Para leer al perro Conan

Actualidad02/06/2025
conan

1. En los años setenta del siglo pasado, un libro, “Para leer al Pato Donald”, de Ariel Dorfman y Armand Mattelard, se transformó en un ejemplo muy epocal de interpretación, si entendemos por interpretación aquello de hacer consciente lo inconsciente. El libro, que hoy suena en muchos aspectos actual y en otros tremendamente anacrónico, demuestra que el subtexto siempre es tan potente como el texto. Lo que se muestra es más potente que lo que se dice. Y lo que se oculta es lo que, bien mirado, es lo que se dice más enfáticamente. Una de las enseñanzas del libro es que el mundo de Donald es un universo sin padres. Sin padre.

Quiso la historia que más de cincuenta años más tarde, un Donald gobierne el país que fue el más poderoso del mundo en un momento límite en el que ciertos consensos básicos –la democracia, especialmente– empiezan a cuestionarse.

Estamos en la era de la ideología; es la ideología, estúpido, eso parecen decirnos.


2. Lo que describe “Para leer al Pato Donald” es más que una cultura y una batalla. Es un mecanismo de propaganda. Cabría pensar cuánto hay de más de Joseph Goebbels que de Antonio Gramsci en los mecanismos comunicacionales de gobiernos como el del propio Trump, Viktor Orban o el de Javier Milei. Propaganda, centralización y sobre todo ideología. Estamos en la era de la ideología. Es la ideología, estúpidos, no la economía, parecen decirnos los gobiernos tecnoultras.

3. La experiencia de Orban lo demuestra: lo que empezó como una experiencia de aparente libertad económica, terminó cerrando instituciones, ONGs y –sí–, universidades.

4. El primer epígrafe de “Para leer al Pato Donald” resuena diferente leído en la Argentina de 2025: “Mi perro ha llegado a ser un salvavidas famoso y mis sobrinos serán brigadieres-generales. ¿A qué mayor honor puede aspirar un hombre?”, dice Pato Donald, en Disneylandia, Nº 422.

5. Hoy experimentamos la política del perro salvavidas: la narrativa es tan importante como la realidad: la mística, el relato, la batalla.

6. Milei, su hermana, su triángulo de hierro, sus Agustín Laje, Nicolás Marques o Nahuel Sotelo son, esencialmente, una narrativa: los que aman ser los topos que destruyen una construcción desde adentro.

7. La semana que termina fue la de la discusión sobre otro mundo infantil. No se habló del Pato Donald ni de Disney sino de Pakapaka. La irrupción en la discusión pública de Tuttle Twins y su mensaje propagandístico tiene una doble intencionalidad: no solo se trata de su mensaje bastante pobre sobre cuestiones políticas, su mirada terraplanista y la caricatura de la figura de Carlos Marx están en la mira: lo que se quiere discutir es por qué las sociedades consideran importante educar, transmitir valores, decir cosas. Se cuestiona desde el Gobierno, más consciente que inconscientemente, más a Zamba, su existencia, que a su mensaje. Los mismos mellizos Tuttle se preguntan por la utilidad de las universidades en algunos de los capítulos de la curiosa serie. El economista especialista en desigualdad Branko Milanovićseñaló más de una vez la incidencia de la educación en la distancia que hay entre las elites y el resto de la sociedad.

8. Si se trata de detectar señales, el libro “Síndrome 1933” de Siegmund Ginzberg está lleno de ellas: el odio por la diferencia fue una primera etapa: se trató de imponer un modelo, de ejecutar un plan. Una especie de “¿Qué hacer?” antilenista que fue capilarizando. Claro que, por entonces, no existían las redes. Ni habían escrito los aceleracionistas como Nick Land. Ni los propagandistas de ideas ultra como Curtis Yarvin en Estados Unidos o el propio Laje en Argentina. Si la historia primero es tragedia y luego farsa, allí fue lentitud y ahora es velocidad: avanzar hacia un caos cibernético, ingenieril.

9. Un poco antes de 1933, en 1930, Thomas Mann escribió la nouvelle Mario y el Mago. La historia, sumamente perturbadora, es la de un viajero que llega a un pueblo italiano y se encuentra con un espectáculo bastante burdo de hipnotismo en el que terminan cayendo todos. Ese show se transforma en una suerte de experiencia Hamelin. Lo que parecía un chiste se transforma dominio colectivo, que termina, incluso, con el saludo fascista.

¿Batalla cultural o guerra contra la cultura? ¿A qué estamos insistiendo en realidad?

En un fragmento, Mann, repitamos, 1930, dice: “Los niños no comprendieron –¡gracias a Dios!– dónde acababa el espectáculo y dónde comenzaba la catástrofe, y se les dejó sumirse en la feliz ilusión de que todo había sido mero teatro”.

10. En la semana de las protestas del Conicet, de funcionarios diciendo que el problema de la discapacidad es de las familias y no del Estado, cabría preguntarse qué es lo que se discute en el fondo.

11. Claude Levi Strauss y sus seguidores definían a la cultura como “aquello que obedece a reglas de construcción comunes

que son estructuras mentales universales de carácter abstracto”. Cabría preguntarse si lo que estamos asistiendo es a una batalla cultural o una guerra contra la cultura.

Por Pablo Helman * Periodista/ Productor General de Bravo TV. / Perfil

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