Humor: A jugar en la B

Actualidad05 de mayo de 2025
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Dada la situación del mundo y del país, esa mañana, le juro, no tenía ánimo para levantarme. Todo se veía tan oscuro y tenebroso que lo único que quería era quedarme en la cama hecho un ovillo, tapado hasta las orejas y con la almohada encima de la cabeza.

Mi esposa fue la que me recordó que si no salía a laburar esa noche no morfaba y, ayudada por una toma de karate, me sacó de mi lugar de confort y me puso de patitas en la calle.

Ya afuera, acertó a pasar Pepe Dondemepongo que venía con cara de desesperado.

–Dolape –me dijo–, estoy confundido, perdido, el mundo es un despelote infernal. Trump, capo di tutti i capi, se vanagloria que otros presidentes le quieran besar el trasero a cambio de algo y nosotros tenemos uno que se lo besa gratis, a cambio de nada. Parece que fuera vocacional…

–Bueno, en realidad…

–¡En realidad un cuerno! –me frenó el otro–. Aquí el Gobierno grita que no va a devaluar, luego devalúa, y después grita que no devaluaron. No se sabe si mienten para confundir o confunden para mentir. Vivir en este ispa es insalubre.

Lo dejo a Dondemepongo que estaba más perdido que una abuela en Tik Tok, camino un par de cuadras y me para una piba con una carpeta que me dice.

–Disculpe, señor, estamos juntando firmas para nominar a Toto Caputo Premio Nobel de Economía.

–¿Pero no proponían a Milei para el Nobel?

–Sí, pero con el lío de las cripto, Milei pasaría a ser algo así como un Nobel Emérito, pero a Caputo le sobran virtudes para el Nobel, o el Oscar o el Martín Fierro, pero que se merece un premio, seguro.

Lo pensé, y tiene razón. Nadie en el mundo hizo, ni de lejos, lo que hizo el Toto. En el 2018 consiguió que el FMI le diera más de 40.000 millones de dólares. Dólares que llegaron, no se usaron para hacer o construir nada, y al poco tiempo el tipo hace un pase de magia y… ¡sakafrusca!, los billetes desaparecen y en su lugar queda un pozo llamado deuda.

Luego, pasan los años, cambia el Gobierno, reaparece el Genio y consigue que ahora le den 20.000 millones más que se suman a los anteriores, que todavía se deben. Esto no lo hace ni Copperfield, ni Mandrake, ni el mago FaFa… ni nadie. Así que, sin dudarlo, firmé el petitorio y me las tomé.

En la esquina había un señor de la clase media que estaba tratando de convencer a su esposa de que no hay diferencia entre una milanesa de carnaza y una de nalga, que todo sigue bien, que no está mal bañarse rápido para usar menos el calefón, o cambiar la pizza de provoleta por una prepizza con queso cremoso, y luego seguir haciendo todo lo que sea necesario para no caerse y pasar a jugar en la B de los pobres.

Lo escuché y pensé: «Calavera no chilla», así que a joderse hermano.

Por Santiago Varela / Revista Acción 

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