Rusia al estatus de Estado paria, considerando por un lado la posibilidad de su “regreso a Europa” y ofreciendo por otras garantías creíbles a Kiev sobre su seguridad.

Quienes consideran inviable esta senda confían en que Moscú se derrumbe. Pero su economía no se está hundiendo: ha habido un descenso, pero mucho menor de lo esperado (según la OCDE, su PIB para 2022 marcará una caída del 3-4 %), y a pesar de que Moscú está aislado de Occidente, presume de un gran superávit por cuenta corriente procedente de las ventas de hidrocarburos (de los cuales 85.000 millones de dólares proceden de Europa, no lo olvidemos).

Al fin y al cabo, las sanciones a lo largo de la Guerra Fría no consiguieron obligar a Moscú a retirarse de Europa del Este, y es poco probable que lo hagan hoy. Putin ha delegado la economía en quienes la entienden: el banco central dirigido por Elvira Nabiullina está lleno de empollones sobrecualificados que intervinieron con prontitud para evitar un derrumbe económico, aunque el rublo haya perdido una cuarta parte de su valor frente al dólar.

Además, de acuerdo con The Economist Intelligence Unit, ésta es la quinta crisis económica a la que se enfrenta el país en 25 años, y la gente ha aprendido a adaptarse, en lugar de dejarse llevar por el pánico o e drebelarse. En cuanto a Putin, el agresor, es muy consciente de las consecuencias de la derrota pero, aunque tiene una visión distorsionada de los orígenes y la historia de Ucrania, no se encuentra en una situación como la del zar Nicolás II cuando abdicó en 1917, ni la de Gorbachov cuando se vio abandonado por el aparato de seguridad en 1991 y perdió el control de la capital.

Putin sigue controlando el ejército y los servicios de seguridad, mientras que la mayoría de los rusos apoyan al gobierno y no están dispuestos a aceptar una derrota total. Crimea les sigue valiendo una guerra y Putin sigue siendo el garante de la estabilidad. La perspectiva de una derrota y de su caída sería una pesadilla política, tanto para las élites como en un plano popular, con el recuerdo de la anarquía y los desastres económicos de principios de los años noventa.

Por supuesto, Putin se regodea en el turbio relato de que Rusia está librando una batalla existencial contra Occidente en Ucrania. Será difícil, señala Zubok, hacer cambiar de opinión a los rusos, aunque un número cada vez mayor no confíe en el gobierno ni en los medios de comunicación oficiales, como tampoco confían demasiado en Occidente. El hecho de que Occidente siga insistiendo en que debe castigarse a Rusia por las matanzas de Ucrania está consolidando entre la población rusa la idea de que deben seguir apoyando la nación y el nacionalismo.

Ciertamente, la situación podría cambiar si se producen cada vez más derrotas y la movilización militar se generaliza, y si la opinión pública empieza a culpar a Putin de sus errores, como ocurrió con el zar y Gorbachov.

Pero antes de que las cosas lleguen a ese punto -si es que llegan-, Occidente debería prepararse para ofrecer a Rusia un “mapa” que esboce una vía para salir del aislamiento. En caso de que Rusia continúe la guerra, “el futuro de Rusia, según debe explicarse cuidadosamente en el plan, será de degradación económica; corre el riesgo de convertirse en un dependiente debilitado de China".

Estos argumentos podrían funcionar. Así lo demuestra la mención de Moscú a la reapertura del gasoducto de Yamal con Europa: gracias a las sanciones, las empresas energéticas norteamericanas han registrado unos beneficios extra de 200.000 millones de dólares entre abril y septiembre de 2022 (Financial Times, 5 de noviembre), mientras que los buques de GNL [gas natural licuado] norteamericano navegan cerca de las costas europeas para descargar cuando los precios vuelvan a subir.

¿Cuáles son los puntos de la hoja de ruta que sugiere Zubok? 1) Hacer hincapié en los beneficios de la paz para Moscú; 2) dar garantías de que se respetarán la soberanía y la integridad de Rusia; 3) un acuerdo con la OTAN que asegure el lugar de Moscú en la arquitectura para la seguridad en Europa; 4) el reconocimiento del liderazgo ruso si se compromete a cumplir la Carta de la ONU y el Derecho internacional; y 5) un calendario para la devolución de los activos congelados y la retirada de las sanciones, vinculado al cumplimiento por parte de Rusia de una retirada acordada de los territorios ocupados.

No tiene sentido ocultar que Crimea sigue constituyendo un problema importante, uno de los mayores obstáculos para las negociaciones, tal como señala Zubov. Tal vez sería mejor, argumenta, dar carpetazo a ese capítulo concreto y posponerlo para el futuro. Esa no es solución, por supuesto, pero tal vez encontrar una requiera más imaginación de la que parece haber hoy en día.

Por Alberto Negri * Sin Permiso

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