







El influyente banco Morgan Stanley publicó este lunes un duro informe en el que retiró su “postura favorable” sobre la Argentina y cerró su recomendación de compra de bonos soberanos, en respuesta a la nueva incertidumbre abierta tras las elecciones en la provincia de Buenos Aires. La entidad proyecta una caída de alrededor de ocho puntos en comparación con el cierre del viernes, con un precio promedio estimado de 56 dólares (contra un valor nominal 100) y un peor desempeño para los títulos de corto plazo. La señal desde Wall Street se sumó a un lunes negro en los mercados: se desplomaron las acciones, retrocedieron los bonos y el riesgo país dio un salto, en un contexto en el que el oficialismo quedó lejos de consolidar un nuevo piso electoral en el distrito clave.


En el plano financiero, bancos y consultoras internacionales coincidieron en que el resultado bonaerense fue peor de lo previsto. Fondos de inversión retiraron recomendaciones de compra y recalcularon la capacidad de Javier Milei para sostener su programa de ajuste. JP Morgan habló de una “prima de riesgo político prolongada”, mientras que Bank of America anticipó que los bonos argentinos podrían retroceder a valores del cuarto trimestre de 2024. AdCap, en tanto, remarcó que el mercado descontaba una derrota pero de apenas cinco puntos, y que la diferencia final dejó al oficialismo por debajo del treinta por ciento provincial, lejos de consolidar un nuevo piso electoral.
La consultora 1816 advirtió que la derrota en Buenos Aires abre un interrogante inmediato sobre la sostenibilidad del régimen de bandas cambiarias. Hasta el viernes el techo estaba fijado en 1470 pesos, frente a un dólar oficial de 1365, y la expectativa de los operadores era que ese esquema podía mantenerse hasta octubre. “El resultado acelerará las dudas sobre si el sistema llega intacto a la elección presidencial”, señalaron en un informe, donde también proyectaron mayor presión sobre las reservas y volatilidad cambiaria.
El ministro de Economía, Luis Caputo, intentó llevar calma: “Nada va a cambiar en lo económico. Ni en lo fiscal, ni en lo monetario, ni en lo cambiario”, sostuvo. La ratificación del rumbo fue leída como inevitable para evitar que se desatara una corrida inmediata, aunque los operadores interpretan que el mensaje es insuficiente. Sin algún cambio significativo —ya sea apoyo financiero externo o modificaciones en el staff de gobierno— será difícil contener las expectativas de abandono de las bandas. Los 1.130 millones de dólares que quedan en el Tesoro resultan escasos y el Banco Central, con reservas líquidas estimadas en 17 mil millones, aparece en la primera línea de fuego para sostener el techo cambiario.
Las tensiones no se limitan al dólar. El Tesoro enfrenta esta semana vencimientos con el sector privado por 7,5 billones de pesos, un desafío que medirá la confianza del mercado. Para sostener la estabilidad, el gobierno combina ventas de reservas, altas tasas de interés y mayores encajes a los bancos, un esquema que economistas describen como frágil y difícil de extender hasta octubre. Incluso circuló el rumor de que se evalúa pedir asistencia a la línea especial del Tesoro de los Estados Unidos para estabilizar monedas, una señal de la magnitud de la presión cambiaria.
En paralelo, la actividad económica se encamina a una recesión más profunda. Con expectativas de devaluación marcadas y una demanda interna debilitada, las empresas frenan producción y ventas. Los analistas no prevén una aceleración inflacionaria muy por encima del dos por ciento mensual en el corto plazo, pero advierten que la combinación de menos actividad y más inflación erosiona aún más las chances electorales del oficialismo.
La lectura del mercado es que el resultado electoral debilita la narrativa oficialista y refuerza la incertidumbre. Para algunos analistas, la estrategia de “cambiar la política y no la economía” es riesgosa, dado que el ajuste avanza en un clima de deslegitimación política. Fausto Spotorno, exasesor de Milei, habló de “cincuenta días de tormenta y ruido en los mercados”, mientras que Luis Secco señaló que el presidente disocia su política económica del resultado electoral. Esa desconexión, advierten, puede agravar la inestabilidad.
De cara a octubre, la provincia de Buenos Aires vuelve a confirmarse como el principal termómetro político del país. El peronismo llega fortalecido y Axel Kicillof se consolida como referente de la oposición, mientras que Milei optó por negar la crisis y replegarse en su núcleo duro. En lo financiero, el gobierno enfrenta siete semanas de pulseada contra el mercado: reservas limitadas, tasas altísimas y expectativas devaluatorias crecientes. La incógnita es si podrá sostener el esquema sin cambios o si la presión lo obligará a corregir. Lo que dejó en claro la elección bonaerense es que la política y la economía se retroalimentan, y que ambos frentes se entrelazan en una coyuntura que definirá no solo la elección de octubre, sino también la estabilidad del programa económico.
Por Juan Garriga / P12







