







Javier Milei se autofelicitó por acabar con “la teoría de la explotación” en la 11° edición del Latam Economic Forum. Frente a un público compuesto de grandes empresarios, analizó el contrato laboral indicando que, “salvo que los trabajadores estén explotando a los empresarios”, no puede haber explotación porque “son los trabajadores los que compran dinero a su empleador a cambio de trabajo”.


¿Por qué razón señalar que los trabajadores trabajan a cambio de dinero destruye la teoría de la explotación? Es realmente un misterio que nos deja con la duda de si el presidente es un genio incomprendido o simplemente dice boludeces con una inmerecida soberbia que recuerda al pitufo filósofo.
La teoría de la explotación parte de señalar la desigualdad de condiciones de negociación que se da en el contrato laboral. Esa desigualdad nace del hecho de que el trabajador precisa vender su fuerza de trabajo (“comprar dinero con trabajo”) para subsistir, mientras que el empresario dispone de capital y medios de producción.
Esa desigualdad de condiciones hace que en una negociación sin regulaciones entre cada trabajador individual y el patrón, la necesidad de subsistencia pueda llevar al trabajador a aceptar condiciones de explotación laboral. Ante esa situación, los trabajadores históricamente se organizaron y luego lograron que el Estado estableciera una serie de regulaciones como la negociación colectiva, el salario mínimo, las vacaciones pagas, el aguinaldo, entre otras.
A nivel económico, la teoría marxista de la explotación plantea que dado que los trabajadores (manuales, administrativos y hasta gerenciales) son los que intervienen realmente en el proceso productivo, los capitalistas (entendidos sólo como quienes ponen la plata) están viviendo del trabajo ajeno y, por lo tanto, explotando a quienes trabajan. De ahí deriva la utopía de un mundo sin explotadores donde la propiedad de las empresas sea del Estado (como sucedió en la URSS), o de los trabajadores (como sucedió en la Yugoslavia del mariscal Tito).
La teoría marxista de la explotación fue cuestionada al indicarse que el tamaño del excedente productivo depende en gran medida del estado de la tecnología, que es un proceso acumulativo de larga data de la humanidad con explosiones de desarrollo donde intervienen tanto la comunidad científica, como el Estado y los grupos empresarios. De ahí que los frutos del proceso productivo no correspondan únicamente a quienes participan directamente en él, sino que están abiertos a un debate ético-político sobre la distribución del excedente tecnológico.
Llevando el razonamiento hasta el extremo, ¿a quién correspondería el excedente en una sociedad donde el proceso productivo está totalmente automatizado por la utilización combinada de IA, programación y robótica? ¿A los robots explotados por el humano? ¿A una élite de empresarios y trabajadores tecnológicos? ¿A toda la población que debe gozar de un ingreso ciudadano más allá de su participación en el proceso productivo?
Por Andrés Asiain y Bernardo del Zorro / P12







