De héroes y heroínas

Actualidad15 de enero de 2025
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Cuando el miedo al Covid19 nos recluyó en nuestros hogares, porque la única vacuna era la cuarentena, a las 20 horas salíamos a aplaudir a los médicos y enfermeras que eran nuestros soldados contra la muerte que avanzaba a paso redoblado. Arriesgaban sus vidas dentro de esas especies de trajes espaciales. Pero cuando volvían a sus hogares el temor era contagiar a sus padres, sus hijos, a sus compañeros. Se luchaba contra un enemigo desconocido del cual se ignoraba todo. Los terapistas estaban en la zona más complicada del combate y los días y las noches estaban unidos en ese combate desigual. Ahí los intubados entretenían a la muerte, en una lucha desesperada y desigual. Los rostros y los cuerpos protegidos de enfermeras y médicos eran el único contacto humano con los enfermos y con los familiares alejados y también aislados. Las vacunas de las que Milei descree, fueron inclinando la batalla a favor de la vida, y con el paso del tiempo el COVID fue pasando y la pandemia fue el hecho planetario traumático, el verdadero inicio del siglo XXI, que cambió hábitos, costumbres, formas de trabajo, nacimiento de fenómenos políticos extremos, todo tan traumático que no sólo no queremos recordar aquellos meses inciertos, sino que con enorme ingratitud nos fuimos olvidando de los aplausos y reconocimientos a nuestras heroínas y héroes médicos y enfermeras. Cuando la pandemia se alejó, nuestra memoria padeció la pandemia de la ingratitud. Una amnesia que convive con la injusticia.

A varios años de terminada aquella pesadilla, las enfermeras y enfermeros exigieron al gobierno porteño acceder a derechos básicos. Exigían el reconocimiento profesional de la carrera de enfermería, reclamaban ser profesionales de la salud. El gobierno de la Ciudad y sus socios en la Capital lo impidieron. A su vez, los médicos sufren un agravamiento de las condiciones de explotación de las prepagas y el deterioro de sus salarios en los hospitales públicos donde Javier Milei ha conseguido que todo el que trabaja en el Estado sea percibido como un parásito o un ñoqui. Muchas manos asustadas que ayer aplaudían hoy celebran cuando se despiden trabajadores con la sensibilidad de la motosierra. Médicos, médicas, enfermeras y enfermeros padecen la pandemia de la ingratitud en un clima perverso de crueldad. 

El presidente no los menciona. Sólo tiene palabras elogiosas para los empresarios, que son sus héroes. Ha dicho varias veces: “Ustedes son emprendedores, ustedes son los que crean riqueza, ustedes son los benefactores sociales, ustedes son los que tienen la llave para hacer Argentina grande nuevamente, ustedes son los grandes responsables, ustedes son los que pueden cambiar esta realidad, nosotros solamente les estamos dando un terreno de juego liso, un terreno de juego en el cual puedan jugar”. Otros de sus héroes son los diputados que rechazaron los aumentos a los jubilados y al presupuesto universitario. Desde su autopercepción de prócer, convierte a las ratas de ayer en los héroes de hoy. No habrá impedimento para que sean nuevamente ratas si se oponen a algunas de sus propuestas.

Cada uno elige a quien admirar. Los que no tienen más capital que su conocimiento puesto al servicio de los demás son ninguneados, y sus sueldos esmerilados. En cambio, muchos de aquellos que admira son los principales beneficiarios de los blanqueos o los que cambian su domicilio fiscal para pagar menos impuestos, o fugan capitales, o hacen de la evasión impositiva un deporte y son más ciudadanos de las guaridas fiscales que de su patria.

El Presidente sólo tiene una heroína que es su hermana. De ella ha vertido infinidad de elogios, pero posiblemente uno de los más significativos fue en el discurso aniversario de su gobierno: «Argentina tendrá para siempre una enorme deuda de gratitud para con ella».

En el salón de los próceres, denominado así por su hermana, no hay mujeres. Desconoce o, lo más probable, ignora, a Juana Azurduy y sus múltiples batallas; que su marido Padilla murió en combate, con el cual había conformado un cuerpo de 25 mujeres llamadas “Las Amazonas”; y que en su largo batallar, murieron cuatro de sus cinco hijos. También debe ignorar quién fue María Remedios del Valle, una negra designada como “La Madre de la Patria” a sugerencia de Belgrano, con quien luchó en Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma, y se destacó por su gran coraje. La misma que peleó bajo las órdenes de Güemes, y cuya hermana Macacha, fue protagonista importante acompañándolo en su gesta. Las dos primeras murieron en la extrema pobreza. Fueron heroínas a posteriori y no precisamente en la historia oficial, esa por la que transita e incluso adapta a sus intereses el economista austríaco. El mismo que no tiene ningún gesto de consideración hacia las heroínas y héroes reales de ayer y de hoy. Las mujeres que más que Jesús multiplican panes y peces en los comedores, que convierten la escasez en milagro aumentando el número de comensales en la mesa, son sospechosas y denostadas por el Presidente. Cómo no van a serlo si nunca se presentaron a ningún blanqueo.

