







Hay una secuencia, ya recontra descripta, de la relación entre el modelo de Milei - Caputo con la entrada de dólares. Primero hubo un blanqueo muy blando empujado por el viento de cola de la súper confianza de los mercados en la nueva administración libertaria. Fueron alrededor de 23 mil millones de dólares que salieron de debajo de todos los colchones. Luego apareció “la geopolítica”, el apoyo gigantesco de Donald Trump, lo que habilitó que el FMI siga engrosando la deuda de su principal acreedor. Fueron alrededor de 20 mil millones de dólares adicionales, de los que todavía faltan desembolsar algunos tramos. Al igual que en 2018, también con Trump en la Casa Blanca, se trató de créditos absolutamente políticos y de dudosa calidad técnica.
No fueron los 100 mil millones de deuda nueva que tomaron Macri - Caputo en 2016-17, pero si un ingreso neto de divisas, en términos contables, equivalente a algo menos de la mitad. En paralelo, aunque reduciéndose progresivamente, se mantuvo siempre el superávit externo real, el del balance comercial, la diferencia entre exportaciones e importaciones. Vale recordar que este superávit también fue la norma durante el gobierno del Frente de Todos, lo que pone en primer plano la poco abordada dimensión financiera de la restricción externa.
Toda esta inmensa masa de dólares de la que dispuso la actual administración sirvió para sostener el principal ícono del programa económico, el dólar barato. No hace falta entrar en la discusión pseudo técnica del dólar de equilibrio, del multilateral o de la media histórica. En esta materia alcanza con ver si son los nacionales quienes compran barato en el exterior o es al revés. O bien si son los argentinos quienes viajan masivamente por el mundo o si florece el turismo receptivo.
Como también se dijo muchas veces, mientras se puede sostener, el dólar barato es una máquina de la felicidad por la doble vía del efecto ingreso para cualquiera que tenga algún excedente y por su efecto estabilizador de la macroeconomía. También destruye el valor agregado local, pero eso es largo plazo, algo ajeno a los mercados. Contener el dólar es siempre contener los precios internos. El dólar es un precio básico, como los salarios y las tarifas. Pero para contener dólar, hacen falta dólares, sean de exportaciones, de deuda o de inversiones.
La primera conclusión es la más evidente, como no hay señales de un boom exportador ni tampoco una explosión de inversiones, el camino para hacerse de los dólares para mantener en funcionamiento la máquina de la felicidad es la deuda. Y si hay una capacidad demostrada por el ministro Luis Caputo es la de seguir endeudándose. Se trata de un verdadero “récordman”. Vale reconocer que cada vez que asomó el abismo siempre apareció un nuevo conejo en el fondo de la galera ministerial.
El último abismo fue el preelectoral y el “riesgo kuka”, es decir el riesgo de perder las elecciones. En la tenida, Milei – Caputo consiguieron nada menos que el cerrado apoyo de la potencia continental y la prueba electoral se superó con creces. Ningún politizado local olvidará el nombre del secretario Scott Bessent. Pero cuando todos esperaban un ajuste poselectoral de la máquina, es decir un suave deslizamiento del tipo de cambio y empezar a juntar dólares para hacer frente a los intereses, la voluntad gubernamental fue la continuidad. Nada de acumular de reservas y sí a seguir endeudándose.
El festival aéreo de jets de lujo de la reunión global de la alta conducción del J.P.Morgan en Buenos Aires, en coincidencia con las elecciones, parecían confirmarlo. La versión circulante fue que se conseguiría un nuevo crédito de 20 mil millones de dólares, otro más, de la mano de un consorcio de bancos liderados por el J.P. El rescate estadounidense no sería de Estado a Estado, el famoso swap de monedas antichino, sino la herramienta de la confianza. Fue el propio secretario Bessent quien reemplazó la idea del apoyo directo por una suerte de rescate privado de los bancos.
El olor cercano de dólares frescos retroalimentó la fiesta de los mercados y la baja del riesgo país. No olvidar que los mercados son el reino del corto plazo. Tras el triunfo electoral y la debacle opositora, siempre sumergida en las rencillas internas de una conducción desgastada, todo era optimismo: dinero fresco, baja del riesgo para refinanciar vencimientos y continuidad del ancla cambiaria. La máquina de la felicidad parecía funcionar nuevamente a todo vapor.
Pero algo pasó. Banqueros privados al fin, se ve que alguien, en algún lugar, pensó en la capacidad de repago de la economía local. Los 20 mil millones a largo plazo esperados pasaron de pronto a 5 mil de corto plazo, o sea un simple crédito, seguramente caro, para pagar vencimientos. La fórmula de compromiso fue que Argentina ya no necesitaba tanto, que su propio crecimiento generaría las divisas. El gobierno dijo que todo fue obra de la confusión con el swap, que nadie habló nunca de un crédito privado de 20 mil millones.
La realidad es que la máquina de la felicidad podría quedarse sin combustible y las expectativas positivas irse tan rápido como llegaron. Sin embargo, la habilidad endeudadora del ministro Caputo no debería subestimarse nunca. Aunque la galera parezca agujereada, siempre podría haber nuevas sorpresas.-
Por Claudio Scaletta / El Destape
























