





Como en una inundación, el agua de la gestualidad de Estados Unidos para rescatar al gobierno de Javier Milei bajó y volvieron a discutirse en los círculos de poder los temas sensibles de la actualidad. El anuncio de la reinstauración del cepo el viernes, en el medio de la rueda, no hizo más que confirmar las debilidades del plan y puso en alerta al sector privado. En los despachos empresarios hay sobre la mesa dos asuntos: una recesión que avanza y, en relación a eso, las chances electorales reales que el Gobierno tiene de cara a octubre. El consenso del establishment, en base a sondeos con consultoras y encuentros con sectores productivos del interior, es un panorama no bueno para los libertarios.
Hay dos casos que ejemplifican el fondo de la cuestión y que se dieron esta semana. Tanto la Unión Industrial Argentina (UIA) como la Embajada de los Estados Unidos semblantearon un escenario complejo y decidieron moderar las intervenciones y opiniones públicas sobre política, más aún luego de que el titular del Tesoro de Trump, Scott Bessent, aterrizara el Mirage en el gomón pinchado de la economía argentina.
El titular de la central fabril, Martín Rappallini, es un soldado fiel de Techint. Dueño de Cerámica Alberdi, es parte de la cadena de valor de Paolo Rocca y responde al "roquismo". Lo que Rappallini dice al frente de la UIA es lo que los lugartenientes de Rocca están habilitados a decir, pero utilizando otros canales de voceo. El martes, en la reunión de la mesa chica de la entidad, Rappallini planteó un escenario económico de devastación. Casi que descartó que Argentina pueda volver a crecer, y menos con la industria, que según la entidad está 10 puntos abajo del 2023. En un arco narrativo por lo menos particular, la UIA pasó, también por decisión de Rocca y los gigantes, de elogiar el ajuste a pedir que sea un ajuste con crecimiento, a riesgo de que el gomón se termine de hundir.
Rocca es hermético, habla sólo dos o tres veces por año, en eventos propios. Dice lo que quiere, cuándo y dónde quiere. Se queja de China, elogia selectivamente el libre mercado y, cada tanto, hace alguna mención política. Eso ocurre muy de vez en cuando. Pasó el martes: Rappallini les dijo a sus pares -entre ellos Arcor, Ledesma, los laboratorios nacionales de CILFA, los empresarios textiles y las automotríces- que "tenemos que mantenernos al márgen de opiniones políticas, al menos hasta noviembre". Muchos de los presentes se salían de la vaina por opinar. La industria está caliente, no por máquinas prendidas. Rocca es el refrigerante de humores y David Uriburu, el hombre de Paolo en la UIA, el que digita la estrategia. En ese mes de noviembre, luego de las elecciones legislativas, viene la conferencia industrial, donde planean decir cosas. Allí, Techint dio la orden de bajar línea. Primero, porque los números que ven son insorportables; segundo, porque analizan que el Gobierno estará muy ajustado en octubre.
Crónica de la destrucción
En Santa Fe, polo industrial principal junto a Córdoba y Buenos Aires, se perdieron 19 mil empresas desde el 2023. Duelen Villa Constitución y San Nicolás, rozando el 9,8 de desempleo. Padecen Vassalli, la fábrica de cosechadoras de Firmat; Acindar y Sancor. Un escenario parecido vieron en Entre Rios los enviados de Rappallini que se vieron con el gobernador Rogelio Frigerio esta semana. En Córdoba, la gente de Arcor informó un caos de actividad similar. Esos tres distritos son centrales en la elección. Los industriales creen que en Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires el gobierno de Milei perderá, que ganará cómodo en Mendoza y, quizás, en Chaco. Que el comicio en CABA será ajustado, al igual que en Entre Ríos. Aún lejos de las urnas, una foto lejana al anhelo de un mapa violeta.
El daño fabril ha cruzado el umbral para instalarse como eje de la crisis en distritos productivos. Es lo mismo que ocurrió en los municipios más industriales del Conurbano. Hay un dato que es letal y aplica a un sector emblema, los industriales metalúrgicos de ADIMRA. El sueldo promedio en el rubro es de sólo 900 mil pesos. Cualquier comentario es decorativo.
