







Asistimos a un diciembre inesperado ya que se había instalado que el Presidente, más apoyado y celebrado que nunca por el gran empresariado, desplegaría una marcha triunfal decembrista que avasallaría a todas las representaciones políticas y culturales de la sociedad democrática. Se adelantaron a establecer que los congresales ya se habían allanado a actuar como levantamanos de los proyectos legislativos del Gobierno. También los gobernadores estarían subordinados mediante oscuros arreglos de Palacio, por lo tanto “ordenarían” a sus diputados y senadores a alinearse con lo que dicte el Presidente. Se afirmaba que la oposición política y parlamentaria estaba desorientada y a la defensiva.
Abundaban las caracterizaciones investidas de serias sobre el “desconcierto”, el “desierto”, la “postración”, incluyendo el estado de indefensión con que se presentaba al movimiento obrero y con una segura inclinación a negociar “lo que se pueda” para salvar la ropa. En fin. Un sinfín de recursos de literatura política de la intelectualidad periodística de la derecha. Cierto es que esa línea argumental comparte un espacio con otros sectores políticos, siempre proclives a un “realismo” que los inclina a asumir que lo determinante es el desconcierto y pasividad, frente a cualquier derrota circunstancial.
Ante esa súbita escena, retornó la furia presidencial contra el Congreso, aquel “nido de ratas”; y contra los gobernadores “traidores”, quienes no pudieron evitar el recuerdo de aquello de “los voy a mear”. No es para menos. Tanto Milei como Caputo venían reiterando que las leyes que asignan los fondos para las universidades y a los tratamientos a personas con discapacidad eran “demagógicos”, condenando al país al déficit fiscal.
En estas cuestiones tan cruciales para la vida de la ciudadanía, quedó demostrado que existen reservas democráticas que influyeron decididamente para que esas leyes oprobiosas no sean votadas, a la vez que el eco en Plaza de Mayo y en todas las avenidas de la República, perforaba el muro cultural levantado para blindar el “paquete” que se impondría en un trámite exprés. Lo cierto es que la coalición que se armó contra el malhadado capítulo 11, fue el ariete que generó una clarísima derrota cultural a Milei.
Una combinación de ignorancia, soberbia compulsiva, y la voluntad de mostrarle al poder que están dispuestos a todo tipo de ignominias en pos de impulsar el plan que demandan las corporaciones de los multimillonarios, les impide ver y aceptar una realidad social que viven millones de ciudadanos humildes empobrecidos, cuyas condiciones de vida son cada vez más penosas, y millones de niños/as indigentes que no completan la alimentación, o sea, que pasan hambre.
Amplísimas franjas de las clases medias sufren el deterioro de su nivel de vida y sus expectativas futuras. Tampoco quieren ver el cierre generalizado de empresas pequeñas, aunque también medianas y grandes, con su secuela de suspensiones y despidos. Cierran los ojos ante el rechazo de la mayoría del pueblo a la pertinaz e inexplicable negación de fondos a jubilados, personas con discapacidad, a la educación pública y a los organismos que sustentan las actividades culturales. Se podría seguir con una larga enumeración de inequidades, pero esta obnubilación del gobierno chocó contra una sociedad que le puso un límite, que debe ponderarse como una bisagra hacia nuevas dinámicas políticas.
La invencibilidad inventada en la noche del 26 de octubre duró muy poco. Así las cosas, desde la derrota emergió el ominoso ¿Qué pasó? que encubre el verdadero: ¿Qué nos pasó? Hasta las plumas más notorias de los medios del poder están haciendo volteretas para explicar que la inminencia del triunfo definitivo del mileísmo y el enterramiento de la oposición, no ocurrieron. Habían instalado que el gobierno logró el dominio absoluto de la situación política y el apoyo más explícito que nunca del presidente de Estados Unidos, los prestamistas de Wall Street y el FMI. La crema del capitalismo. En ese clima exitista se exhibía el plan económico de Milei y el Toto como un inspirador ejemplo universal.
La euforia fue tal que, como siempre, los vendedores de fantasías terminaron creyéndose sus invenciones. En vez de marcha triunfal, hubo una suerte de jueves negro. Le votaron en contra la anulación de recursos a las universidades nacionales, la emergencia en discapacidad, el beneficio a los empresarios de Edenor y los italianos de Edesur, la reducción a los subsidios del gas a Zonas Frías, el aumento de los recursos a la gestión macrista de CABA, el congelamiento de la Asignación Universal por Hijo y las familiares; todo lo cual volvió a desnudar la fragilidad política de una gobernabilidad sustentada en el Presidente y su hermana, y su imposibilidad de articular alianzas con el arco de la derecha, y otros varios, siempre dispuestos a cambiar de color según la ocasión. Extasiados y confundidos con el triunfo del 26 armaron de apuro una nueva ley ómnibus que arrasaría con todos y todas, mezclando leyes laborales, impositivas y culturales. El hecho cierto de que se la hayan escrito los bufetes “expertos y serios” de las cámaras empresarias no los exime de estar inficionados de ceguera política.
En suma, la vida política en la actual coyuntura zanjó la polémica sobre una cuestión crucial para las fuerzas populares: no hay que pensar y articular el debate y las luchas mirando al 2027. El problema es ahora, diciembre de 25 y el verano del 26. Las luchas sociales y culturales, y las diputas parlamentarias; irán cimentando la base política e ideológica para resistir el ataque de las derechas, a la vez que se articula un grupo unido y programático con vistas al 2027.
Sin embargo, nuestras problemáticas deben incorporar la cuestión más crítica para los pueblos del continente. Reaccionar solidariamente frente al peligro de una agresión militar del imperialismo a Venezuela, lo cual generaría una situación gravísima para ese pueblo hermano y para toda nuestra región. Milei debiera asumir la advertencia sarmientina de que “la bandera blanca y celeste…no será jamás atada al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra” (inauguración de la estatua de Belgrano en Plaza de Mayo). Las conquistas por guerra en pos del dominio sobre otros pueblos, son antagónicas a los principios e ideales de Libertad, Igualdad, Soberanía Política y Justicia Social.
Por Juan Carlos Junio * Secretario General del Partido Solidario y director del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”. / p12






















