







Patricia Bullrich no suelta el poder en Seguridad aunque cambie de vidriera. Con su reemplazo, a diferencia del ministro Luis Petri, cumplió su máximo deseo y mantiene su estructura bajo el mando de Alejandra Monteoliva, la funcionaria que más conoce el área y que le cubre las espaldas mientras la ministra juega simultáneas. Su cambio de identidad partidaria reforzó el vínculo de lealtad hacia Javier Milei y mucho más con Karina Milei que ante la necesidad de mostrar músculo político la sentó en la mesa chica de Casa Rosada. Emponderada se hizo cargo de la estrategia del Senado aún antes de jurar como representante de los porteños, alineó al bloque, sumó voluntades y se sentó con Victoria Villarruel con el objetivo de pedirle que no sea un obstáculo para los intereses del Presidente. En los hechos, intentará acotarle el radio de acción institucional, con la sospecha de que la oposición cuela su agenda a través de las formalidades que defiende la vice.
Audaz, la funcionaria no conoce freno a excepción de los límites que le impongan los hermanos Milei. Ahora, reconocen quienes la frecuentan, deberá volver a acostumbrarse a la rosca política. No será fácil después de una gestión ejecutiva y verticalista en un área donde sin chistar se responde habitualmente a la voz de mando, aunque entre los propios ya encontró fidelidad -y temor- pero sobre todo voluntad de alineamiento.
No la ven con el mismo optimismo viejos socios como Mauricio Macri que la responsabilizó, como también a Horacio Rodríguez Larreta, de haber priorizado “su proyecto de poder” por encima “del proyecto de transformación de la Argentina”. “No tengo la culpa, me dijo mi analista” justificó el expresidente los fracasos del PRO. La infidencia fue tomada con sorna en el bullrichismo donde se percibe un latente resentimiento hacia el jefe del partido que dejaron estrepitosamente.
También María Eugenia Vidal criticó a los dirigentes que se pintaron de violeta, aunque pidió copyright para el gabinete macrista: “Seguramente Patricia es mejor ministra ahora porque estuvo en nuestro gobierno”, aseguró la diputada saliente a quien se ve con ánimo de heredar el PRO residual.
Evidentemente favorita de los hermanos Milei, que una vez más la reivindicaron este sábado al anunciar la designación de Monteoliva, Bullrich se inmuniza con las quejas macristas. Con voz inflexible, el 31 de octubre se despidió de la Policía Federal con un mensaje a favor de su política represiva y de su protocolo antipiquete. Volvió a hacerlo al agradecer a Milei que sostenga “la única doctrina que ordenó a la Argentina: mano dura, reglas claras y una verdad que no cambia, el que las hace las paga”.
En esa cadena de hechos que la tuvieron como protagonista, denunció penalmente al secretario general de ATE, Rodolfo Aguiar, por intentar “desestabilizar” al Gobierno con su pelea contra la reforma laboral. También convirtió una derrota política en triunfo al celebrar que durante los siete días que tuvo a cargo el Renaper su firma quedó estampada en los DNI impresos. En el mismo llamativo posteo alentó a Diego Santilli que finalmente recuperó para el Ministerio del Interior un organismo con información sensible y recursos, disputa en la que tuvieron que interceder Karina Milei y el jefe de gabinete Manuel Adorni.
Al mismo tiempo, Bullrich buscó asegurarse la apuesta más riesgosa con una estrategia coordinada en la comisión de Asuntos Constitucionales junto a los senadores Juan Carlos Pagotto y Luis Juez. Antes pactó relativa paz con Victoria Villarruel que no se quedó callada, defendió su rol y dejó trascender el provocativo obsequio a la senadora electa –y a cada ingresante-: el reglamento de la Cámara, un ejemplar de la Constitución Nacional, un libro del papa Francisco con prólogo de ella misma y una botella de vino. Lo que no trascendió es qué despacho le asignará a la jefa del bloque del oficialismo y si estaría dispuesta a cederle a Bullrich el más codiciado, el que durante cuatro años ocupó Martín Lousteau frente al salón comedor, muy amplio y hasta con balcón.