"No te salva ni Obama de esto", bromeó un industrial en la mesa del martes, cuando se habló, muy por encima, del rescate de Trump al gobieno de Milei. Ese clima también cambió. Algunos memoriosos trajeron a la actualidad la algarabía que, en 2018, llevaron a la UIA Luis Betnaza, ex operador estrella de Rocca, y otro viejo lobo del liberalismo, el ex FIAT Cristiano Rattazzi. Los dos celebraron el préstamo del FMI en la era Macri como un hito. Hoy, nadie se atreve a señalar como un hecho vital el rescate de Trump y se preguntan qué hay que dar a cambio.
Los problemas con el amigo americano
Esa situación de la UIA relativizando a Trump dice cosas. La avanzada estadounidense sobre Argentina es calificada como una intromisión inadmisible no sólo de este lado, sino también entre políticos y empresarios estadounidenses, algo que se evidenció con el conflicto de la soja esta semana. En consonancia, en la Embajada en Argentina andan con pies de plomo. Según supo Página I12, habría en principio un acuerdo para que el nuevo diplomático, Peter Lamelas, llegue a Buenos Aires después de octubre, con el resultado puesto. Allí talló, también, el canciller argentino, Gerardo Werthein. Diagnostican en esos ambientes que la oposición argentina no evalúa la ayuda como algo positivo, y que la sociedad es reacia. Por eso, dolieron las horas pasadas en las que volvió a circular el video de Lamelas asegurando que quiere a CFK judicializada, a las provincias intervenidas por Estados Unidos y al gobierno rendido a la mano del Tío Sam.
La toma de poseción de Bessent sobre Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, fue tan descuidada que puso a Argentina, por un rato, en medio de una guerra comercial global. Los farmers estadounidenses presionaron a Bessent, que a la vez presionó a Caputo. Los corredores de granos y la cerealeras le advirtieron al ministro que esta situación iba a tensionar en muchos frentes. Además, el enojo de los farmers y el apuro de Bessent no sólo aceleró la entrada de dólares de las cerealeras, sino que es el causante de la reimposición del cepo, por temor a que los pesos en el camino se metieran en la dinámica del rulo.
Mientras tanto, Juan José Pazo, el titular de ARCA, la ex AFIP, blanqueó en público que lo habían criticado en grupos de Whatsapp con ruralistas. Funcionario en ascenso, fue uno de los encargados de negociar. No es extraño, Pazo conoce el paño porque es empresario agropecuario. En 2017, cuando Macri puso a Caputo de secretario de Finanzas, "Toto" puso a su amigo Pazo al frente de la Secretaría de Seguros. Se conocían de años y mucho de la actividad privada: Pazo creó junto a su esposa la textil Rapsodia y se asoció a Francisco De Narváez en el Grupo textil Alas, que maneja Caro Cuore, entre otras.
En los años PRO, Pazo fue también secretario de la Unidad de Información Financiera (UIF), a la órdenes de Mariano Federici. Cuando se terminaron los años amarillos, en junio del 2020, el destino volvió a juntarlos a todos. Caputo y el hoy titular del Banco Central, Santiago Bausili, crearon el Fondo Invernea, con el que que manejaron desde su consultora Anker inversiones en agro y la ganadería. De allí salieron, también sus laderos de hoy, Martín Vauthier y Federico Furiase. Invernea tiene entre sus socios a Pazo, a los hijos de Caputo, a Federici y hasta a Sergio Iraeta, que es actualmente el secretario de Agricultura de Milei. El fondeo de Invernea lo hicieron, no casualmente, las aseguradoras que Pazo debió controlar durante el Gobierno de Macri. Hoy, a Invernea la dirige Martín Voss, hermano del actual director del banco BICE, Maximiliano Voss. En el banco BICE trabajan, hoy, Vauthier y Federico Núñez, dos amigos de Caputo y Pazo. Martín Voss, que también trabajó con Pazo en subsecretaria de Seguros,. tiene el 10 por ciento de Invernea, y el 90 por ciento es de Pazo. Coincidencias.
Por Leandro Renou / P12





