







El cambio radical de expectativas en el mercado financiero después de las elecciones por ahora no encuentra reflejo en la economía real. El enorme caudal político que ganó Javier Milei en octubre sirvió para contener el huracán cambiario que venía de frente y desatar un frenesí de rentas rápidas con acciones y bonos. En cuatro semanas, algunos hicieron diferencias suculentas. El Gobierno lo celebra y lo magnifica. Pero la realidad de los sectores de la economía que más empleo generan, a lo largo y ancho del país, no cambió en lo absoluto. Sigue siendo catastrófica, y a diario se multiplican los ejemplos.
La razón de base es que los ingresos populares siguen aumentando por debajo de la inflación. Las paritarias de los principales gremios se pactaron para octubre en 1,3 por ciento en promedio, contra un alza del índice de precios que resultó del 2,2. En noviembre el promedio de los aumentos salariales es de 1,6 por ciento, y la inflación se proyecta en 2,5. Para diciembre, las actualizaciones de sueldos comprometidas son de solo 1 por ciento en promedio, con un IPC que se ubicaría en torno a 2, de acuerdo a un relevamiento de FIDE.
Los jubilados que cobran hasta dos haberes mínimos, que son el 70 por ciento, también seguirán perdiendo poder adquisitivo en la medida que el Gobierno mantenga congelado el bono de ayuda en 70 mil pesos, como ocurre desde marzo del año pasado.
En consecuencia, con el mercado interno que no tracciona y el Estado que ajusta, las empresas no paran de caer, porque además sufren el desplazamiento de la demanda hacia productos importados.
Así llegan las noticias de cierres y despidos, que se toman con absoluta indiferencia por parte del gobierno nacional y son cada vez más naturalizadas por el conjunto de la sociedad. Los medios oficialistas instalan la idea de que hay una economía estable, hablan de un penal sin barrera para el crecimiento, pero lo que se ve es otra cosa.
Después de las elecciones
Como se mencionó al principio, el triunfo libertario del 26 de octubre no modificó la dinámica recesiva que traía la actividad económica antes de los comicios. La sola enumeración de empresas que cayeron después de esa fecha, en menos de un mes, es apabullante. Para la producción y el empleo no hay rebote en V.
Por ejemplo, esta semana la fábrica de autopartes Dana, una firma de origen estadounidense, anunció el cierre definitivo de su planta en Naschel, San Luis, y despidió a 50 empleados después de tres décadas de operaciones en la zona. La planta se especializaba en la producción de piezas para transmisiones y abastecía principalmente al mercado de reposición, ahora cada vez más dominado por productos importados.
También después de las elecciones cerró otra autopartista en la provincia de Buenos Aires. Nada menos que la sueca SKF, con más de un siglo de trayectoria en el país. Producía rulemanes y componentes afines en Tortuguitas, con un plantel que se achicó de 500 trabajadores a 0 en los últimos años, con una tanda final de 150 despidos. Otra vez, la competencia importada y la falta de un horizonte claro para la industria fueron determinantes en la decisión.
El último miércoles desde La Rioja llegaron noticias de más cierres. La textil Luxo tiró la toalla y abandonó el parque industrial. La firma operaba desde 2022 y canceló las actividades por la drástica caída de las ventas. “Es muy triste y doloroso ver como se deciden estas políticas a nivel nacional”, lamentó el gobierno provincial, que intentó un rescate que resultó infructuoso. En esa provincia, también en los últimos días, se habían conocido otras dos bajas: la fábrica de calzados Vulcalar, radicada en Sanagasta, con 80 personas cesanteadas, y la productora de paneles solares Solartec, que operaba desde 1988, al no poder competir con los productos chinos, cuyos precios “son muy difíciles de igualar”. Entre las tres se perdieron más de 150 puestos directos.
