La nueva derecha
El quicio es una forma antigua de articulación para abrir y cerrar puertas y ventanas, algo así como una forma de bisagras antiguas, algo que ordena el flujo del movimiento. El desquicio es algo sacado del orden y su estado regular o normal. Desquiciados es el título del libro recién publicado que trata de explicar las condiciones que hicieron posible la emergencia de Javier Milei y la extrema derecha.
El libro comienza con “desquiciado es el otro” porque cada uno considera normal su propia norma y recuerda que Shakespeare le hizo decir a Hamlet hace cuatro siglos: “¡El mundo está fuera de quicio!”, y los autores de Desquiciados hipotetizan sobre que cada tanto esto sucede, como en el período de entreguerras mundiales del siglo pasado, que generó la etapa más oscura de la civilización.
¿Podrá pasar lo mismo en la tercera década del siglo XXI? Entre la Primera y la Segunda Guerra surgió el primer medio de comunicación de masas, gratuito y emocional, que fue la radio. La radio cambió la forma de hacer política con lo bueno y con lo malo de cada nuevo medio de comunicación hasta que se le generen los anticuerpos a los efectos secundarios negativos que produce. Lo mismo había sucedido con la aparición de la imprenta en el Renacimiento, que derivó en la Revolución francesa y la caída de las monarquías en Europa y la instalación de repúblicas.
La galaxia digital con internet, las redes sociales, los streamers nacidos todos después del nuevo orden global instalado tras la caída del Muro de Berlín claramente está propiciando un percibible cambio de época que es de esperar no desemboque en alguna forma de guerra mundial. Cuando este libro fue publicado hace pocos días, no se había producido el atentado a Donald Trump, y las imágenes del último sábado transmiten un caos y sensación de vacío aterradores.
La galaxia digital no solo cambió la lógica de los medios de comunicación, sino también de la propia producción de bienes con la economía de las plataformas, donde el cuentapropista fue elevado a la condición de emprendedor. Una parte de ellos sí lo son, los streamers por ejemplo, pero los repartidores de Rappi y Pedido Ya no se ajustan a esa categoría, aunque es cierto que la galaxia digital les creó una profesión y un sustento.
El cordón sanitario en Argentina no fue contra la derecha como en Francia, sino contra el peronismo
Más adelante, el libro cita la polarización argentina del siglo XIX entre “civilización o barbarie”, donde la representación de civilización era disputada entonces entre conservadores y liberales sociales, y se podría especular con que LLA no encaje en esas categorías políticas civilizadas y, exagerando la ontología, colocarla en el campo de la barbarie.
Milei no sería hoy un conservador porque no desea conservar el statu quo actual, sino que desea regresar a un estadio anterior: llamar conservador a Milei ofendería a los conservadores actuales, siendo él retrogrado.
Tampoco cabe en la categoría actual de liberal, por el contrario, globalmente se llama a los libertarios “iliberales”, y mucho menos a su autopercibido anarcocapitalismo, dado que el capitalismo, para existir, precisa de Estado como orden superior que proteja al mercado, por lo que la categoría anarco y capitalismo es un oxímoron.
Desquiciados también reflexiona sobre el contraste de la campaña de Macri 2015 con la de Milei 2023, que no guarda relación con la vecindad ideológica que exhibe hoy el PRO con LLA. Es que Cambiemos fue mucho más que el PRO, Cambiemos fue la versión ampliada y corrida al centro del PRO junto a los radicales y Carrió, que se presentaba como un “neoliberalismo progresista”: de derecha en economía, de centro en política y de izquierda en lo cultural. Mientras que Milei es antiprogresista.
En Desquiciados se habla de “liminaridad democrática” planteando el fin del paradigma democrático como se consolidó en los años 90, llegando a un estadio actual de interregno entre lo que no termina de morir ni termina de nacer, el proceso de lucha de paradigmas, como planteaba Thomas Kuhn en su canónico La estructura de las revoluciones científicas. Y avanza en el concepto de “recesión democrática”, preguntándose: “¿Se puede permanecer en silencio cuando líderes autoritarios y antidemocráticos acceden al poder?”, proponiendo un “cordón sanitario” contra ellos, como sucedió recientemente en Francia con Le Pen.
Pero en la Argentina el “cordón sanitario” fue contra el significante kirchnerismo. Hizo bien Milei en diagnosticar tempranamente que el único adversario al que no podría vencer en un balotaje era Rodríguez Larreta y a quien debía atacar tempranamente. Larreta hubiera funcionado como “cordón sanitario” antikirchnerista (igual que Milei y Patricia Bullrich) en un eventual balotaje con Massa o quien representase al oficialismo de entonces, y al mismo tiempo también como “cordón sanitario” contra Milei, lo que nunca podía representar Massa por su componente/virus kirchnerista, ni Patricia Bullrich, que se le parece (era la “segunda marca”). El antiperonismo es mayor que el antiautoritarismo en este clima emocional de hartazgo y rencor que propició un neoindividualismo autoritario.
Hartazgo es la palabra de época (en 2015 el término mantra era crispación), para el diccionario hartazgo es llenarse de comida, ingerir con exceso algo, resultado de demasiados: demasiadas decisiones, demasiado trabajo, demasiadas obligaciones, demasiados mandatos. Una forma de cansancio que se traduce en un clima emocional, por ejemplo, contra lo políticamente correcto. Cita el ejemplo de la cultura backlash como respuesta negativa a algo generalizado y exacerbado por la tecnología actual con “infoxicación”, neologismo que indica una intoxicación de información. La rebeldía contra lo dado en demasía que esta vez fue canalizada por la extrema derecha.
Desquiciados define a Milei como antiintelectualista, antiestatista, antipaternalista y atiigualitarista al mismo tiempo de darwiniano y biologista, lo que deriva en una “democracia cruel”. Justamente titulamos una apertura del programa de la mañana de radio Perfil “La crueldad avanza” y en parte del texto de Desquiciados se dice: “La democracia cruel es la forma contemporánea de la liminaridad democrática”, una forma de sadismo público.
Uno de los padres del psicoanálisis argentino, el psiquiatra Fernando Ulloa, sostenía que la indiferencia frente al que sufre es crueldad: “Ojos cerrados, corazón que no siente”.
La crueldad está de moda, como dijo Martín Kohan en marzo pasado, el desquicio también.
Por Jorge Fontevecchia / Perfil