Las docentes con varios trabajos que contienen enseñan y dan de comer no aparecen en sus múltiples discursos. Mientras más servicios imprescindibles se privatizan para que el mercado se encargue de ellos, más argentinos son privados de lo elemental en nombre de la libertad. En el himno, la libertad está muy cerca de la igualdad. En el país de Milei, su libertad estrangula la igualdad.

Los chicos de Malvinas “que jamás olvidaremos”, hoy hombres grandes, asisten con la misma impotencia con que fueron abandonados al regreso de las islas por un presidente a quien no le interesa el tema al punto que alinea su política exterior a la de dos países que no reconocen los derechos de Argentina sobre las Malvinas. Su vicepresidenta que alardea de malvinera tiene disidencias con el Presidente, pero no sobre el tema que levanta como bandera identificatoria. Además, ser malvinera y entreguista del territorio continental es una aberración que transitó la dictadura establishment-militar que reivindica. Los crueles y despiadados se ensañan con el presente y el pasado para destruir el futuro. Se destruye la memoria en nombre de una presunta memoria completa, con el oscuro propósito de convertir en héroes a los que ejecutaron un genocidio. Y se avanza hacia otro genocidio, sin campos de concentración, donde millones de argentinos tendrán que emigrar en un país reducido a las explotaciones primarias y a la valorización financiera. El gobierno es una farsa grotesca en donde en nombre de la libertad se esclaviza; en representación de los poderosos se afirma que la justicia social es una aberración y que donde hay una necesidad no surge un derecho sino un negocio para el mercado. Invoca que en tres décadas seremos Alemania, EE. UU o Irlanda, cuando en un lustro seremos Perú o Paraguay.

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Milei y Elon Musk. Foto: CEDOC
 

El presidente es, además, un cholulo de los multimillonarios tecnológicos que son sus héroes en un mercado que no tiene fallas, al tiempo que reivindica a los monopolios. Ante ellos, su genuflexión es el de un sirviente sin dignidad. Su odio hacia la cultura que no responda a sus prejuicios es similar a la que profesa al Estado sobre el cual actúa como un topo para destruir todos los derechos sociales y avances tecnológicos nacionales.  Tal vez en este momento que se siente un triunfador, sería bueno recordarle una frase que Shakespeare pone en boca de uno de los protagonistas de sus obras: “Cuando los sumisos y obsecuentes más se someten al poder para buscar beneficios, más el poder los humilla y los desprecia. El poder desprecia la obsecuencia siempre y obtiene placer en humillar a los sumisos.”

El filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi sostiene que “La libertad que hablan señores como Milei, es la de los mercantes (tratantes) de esclavos… Muchos jóvenes votan por Milei o por Meloni, son jóvenes que no tienen ningún futuro y lo saben… Este fascismo de la impotencia va a producir una tragedia que ni podemos imaginar las dimensiones”. (Perfil 29-12-2024)

Uno de sus héroes, Elon Musk, apoya al partido neonazi en Alemania que funciona bajo la denominación “Alternativa para Alemania”.

Su referente en España, Santiago Abascal, de Vox, reivindica al franquismo.

Su admiración en Italia se posa en Georgia Meloni, que elogia a Mussolini.

Declara a quién admiras y rápidamente se tendrá una fotografía precisa de quién eres.

El paso de Milei por la Presidencia dejará al país como el Paraguay después de ser destruido en la guerra de la triple infamia. Es, de alguna manera, la continuación mitrista en el siglo XXI.

Un país con las PYMES fundidas, los empleados esclavos y la mayoría de los jubilados muertos.

Un país donde ya los monotributistas y autónomos superan en cantidad a los trabajadores formalizados. Si hoy en la Argentina la informalidad supera el 40%, en Perú es del 75%. Los trabajadores de plataforma siguen aumentando, amortiguando la desocupación, pero haciendo realidad la flexibilización laboral total y absoluta.

Los tiempos históricos son impredecibles, pero en algún momento juzgará como se debe a los artífices, ejecutores y sostenedores de este periodo de demolición y crueldad extrema. De sufrimientos padecidos como implosión y no como explosión. Como si el pueblo que históricamente protagonizó el 17 de octubre, el Cordobazo y una docena de “azos”, el 19 y 20 de diciembre del 2001, ha decidido padecer en silencio o luchando en forma parcializada.    

Desde algún lugar del infinito, el poeta Juan Gelman grita: “No te olvides de olvidar el olvido”. 

 

Por Hugo Presman * Periodista. Conductor del programa radial El Tren. La Tecl@ Eñe

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