Un dato no menor es que probablemente junto a Bullrich desembarque en el Senado su actual jefe de gabinete, Carlos Manfroni, un abogado que pide la libertad de los represores mayores de 70 años y que escribió un libro sobre los años 70 en coautoría con Victoria Villarruel. Otro puente entre las damas fue Luis Juez quien advirtió que la vice tiene “la llave” para habilitar labor parlamentaria.
En una de las tantas conversaciones –algunas en grupo y otras en solitario- el cordobés se puso a disposición para asegurar la asunción de Villaverde después de que Bullrich convenciera a Francisco Paoltroni de regresar al bloque de LLA y a Carmen Alvarez Rivero la hiciera renunciar al PRO para sentarse con los violeta. Fueron dos casos de fácil resolución: en 2023 Bullrich quería a Paoltroni como candidato en Formosa pero se topó con la negativa de la UCR. La cordobesa siempre le jugó a favor.
Los que se desvelan con el número contabilizan 21 senadores “propios” y piden armar un interbloque “estable” que amortigüe la necesidad de negociar ley por ley. En ese caso serían 34: 21 de LLA; 9 radicales “buenos” –otra definición violeta- y los cuatro que le quedan al PRO. Para el quórum y la mayoría simple se trabaja en la división del peronismo según blanqueó el diputado Damián Arabia, armador bullrichista.
En ese contexto la defensa de Villaverde –una incondicional de LLA- se convirtió en una cuestión de Estado. “Déjenme examinar la documentación”, pidió Juez días atrás. A la madrugada del día siguiente le respondieron a su pedido con varios mails repletos de información sobre las causas por narcotráfico en territorio estadounidense. Sólo él, José Luis Pagotto y Ezequiel Atauche -formalmente sigue siendo jefe del bloque de LLA pero ya está alineado con Bullrich- tomaron la palabra en defensa de la rionegrina. Por prudencia o para preservarse otros guardaron silencio. Atauche habló poco porque no es abogado ni integra la comisión.
La desprolijidad con la que a último momento se presentaron las impugnaciones a Martín Soria y Jorge Capitanich, senadores electos por Río Negro y por Chaco respectivamente, y la difusión de la presencia de Bullrich “en la casa” tuvo como único objetivo presionar en favor de Villaverde. Excluir a los peronistas del Senado fue una chicana que hasta Juez admitió que no votaría por falta de argumentos legales.
Instalada en el despacho de Pagotto fue la propia Bullrich quien monitoreó las más de tres horas de debate a través de Fernando Soto, director de Normativa y Enlace Judicial y autor del escrito contra el sindicalista Aguiar. Soto es otro de los hombres fuertes que se mudarán a la Cámara alta, uno de los primeros en desestimar los audios de Diego Spagnuolo que dieron origen al escándalo por las supuestas coimas en la Agencia de Discapacidad y exabogado del policía Luis Chocobar entre otras causas polémicas. En la comisión se lo vio intercambiando datos e impresiones con Juez.
Justamente fue el cordobés, con quien Bullrich se conoce hace 40 años y con quien mantiene un vínculo de respeto mutuo, uno de los que le había advertido: “No esperes hasta el 10 de diciembre para hacer las cosas, si arrancás el 10 llegás tarde”. La ministra de Seguridad no esperó, lleva ya dos semanas de acción e incluso coordinó con La Libertad Avanza un encuentro de voceros para ordenar la comunicación. Los responsables del área del partido a nivel nacional, de redes y de la propia Bullrich, juntaron a quienes acompañan a cada senador del oficialismo excluyendo al equipo de Villarruel. En un extenso encuentro les pidieron prudencia, dejar hablar a los que sean designados para defender cada tema y sólo se los liberó para expresarse en sus respectivos distritos sobre las particularidades locales. La orden más importante fue “cuidar a los gobernadores” para ayudar a Diego Santilli, que negocia prácticamente sin plata a cambio de los votos que faltan en ambas Cámaras a favor de las reformas de Milei.
Por Analia Argento / P12