Grandes también
“Se marcha de Argentina una de las empresas más conocidas de artículos de higiene”, tituló el diario El Cronista el lunes pasado. Se trata de la multinacional estadounidense Magnera, líder en la producción de materiales no tejidos y films para artículos de higiene absorbentes. La planta estaba ubicada en Pilar, provincia de Buenos Aires, y empleaba a 60 personas. La compañía mencionó el contexto económico volátil como una de las razones, lejos de la supuesta estabilidad que pregona el Gobierno.
En el rubro comercial las cosas no van mejor. Marcas destacadas como Frávega, Easy, Jumbo, Vea, Jaguar y Start cerraron sucursales y echaron trabajadores en el último mes. Frávega una tienda en Temperley, en el conurbano bonaerense, y el gremio advirtió que habría 300 empleos comprometidos en otras sucursales. Cencosud, que maneja Easy, Jumbo y Vea, produjo cierres en cinco provincias: Buenos Aires, Catamarca, San Juan, Mendoza y Tucumán. El mayorista Jaguar cerró en Bahía Blanca. Start anunció el cierre definitivo de 30 locales en 9 provincias. Operaba tiendas que se habían convertido en un sello de modernidad y diseño en el mercado de la tecnología.
La lista
A nivel agregado, los datos oficiales confirman lo que cualitativamente se observa con una simple recorrida por los medios de las distintas provincias. Con información hasta agosto, desde que gobierna Milei cerraron 19.164 empresas, a razón de casi 30 por día, con 276 mil empleos formales perdidos.
Esa tendencia no cambió en nada después de las elecciones. Los casos que siguen a continuación lo ejemplifican:
Mabe, empresa mexicana, una de las principales fabricantes de electrodomésticos de línea blanca, cerró la planta en Río Segundo, Córdoba, con 160 despidos.
La Suipachense, empresa láctea con 75 años de historia, fue declarada en quiebra y dejó en la calle a 145 trabajadores.
TN Platex cerró la producción de medias y prendas deportivas en su planta en Monte Caseros, Corrientes, con 36 despidos.
Dulces Otito, en San Pedro, Jujuy, una marca con más de 70 años de vida y en un contexto económico complicado a nivel nacional, decidió cerrar sus puertas y echó a 40 trabajadores.
Alimentos Refrigerados, una firma histórica que elaboraba postres y yogures para SanCor, fue declarada en quiebra en Córdoba y dejó sin empleo a 200 personas.
Nueva Dalmacia, alimenticia cordobesa, cerró y echó a sus 17 empleados por WhatsApp.
Georgalos oficializó un programa de suspensiones que se extenderá por un trimestre en su establecimiento de Victoria, Buenos Aires, afectando a la totalidad de su personal mediante turnos alternados. La decisión, según la empresa, responde a la caída en el nivel de ventas y al aumento de la competencia de productos brasileños.
Avery Dennison, dedicada a la fabricación de etiquetas para envases, cerró su planta en San Luis, dejando a 40 familias sin empleo.
Tía Maruca cerró de manera abrupta una histórica planta productora de galletitas en la localidad bonaerense de Chascomús y desvinculó a 27 empleados.
Didier, empresa alimenticia de mermeladas y tomates, en San Rafael, Mendoza, cerró después de 20 años. En esa provincia también cayó Comeca, que producía latas para conservas, y está tecleando Eco Génesis, que se dedica al deshidratado de hortalizas.
Blanco Nieve, textil que producía para la marca Casablanca, cerró tras 30 años en Río Grande, Tierra del Fuego. En esa provincia también hubo 150 despidos de trabajadores metalúrgicos de Newsan, en Ushuaia, y cerró la textil Fabrisur.
Alliance One, multinacional tabacalera, concretó el cierre de su planta de acopio en Perico, Jujuy, con 115 trabajadores despedidos.
Frigorífico Anselmo cerró en Tres Arroyos, con 100 empleos perdidos. Essen, la fábrica de ollas, despidió a 30 trabajadores de su planta en Venado Tuerto.
Son 30 ejemplos de una economía real que, por ahora, no encuentra piso ni estabilidad.
Por David Cufré / P12
























