La entrega de soberanía nacional por parte del actual gobierno de nuestro país ya es obscena y descarada. Scott Bessent, jefe de campaña y ministro de economía de La Libertad Avanza declaró, sin tapujos, que Milei, presidente de Argentina, un país soberano , o al menos lo éramos hasta su administración, se comprometió a “sacar a China de la Argentina”.
Semejante compromiso se da en el marco de un nuevo salvataje al que debe recurrir el gobierno habida cuenta de los desmanejos económicos que lleva adelante producto de la especulación financiera a la que someten a nuestro pueblo desde que asumieron.
La contraparte, Bessent y compañía, niegan que se trate de un salvataje y fueron categóricos al respecto “se trata de comprar barato y vender caro”. La secuencia es simple, Caputo se rifa los dólares y crea una corrida autoinfligida. Cae el riesgo país y los bonos. El fondo Discovery (de Citrone, ex colega de Bessent) compra a precios bajos. Llega el salvataje de EE.UU y vuelan los bonos. Ellos ganan, como siempre y nosotros estamos cada vez peor.
Las consecuencias son múltiples. En primer lugar, es importante remarcar que las economías de Estados Unidos y de Argentina no son complementarias, son competitivas. Y este es uno de los principales problemas con este salvataje ¿En qué puede beneficiarte si el que te salva es tu competidor?
Por otro lado, “sacar a China”, en la práctica, significa un shock económico de consecuencias imprevisibles. A priori podemos pensar que implicaría:
- Perder el acceso a líneas de crédito clave, poniendo en jaque la ya frágil estabilidad macroeconómica.
- Renunciar a un mercado que es un comprador vital de soja, carne y otros productos de exportación, en un momento donde la generación de divisas es una prioridad nacional.
- Alejarse de un actor central en la transición energética (paneles solares, vehículos eléctricos) y en la infraestructura digital, áreas donde China es líder global.
El verdadero desafío para Argentina no es “sacar” a nadie, sino gestionar con inteligencia, transparencia y firmeza sus relaciones internacionales. Esto significa negociar con China, como con cualquier otra potencia, desde una posición clara, defendiendo los intereses nacionales, exigiendo contraprestaciones laborales y tecnológicas, y asegurando que todos los acuerdos sean públicos y sometidos al escrutinio del Congreso.
Las consignas fáciles y los cantos de sirena que proponen soluciones basadas en la confrontación son un lujo que Argentina, en su realidad actual, no puede permitirse. El camino no es patear la mesa con uno de nuestros principales socios y mucho menos someterse a una nueva doctrina Monroe. La dinámica intervencionista que adopta EE.UU es el verdadero problema que tenemos como país soberano para el desarrollo de nuestra economía.
El mundo debe transitar a hacia un multipolarismo de respeto a la soberanía de los países de la periferia, pero EE.UU se aferra a sostener su hegemonía en América Latina con sus prácticas de siempre, intervención económica, debilitamiento de economías que le compiten, monopolio de recursos naturales. Todas practicas ya probadas que no trajeron mas que desigualdad y precarización de nuestra economía.
Vivimos en un mundo que ha alcanzado dinámicas de interrelación nunca vistas en la historia de la humanidad, y la propuesta de este gobierno es entregar el control económico, político y los recursos naturales a un país que propone perpetuar la lógica de la guerra fría, a través de una lógica política de amigo/enemigo en post de recuperar su posición, no solo en la Argentina si no a nivel mundial en las cadenas de logística comerciales.
Todo esto en un marco de evidente debilidad política del gobierno de Milei que, dada su improvisación permanente, ha cedido la conducción de la economía, pero sobre todo la estrategia electoral de cara a las próximas elecciones a jefe político, Donald Trump y su esbirro financiero Scott Bessent.
Por Victoria Dónde * Abogada, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Parlasur y docente de la Universidad Nacional de la Plata / P12
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