Una condena Kafkiana

Actualidad14 de noviembre de 2024
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En el día de ayer se concretó en el país el fraude jurídico más grande en los 41 años de recuperada la democracia. Una Sala de la Cámara Federal de Casación Penal (el más alto tribunal penal del país), confirmó la sentencia de condena a Cristina Fernández de Kirchner del 6/12/2022, por hechos que nunca existieron.

Para dimensionar la violencia institucional que se vive en el país y que ese fallo implica, hay que remontarse a Franz Kafka. El notable autor checo, en “El Proceso”, describe hace un siglo el increíble caso del “Señor K” (curiosamente K), procesado y condenado por hechos que nunca conoció. La conexión entre la ficción de Praga de 1925 y la realidad argentina de Milei, surge de la lectura de la citada obra magistral y del expediente en el que mañana se definirá una nueva etapa.

En ambos casos, el poder real, representado por personajes siniestros con toques burlescos, recorren los pasillos de tribunales, mostrando el peor rostro de una familia judicial que trasciende las fronteras. 

Ese proceso absurdo, relatado por Kafka, se desarrolló sin garantías de ningún tipo, y es el reflejo de la administración decadente del imperio Austrohúngaro que aquel autor conoció. En él se gobernaba por decreto y resultó la antesala de lo que sucedería en Europa veinte años después con el Holocausto.

Por estas tierras, en el expediente conocido como “Vialidad”, el Tribunal fue presidido por el juez Rodrigo Giménez Uriburu que integraba el equipo “Liverpool” y jugaba al fútbol en la casa de campo de Mauricio Macri. El fiscal que acusó en el caso -Diego Luciani-, integraba igualmente el citado teem. Asimismo, es bueno recordar que, en la Cámara de Apelaciones Federal, actuaba y aún continúa como juez, el arquero del “Liverpool”, Mariano Llorens junto a dos magistrados indebidamente designados, por Decretos de Mauricio Macri.

Referido a otros deportes, cabe recordar, finalmente, que varios de los jueces de la Cámara Federal de Casación jugaban al Paddle y al tenis en la quinta de Olivos con el entonces presidente Macri.

Igualmente se impone tener en cuenta que todo el juicio a la ex presidenta fue una suma de escenas bizarras. Así, el presidente del tribunal, tomaba mate durante la audiencia mostrando a la cámara que el recipiente tenía el logo del “Liverpool”, símbolo del citado equipo de fútbol en el que juega como el magistrado que sorbía la infusión.

Asimismo, y como sucede en toda causa inventada, no existían los hechos denunciados ni prueba alguna, pero esa carencia no fue obstáculo. Es sabido que en un proceso espurio de Lawfare, no se requieren pruebas, sólo decisiones. 

Finalmente, en esa causa, luego de 6 años, Cristina Kirchner fue condenada el 6/12/2022 por hechos que nunca existieron.

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Para comprender mejor la operación, es útil recordar que traducido habitualmente como guerra jurídica o judicial, el “Lawfare” es un concepto que surgió por primera vez en 2001. Fue en un ensayo escrito por el General de División (retirado) Charles Dunlap Jr., de la Fuerza Aérea de EE. UU. Recientemente, el propio Dunlap lo define entre otros conceptos como “el uso de la ley como un medio para conseguir lo que de otra manera tendría que conseguirse con la aplicación de la fuerza militar tradicional”.

Esa nueva metodología reemplazó los golpes de Estado tradicionales producidos en la región durante el siglo pasado con el fin de aplicar los modelos económicos de brutal ajuste neoliberal. En nuestro país, Mauricio Macri y su banda, llevaron adelante un Lawfare de manual mediante el cual persiguieron y disciplinaron a una parte neurálgica del poder judicial. Fue así como lograron allanar el camino para el despojo y fuga sin precedentes que efectuaron sobre los recursos del país y de sus ciudadanos. 

