


Drones y guerras: cómo Ucrania está redefiniendo el futuro de los conflictos armados
Actualidad - Internacional15/07/2025




La explosión de tecnologías relacionadas con los drones y su desarrollo derivada de la guerra de Ucrania ha congelado el frente, está transformando completamente los modelos de combate y ya plantea profundas preguntas sobre la relación entre guerra e innovación.


Miles de drones de todo tipo, desde unidades de bajo costo modificadas comercialmente hasta sistemas autónomos de alta tecnología, operan diariamente, saturando los cielos, golpeando objetivos y obligando a repensar el equilibrio militar.
Este fenómeno ha acelerado una carrera tecnológica en la que ambos bandos, pero especialmente el ucraniano, combinan innovación casera con respaldo internacional: drones FPV que usan operadores en el mejor estilo de un videojuego, redes de recompensas por logros bélicos, células de producción locales que fabrican miles de unidades al mes y sistemas de inteligencia artificial embebida en los propios drones para posibilitar la navegación autónoma y el reconocimiento selectivo de objetivos.
La guerra de Ucrania se ha convertido en un laboratorio prodigioso. La urgencia en el campo impulsó desarrollos que, en tiempos de paz, habrían requerido años de inversión. Los drones baratos ya demuestran que pueden destruir plataformas militares valiosas a una fracción del coste de los misiles convencionales. Los Estados Unidos y Europa están profundamente alarmados, no solo ante posibles nuevos desarrollos de drones cada vez más potentes y sofisticados y por el lanzamiento de ataques directos como la alucinante Operación Spiderweb, con daños estimados en 7,000 millones de dólares y más de cuarenta aviones rusos destruidos o dañados, sino porque estos sistemas ponen en evidencia vulnerabilidades estratégicas hasta ahora completamente subestimadas.
Este escenario plantea una pregunta fundamental: ¿puede la proliferación de drones baratos detener otros conflictos o disuadir futuras ofensivas? En teoría, la capacidad de saturar defensas antiaéreas con cientos o miles de dispositivos económicos podría llegar a inducir una paridad táctica instantánea. Un enemigo hipotético se vería forzado a invertir en defensa aérea masiva, lo que frena avances y encarece la ofensiva. Sin embargo, la experiencia muestra que por cada dron surge un nuevo sistema de contramedidas: de los sofisticados sistemas de fragmentación y los láseres emergentes, al uso de enlaces ópticos o incluso de largos cables de fibra óptica inmunes al bloqueo electrónico. Así, la guerra en Ucrania se convierte en un bucle de acción y reacción tecnológico, donde cada avance trata de diferenciarse antes de ser neutralizado.
La inversión en tecnología militar por parte de países de la OTAN obligada por las exigencias de Donald Trump está empezando a ser gradualmente redirigida: en lugar de financiar costosos tanques y otros vehículos de combate, los países se están movilizando para apoyar estructuras ágiles, startups defensivas, innovación rápida e integración de inteligencia artificial. La Unión Europea observa y debate si continuar volcando recursos en tanques o privilegiar plataformas no tripuladas, resistentes, adaptativas y escalables.
¿Podría todo esto terminar derivando en beneficios tecnológicos para escenarios de paz? Seguramente sí. La innovación en drones autónomos, inteligencia artificial, comunicaciones seguras y logística distribuida podrá aplicarse en escenarios de desastres naturales, en la vigilancia ambiental, en el desarrollo de sistemas de conexión remota o en el despliegue de servicios médicos urgentes en zonas aisladas o de difícil acceso. La tecnología desarrollada originalmente para la guerra encuentra con frecuencia rutas de retorno hacia usos humanitarios y civiles, mucho más baratos y eficientes que los sistemas tradicionalmente utilizados.
La guerra en Ucrania, desencadenada en un momento en que la tecnología de los drones parecía estar alcanzando una cierta situación de madurez, ha acelerado un nuevo escenario, en el que el coste marginal de atacar un objetivo pierde relevancia ante la masa crítica de dispositivos económicos y eficientes que pueden ser utilizados. Hemos entrado en una era en la que la guerra tecnológica es barata, veloz, descentralizada, y plantea un desafío sin precedentes para la doctrina militar y la diplomacia global. Si bien no garantiza la paz, sí redefine la ecuación de la fuerza: quien no se adapte al modelo de guerra mediante drones y otros vehículos de operación remota o autónomos verá sus arsenales y sus estrategias quedar rápidamente obsoletas. Seguro que Rusia, cada vez más embarcada ahora también en la obtención de drones de todo tipo, nunca fue capaz de prever un escenario así.
Nota: https://www.enriquedans.com/







