







Javier Milei, presidente devenido en pastor, participó en un acto político religioso en el Chaco con un discurso particularmente violento. Ante un auditorio que sus organizadores calculan en 15.000 personas, pronunció una diatriba que, bajo la apariencia de una invocación religiosa, resultó ser un brutal ataque político.


Frente a feligreses que pagaron altas sumas de dinero por sus asientos, Milei desarrolló una encendida alabanza de la riqueza, en términos antagónicos con los principios más elementales de la piedad, la solidaridad y la empatía. Principios todos enarbolados por aquellos a quienes el presidente de la nación denostó y ridiculizó en su pública apología.
Así, su embestida en el templo evangélico el “Portal del Cielo” tuvo como destinatarios dos espacios claramente definidos. Por un lado, La iglesia Católica y su fallecido líder, el papa Francisco. Por el otro, los principales sectores políticos opositores a su régimen, representados por el justicialismo, el Frente de Izquierda, el socialismo, y el radicalismo. Todos ellos fueron denostados y acusados de las mayores plagas que según Milei afectan la cultura a la que reiteradamente se refirió como “judeo-cristiana”.
En ese trayecto, de los distintos frentes de lucha que dijo estar encarando, destacó que sobresale el que denomina “batalla cultural” desde el que afirma combatir al Estado y que lo integran las ideas de la izquierda y en especial del socialismo.
Con la penumbra que lo caracteriza, el multifacético nuevo pastor desarrollaba la lectura del documento que le fuera dado por sus consejeros libertarios, mientras impostaba su voz con el rostro iluminado. Simultáneamente y con recorrida igualmente guionada, las cámaras oficiales de la presidencia de la nación, enfocaban una gran bandera del Estado de Israel que flameaba entre los asistentes.
En ese particular clima, para sus ataques al Papa y a la iglesia, Milei se basó en un video enviado por el Vaticano a la sede porteña del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana (Copaju) dado a conocer el 28 de febrero de 2024. Un dato no menor es que esa comunicación a los jueces fue la primera presentación pública de Francisco tras su reunión con el presidente Javier Milei en Roma.
En otra parte de su disertación, Milei tomó como referencia literal lo dicho también por Francisco pero en la catequesis del mismo día 28 de febrero en su Audiencia General en Roma. En ella, el Papa había mencionado como uno de los grandes vicios capitales, la envidia, afirmando que según las Sagradas Escrituras “Los bienes que Dios nos da están destinados a ser compartidos”. Y agregó que por eso San Pablo exhorta a los cristianos: “Ámense unos a otros”.
A su vez, en el video citado, referido a la doctrina social de la iglesia, Francisco señaló que vivimos épocas de intensa injusticia y agregó “pocos ricos cada vez más poderosos y millones de pobres negados y descartados”… El Estado, hoy más importante que nunca, está llamado a ejercer ese papel central de redistribución y justicia social".
En su discurso en el templo, y en referencia obvia, Milei aludió puntualmente a ese mensaje papal y afirmó a los gritos: “….En definitiva, el envidioso cree que la clave de la economía está en redistribuir lo que otros generan” (SIC).
A su vez, tomó como eje de sus agresiones el concepto de justicia social que no sólo fue preocupación constante del líder de la iglesia católica, sino también de los sectores más representativos de la oposición a su régimen autoritario.
Dijo sobre ella el Presidente “no debe haber nada más anti judeocristiano que la idea de la justicia social, porque la justicia social, básicamente, es robarle a una persona el fruto de su trabajo y dárselo a otra”.
Agregó Milei que “la justicia social está francamente en contra del séptimo y del décimo mandamiento, porque robar está mal y codiciar los bienes ajenos, también”. Y continuó “la justicia social no sólo implica una violación de los derechos de propiedad, yendo en contra de la igualdad ante la ley, sino que también viola el primer principio fundamental de la economía, que es el principio de escasez.: "La primera ley de la economía es la escasez. No hay de todo para todos".
En otro tramo de su exégesis, Milei se dedicó a denostar una referencia hecha por el Papa a un tema crucial para los libertarios. Así, señalaba Francisco que "El dios mercado y la diosa ganancia son falsas deidades que nos conducen a la deshumanización y a la destrucción del planeta”.
Referido a ello, Milei afirmó: “Si los valores judeocristianos han sido una fuente inagotable de progreso, los antivalores de la izquierda terminan en el otro extremo, pobreza, miseria y subdesarrollo…Quieren reemplazar a nuestro Dios de los cielos por su maldito Dios Estado”.
Al respecto, como es sabido, Javier Milei viene enunciando aún antes de ser presidente, su odio profundo al Estado y su decisión irrevocable de destruirlo. Tal vez una de las dos afirmaciones más representativas de esa extraña obsesión sea la que reiteró en el Chaco calificando al Estado como “la representación del maligno en la Tierra”. La otra, cuando en una entrevista en Estados Unidos en junio de 2024, afirmó emocionado “Amo ser el topo dentro del Estado. Soy el que destruye el Estado desde adentro”.
Estas claras definiciones respecto de la malignidad de la institución que él mismo encabeza, así como de que su rol es el de destruirlo, plantean un importante dilema jurídico y al mismo tiempo, ético.
Respecto del primero de ellos, según la constitución nacional y toda la legislación derivada, Milei es el jefe del Estado Argentino. Su confesa intención de destruirlo, configura claramente las causales de juicio político y destitución del articulo 53 de nuestra Carta Magna.
En cuanto a la cuestión ética, reside en la demora y obstáculos que se están produciendo en el congreso de la nación para tratar la decena de pedidos de juicio político que acumula el Licenciado Javier Gerardo Milei.
En síntesis, el Presidente de la Nación participó el 5 de julio pasado de un evento privado que gracias a su presencia, generó a sus organizadores una fortuna de más de seiscientos millones de pesos. En su prédica desde el púlpito, exteriorizó una vez más su odio hacia los sectores vulnerables y sufrientes de la sociedad así como su desprecio por la dirigencia política que intenta auxiliarlos. Finalmente, promocionó las prisiones políticas que se están produciendo en el país debido al Lawfare y la represión.
Lo sucedido en ese nuevo templo y sobre todo la violencia del contenido del mensaje presidencial, es una alerta muy clara y contundente. La respuesta debería ser igualmente categórica. Después, siempre es tarde.
Por Carlos Rozansky / P12