Terminado el período de Macri, durante la presidencia de Alberto Fernández, se anunció un tenue intento de reforma judicial con el declamado objeto de poner fin al profundo deterioro sufrido en ese poder del Estado. Como era de esperarse, la reacción de los sectores más recalcitrantes de la justicia, comenzando por la Corte Suprema, se opusieron exitosamente. Surgió entonces como opción de la extrema derecha, el personaje de Javier Milei quien, en un par de años, con el imprescindible respaldo mediático y coaching constante, llegó a la presidencia de la nación.

Convocando a los más conspicuos personajes de la gestión de Pro-Cambiemos, que hoy integran su gabinete, puso en marcha una versión de reemplazo del Estado democrático por uno totalitario y de destrucción social selectiva nunca padecido en el país.  

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En el experimento que está llevando a cabo Javier Milei, no se trata sólo de una guerra jurídica o judicial como el Lawfare pensado por Dunlap y aplicado por Macri, el cual por cierto se mantiene en plena actividad controlando sin dificultad un sector clave de la justicia. Es en cambio, una mezcla del surrealismo neoliberal de Mauricio Macri con el delirio “anarcocapitalista” de Javier Milei.  

Él y su runfla, se comunican a diario con más de tres millones y medio de seguidores de la red X a través de constantes noticias falsas complementadas por la vocería presidencial de Adorni en uso y abuso de los medios de comunicación oficiales.

En estos momentos, Milei encabeza una nueva forma de opresión inspirada en la comunicación del nazismo alemán y el fascismo italiano de la década de 1930. Los micrófonos de Goebells fueron reemplazados por trols digitales amateurs y mentalmente precarios que inundan de odio las redes junto a comunicadores profesionales que llevan a cabo entrevistas guionadas en su totalidad.

En ellas, el presidente de la nación, simulando estar distendido, o convenientemente ayudado para estarlo, afirma que el país atraviesa el mejor momento de la historia, que los jubilados tienen un fabuloso ingreso pensado en dólares y que Argentina será en algunas décadas la máxima potencia mundial.

Simultáneamente, por las noches y en muchos casos de madrugada, en la intimidad de Olivos, Milei postea y repostea cientos de mensajes, todos tan bizarros como su delirio. Entre interminables falsedades, festeja la fantasía de que las encuestas le dan cifras magníficas de aceptación popular y que de ahora en adelante, sólo “habrá buenas noticias”.

Es difícil no asociar esas palabras con el mensaje de Fernando de La Rúa el 22 de diciembre de 2000. Allí, por cadena nacional, afirmó: “El mundo ha sabido ver las virtudes de un gobierno serio y de un país con futuro…Qué lindo es dar buenas noticias!”. En los meses siguientes, se agudizó la crisis que lo llevó a renunciar a su cargo.

Volviendo a la cercana sentencia judicial, es decisivo comprender que en el actual escenario montado por la extrema derecha autodenominada libertaria, no tiene importancia que Cristina Fernández de Kirchner no haya cometido delito alguno. Como no la tuvo la inocencia del Sr. K de El Proceso del citado autor de Praga. En el mundo Kafkiano, así como en el de Javier Milei y su entorno, la realidad es sólo una nimiedad. Una minúscula circunstancia que quien se define como enviado del cielo debe superar para seguir negando medicamentos oncológicos, llevando a la enfermedad y muerte a numerosos adultos mayores y humillando hasta la denigración a los más hambrientos.     

El único récord real del régimen abyecto del presidente de la nación, es ser el único país del planeta que votó en las Naciones Unidas en contra de reconocerle derechos a los pueblos originarios.

Ojalá la confirmación de la condena a Cristina por delitos que no existieron y que nunca cometió, sirva para movilizar a la dirigencia y despertar de esta pesadilla que se llama Javier Gerardo Milei.

 

Por Carlos Rozanski * Ex Juez de Cámara Federal y ex presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N.º 1 de La Plata. La Tecl@ Eñe

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