El mundo de las repeticiones

Actualidad10 de septiembre de 2024
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Los discursos de Milei tienen la característica de la repetición. Algunas frases podrían ser completadas por anticipado en la mente de un observador, como aquel que de repente se acuerda de lo que está por suceder y se lo expone velozmente a sí mismo en su pensamiento, agitado, igual que el que recuerda la escena de una película ya conocida. Que la inflación corría a unos miles por ciento y que a su vez es ella siempre un fenómeno monetario, que está el error de tipo 1 y de tipo 2, un golpe a los keynesianos, la cita a Hume, explicaciones de fórmulas y exposición de nombres de cosas estadísticas, y algo sobre lo que es el dinero (a diferencia del trueque), ofrecen la secuencia esperada de lo que probablemente casi nadie entiende, pero que indefectiblemente ya se espera.

Podría argumentarse que las repeticiones cumplen un rol en los procesos sociales, en especial porque funcionan como pruebas de consistencia, evitando el bloqueo en una secuencia de acciones. Quien encuentra en el otro una actitud conocida, esperable, repetida, se siente cómodo en seguir en ese procedimiento de contacto. Asimismo, en los casos que una acción puede ser visualizada como alarmante, no esperada, se activan actitudes de resguardo para no seguir con esa instancia. Estos procedimientos sociales generales para la interacción tienen además la ventaja de que pueden prescindir de los conocimientos profundos de ese otro, ese que aparece del otro lado nuestro, y simplemente disponerse a confiar en que lo que dice o en sus modos. La sociedad, con este desarrollo de expectativas, puede olvidarse de los hombres, y quedarse solo con sus personajes. La política, justamente, tiene los suyos.

Milei ha creado en este tiempo a repentinos libertarios, personas que actúan de lectores de Alberdi, que reclaman por libertad y propiedad privada y que critican al sistema político bajo el término insistente de “la casta”. Sin embargo, los conflictos abiertos en la misma fuerza opositora demuestran que todavía los personajes siguen requiriendo el repaso de sus propias letras para la actuación de escenas de una obra que no conocen del todo. Podría incluso señalarse que las tensiones de estas últimas semanas no solo han aumentado en intensidad, sino que al mismo tiempo han obligado a los espectadores a reforzar la atención sobre cuáles serían los personajes oficiales de este proyecto. Lilia Lemoine pareciera ser una suerte de órgano certificador de autenticidad, o por lo menos, ese sería su rol.

Al hablar de economía, Milei la usa y adapta a otros registros, como la ciencia, la familia, la educación o la moral

Cuando Victoria Villarruel se va de gira por el interior del país se viste de nacionalista, con poncho y sombrero. Su personaje parece el del opuesto al internacionalismo de Milei, que mientras este busca el halago de los líderes globales y de los máximos empresarios mundiales, ella se hospeda en las prácticas del catolicismo más tradicional para abrazar a las supuestas costumbres de la familia argentina y de las personas comunes. Su autonomía en la indumentaria parece ser el reflejo de otros rasgos de independencia en las formas de ver al mundo, porque es probable que entre ellos no sea solo una cuestión de poder, sino de modelos de país, algo que por este instante se puede visualizar, al menos en este ahora, a través de lo que les gusta usar para vestirse y en los destinos de viaje. A él lo espera el mundo; a ella, el abrazo de la patria y las tradiciones.

En política los rivales deben también ser personificados, llevados a caracterizaciones específicas. Mientras para Cristina sus rivales eran los medios concentrados y el capitalismo mundial, para Milei son los zurdos y el progresismo empobrecedor. Los nombres y los detalles adornan lo que en realidad debe ser descripto como una acción de reducción de complejidad para un público necesitado de recursos no agregados de detalles. Las masas se relacionan de esta manera, no solo con la ilusión de lo que apoyan, sino con la imaginación de lo que odian, y con la única condición de que nada de esto pueda sostenerse en una evidencia específica. Es solo una aproximación aparente, sobre una base concreta de lejanía con ese objeto. La clave es seleccionar la ficción en la que se vivirá por un tiempo.

En esto está escondido un problema específico de la sociedad moderna relacionado con la ausencia de un centro único de referencia, como alguna vez lo fue la religión. Esto que no existe, y que no tiene forma de ser resuelto, encuentra en el concepto de confianza una herramienta de compensación fundamental. Como no hay acceso a una realidad concreta, y las producciones de realidades y de visiones de mundo van en aumento, la confianza opera como un depósito en un otro, otra persona o sistema, pero como reemplazo de la evidencia generalizada a la que no hay forma de acceder. Como no se puede conocer, se debe confiar en Milei, Cristina o Riquelme en Boca. Todas estas operaciones de depósito de confianza se basan en un mismo proceso social de ignorancia, y sin importar las personas.

La serie de conceptos de Milei sobre economía, los relatos de Cristina sobre la historia del Estado de Bienestar, la ropa de Villarruel en sus giras, los disfraces de Lemoine y las caras indignadas de los periodistas con el gobierno anterior pueden ser descriptos como parte de una dimensión de objetos que son arrojados como temas que se multiplican en simultáneo. La semántica de la discusión pública basa su reproducción en el encadenamiento de lo dicho sobre la necesidad de reforzar temas divergentes. Cualquiera puede encontrar hoy en redes sociales casos similares en otros ámbitos, como la medicina, el emprendedurismo o la actividad física, donde se llena de consejeros en videos de cinco minutos y sin necesidad de una referencia de evidencia. La clave es la repetición de más y más videos, que estos videos llamen la atención, y que se logren más seguidores.

Esta explosión de objetos semánticos arrojados al aire público convive con una multiplicidad también excesivamente compleja de diferenciación social sobre la base de otras especializaciones. Es decir, no solo es la multiplicación de temas, sino de ámbitos en los que esos temas pueden ser expuestos. Milei no usa la economía solo para hablar de economía, sino que también la adapta a otros registros como la familia, la educación, la moral o la ciencia. A su vez, los científicos opinan sobre el rol del Estado y los artistas sobre política, y los periodistas sobre lo que está bien o está mal en todo lo que sea noticia. El problema terrible del tiempo actual es que los temas se posicionan de una manera cruzada con los ámbitos especializados, y cualquiera parece intercambiable como un tablero de fichas, porque todos pueden hablar desde el ámbito en que se encuentren.

Justamente la repetición, la ropa, los gestos y las liturgias son solo maneras de seguir adelante mientras la complejidad del entramado social continúa su proceso interno de diferenciación y mayor complejidad. Cristina le escribe a Milei diciendo lo mismo de siempre, y Milei le responde con un discurso dicho en otros lados, para que el resultado sea reforzar, de manera cruzada a sus adoradores populares. En el discurso del Congreso del IAEF la mesa de funcionarios se reía con sus ironías a Cristina y permitía exponer, que las sonrisas de Petri y de Adorni, cumplían la misma función que las de Recalde y de Mayra Mendoza con la expresidenta. El personaje de reidor, justamente, competa la escena de la obra, pero no como espectador, sino como parte fundamental de la escenificación. Puede que no entiendan de qué se ríen, pero lo importante es que reproduzcan el gesto para hacer de cuenta que todo está genial, y especialmente, para mantener el trabajo.

Por Luis Costa * Sociólogo. / Perfil

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