El día después de las urnas

Actualidad26/10/2025
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Finalmente se llegó a la última página del capítulo: hoy a la noche comienza uno nuevo de esa novela interminable que es la Argentina, con diferentes personajes, situaciones y escenarios. Nunca se acaba. Parece la Basílica de la Sagrada Familia del genial y austero catalán Antoni Gaudí. Y lo de hoy ni siquiera se trata del resultado de un comicio presidencial, aunque el Gobierno consideró subir la categoría de una legislativa de medio término con sus declaraciones, incorporando el tremendismo de la vida o la muerte, casi del comunismo o la libertad, campaña emprendida por una sola persona: el mismo Javier Milei, quien imagina salir del fango en que lo ubican las encuestas por obra y gracia de su sola presencia. Como ocurrió en la contienda que le ganó a Sergio Massa para trepar a la Casa Rosada con el voto popular. Una exageración, tal vez.

Y con la asistencia de un mundo de negocios (por ejemplo, la visita del titular del JPMorgan hace 48 horas con una comitiva sorprendente) que evalúa como una bicoca olvidada al país y, particularmente, la administración de Donald Trump, que ha lanzado una suerte de putt sobre todas las variables financieras de la Argentina a través de su tesorero Scott Bessent y de algunos emisarios que podrían llegar esta misma semana a Buenos Aires. Para Washington, además, la compra de pesos argentinos no puede durar mucho tiempo: ya invirtieron unos dos mil millones de dólares en ese experimento y no desean que sus ciudadanos crean que se compraron el cuento del tío. Aunque en EE.UU. habrá quienes se alzaron con diferencias de 10% en un solo día simplemente por atender a quienes informaron una vez que habría 20 mil millones de crocantes, luego 40 mil o lo que fuese necesario para salvar a la desnutrida Argentina. En ninguna ocasión —diría un hombre menos volátil— se aludió a una mesa de negociaciones sobre el acero, el aluminio, la carne o los limones, producción tan afectada que abandonó sus tierras para cosechar caña de azúcar y provocó un disloque en ese sector por la baja del precio. Por ahora, la economía real ausente.

Pero esos aportes extraordinarios de Trump con su amigo Milei desbordan cualquier antecedente; significan quizás un nuevo orden para la región, con una intervención sobre Venezuela y una reconsideración en el vínculo con Lula en Brasil. Al menos, ese es el criterio de las sectas de la llamada derecha que invocan un himeneo rotundo exaltando a la familia Caputo, sea Luis, como consolidado ministro de Economía (ahora con un canciller propio, de la cantera, Pablo Quirno) o, en especial, Santiago, el asesor empoderado en todos los niveles con una propensión a destruir rivales internos como si se tratara de sus ejercicios de tiro, sin medir las derivaciones de sus disparos. O gozando con ellos. El hombre, vestido en ocasiones con la marca de ropa que caracteriza a quienes asisten a los polígonos, igual que los golfistas que hacen lo mismo en los clubes famosos de ese deporte, se ha distinguido por la elección de sus blancos y la colaboración de sus killers en las redes para ajusticiar a sus víctimas. Última muestra efectiva: Gerardo Werthein. Otra gacela en su mira, Guillermo Francos. A la que desistió de apuntar es a Karina Milei, pero seguramente su operativo limpieza se habrá de concentrar en quienes hasta ahora le organizaron La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires. Ya advirtieron los balazos el Nene Vera y Sebastián Pareja, a los que tratan en las redes propias como si fueran transportadores de SIDA. 
 
Habrá seguramente en esta interna réplicas distintas a las de Werthein, quien se fue en silencio del cargo, despedido como antaño las domésticas, llevándose —eso sí— algunos utensilios de la casa (como el aluvión de nombramientos que despachó antes de partir), justo quien pregonaba la motosierra. Y horas antes de las elecciones: si dañaba a alguien, no era a Caputo, sino al Presidente. Más discreto estuvo Mariano Cúneo en Justicia, también de salida, igual que el mismo cascoteado jefe de Gabinete, Francos, quien repite desde hace diez días que se va a ir pero espera una conversación con Milei. Sabe, en su interior, que Santiago Caputo no aspira a su cargo: lo último que se le puede ocurrir al encumbrado asesor es ir todos los meses a ofrecer explicaciones al Congreso. No va con su perfil: los tiradores no respiran ni hablan, a menos que sean el osado participante turco en la última olimpiada. En cuanto al ministro del Interior, Lisandro Catalán, a sus cercanos les dijo que van a tener que reclamarle la dimisión. Ni que esa cartera fuese el Alcázar.

La telaraña que se le atribuye al Caputo joven se habrá de extender, según los sabios, a territorios desconocidos: desde un pacto cada vez más lejano con Mauricio Macri, a entendimientos sobre el futuro de la Corte o convenios con los gobernadores. No se sabe desde qué guarida ministerial iniciará esa tarea. Inclusive, dicen, que ha irrumpido en las complicadas discusiones por la sucesión en la CGT del triunvirato vigente, cuyo mandato vence en 15 días. Lo que fuera un acontecimiento político, ahora ya despierta menos interés que la elección en Sacachispas. Pero el Gobierno sigue atento a ese desenlace. Por supuesto, más Santiago que la ministra Sandra Pettovello, quien tiene a cargo la responsabilidad del área con un funcionario de mínima influencia. En cambio, el asesor estrella se permite sondear el mundo gremial por medio del inveterado hombre de la Construcción, Gerardo Martínez, justo cuando uno lo imaginaba a Caputo cercano a los amigos del hoy ministro Mario Lugones en el pasado, en el hospital Güemes. Pero han prevalecido otras afinidades y el futuro hombre fuerte del gobierno se ampara en Martínez, a cargo de uno de los sindicatos afectados por el estancamiento económico y con la promesa de que cualquier acuerdo con la oposición pasará por vitalizar la obra pública en diversas provincias. Por allí pasará uno de los acuerdos que se anuncian, también la decisión sobre el hombre que suplantará al triunvirato aún vigente en la central obrera. Justo ocurre todo cuando empieza el juicio por los cuadernos y los empresarios imputados, al menos en una ocasión, deberán presentarse en público para confesar que coimearon o se servirán una desfiguración de ese término para no disminuirse ante los nietos que gastan la plata del abuelo sin interesarse por el origen.

En estos temas de parentesco, hay una curiosidad pendiente para la nueva realidad de Caputo: tiene bajo su mando a Lugones padre, el ministro, pero en cambio suele hacerle la venia al hijo, Rodrigo, quien vive en Madrid y viaja seguido a Buenos Aires, ex socio de Santiago en la consultora y al que muchos observan como su fuente inspiradora y rectora. Delicias misteriosas de las fuerzas del cielo que hoy arbitran las nubes, el sol, la lluvia o el granizo del poder.

Por Roberto García / Perfil

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