Votos y audiencias

Actualidad 12 de junio de 2024
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En la misma semana en la que se conmemoró el primer Día del Periodista en la era de La Libertad Avanza, dos periodistas fueron denunciados penalmente por el Gobierno. Un ministro los acusó de “instigación a cometer delitos” por verter opiniones críticas a la gestión del oficialismo, en torno al ineficiente reparto de alimentos para comedores sociales. En medio de una fenomenal crisis social, que incluye aumento récord de pobreza e indigencia, la desidia de la gestión libertaria permitió que se almacenen, indefinidamente y casi a punto de vencer, centenares de toneladas de litros de leche en polvo. Pero algunos funcionarios están más preocupados por lo que se comenta en los medios y la pena prevista que impulsaban prevé de dos a seis años de prisión. Afortunadamente, la justicia no dio lugar a la denuncia y desechó la causa. Pero la intención de acallar al periodismo quedó expuesta.

Para recordar semejante intento de amordazamiento a la prensa es necesario remontarse a la década del noventa, cuando el poder político de entonces instaló la amenaza al ejercicio periodístico por medio de un sinfín de causas penales y comerciales contra los cronistas que criticaban a los integrantes de aquel gobierno de Carlos Menem. ¿Viva la libertad?

En verdad, es entendible lo que acaba de suceder. Porque en muy poco tiempo, Javier Milei se ha convertido en el presidente que más ataques personales ha realizado contra el periodismo. Ensobrados. Llorapauta. Canallas. Corruptos. Basura. Inepto. Imbécil. Gil. Burro. Mediocres. Vagos. Mentirosos. La lista incluye tan solo alguno de los violentos improperios lanzados desde la Casa Rosada hacia distintos periodistas que osaron criticar a las Fuerzas del Cielo en estos cinco meses.

Los medios de comunicación vienen ejerciendo una particular influencia en la vida de Milei durante los últimos años. Fueron los representantes de la prensa los que permitieron instalar la figura de un economista ultramediático que odiaba a Keynes en televisión, pero que concentraba más atención cuando confesaba sus maratónicas sesiones de sexo tántrico, cuando revelaba cómo compartía su vida sin seres humanos y conviviendo junto a cuatro perros clonados (decía que eran cinco), o cuando daba detalles de cómo cuidaba su fastuosa melena a la que, juraba, nunca había peinado.

El rating se encendía si alguien intentaba contradecirlo en vivo y en directo. Los momentos de furia de Milei recreaban picos de audiencia para una industria sedienta de espectadores. Y los gritos e insultos no impedían que este raro economista freak, una suerte de docente distraído y provisto de un lenguaje sofisticado pero que generaba alta curiosidad, volviera a ser convocado a los sets de todo tipo de programas. Todo lo contrario: los enojos de Milei multiplicaban el minuto a minuto y así fue cómo empezó a ganar espacios en el prime time. No había entonces disputas con el periodismo, sino una relación de mutuo beneficio.

Pero, una vez en el poder, la relación de Milei con la prensa se ha vuelto más compleja: ahora el Presidente tiene que dar respuestas por lo que hace y también por lo que no hace. Y, en este contexto, ya no alcanzan los gritos y los insultos.

Milei es el presidente que más atacó al periodismo en tan poco tiempo.

Milei, hay que decirlo, no es el primer político que sueña con silenciar a los periodistas. Pero es el primer presidente que festeja en público la posible quiebra de un medio de comunicación que se muestra crítico de su gobierno. Fue algo que hizo, a los pocos meses de haber asumido, con una sonrisa burlona, mirando a cámara y, paradójicamente, en medio de una de las habituales entrevistas-sin-preguntas que suele conceder a un selecto grupo de periodistas-amigos.

Porque Cristina Kirchner seguramente hubiera celebrado la quiebra de Clarín. De hecho, hizo mucho para que eso se produzca. Y Mauricio Macri también hubiese festejado la quiebra de Página12. Lo cierto es que no hay dudas de que trabajó para que eso suceda. Pero Cristina y Macri nunca se hubiesen permitido aplaudir públicamente, algo que seguramente podrían haber hecho en privado. Y es, precisamente ahí, donde radica la diferencia: en la impunidad de Milei para manifestarse alegremente contra el cierre de un medio de comunicación. Argentinos de bien que no comulgan con uno de los principales pilares de la democracia. Inconcebible.

Por eso es que fue tan sorpresivo saber que hubo periodistas que manifestaron “no sentirse cómodos” con participar del acto por el Día del Periodista que esta semana se realizó en PERFIL. Un editor de un centenario diario rechazó la invitación porque “este no es tiempo de polarizar”. Y tres conductores de dos señales de noticias, que casi diariamente suelen realizar con Milei diálogos amenos disfrazados de reportajes, ni siquiera respondieron nuestro ofrecimiento de sumarse a un evento que reunió a más de un centenar de periodistas, que no ocultan sus diferencias ideológicas y que trabajan en medios que muchas veces se contradicen, pero que comparten una misma filosofía: periodismo es publicar lo que alguien no quiere que se publique. Ese fue el mensaje, citando a George Orwell, elegido para reflejar este Día del Periodista.

Y por eso es que causó tanta indignación escuchar a la directora de una maestría en Periodismo, que organiza un importante diario con una universidad privada de elite, oponerse a la organización de un acto que convoque a periodistas críticos de Milei porque “los que hoy se rasgan las vestiduras antes no hacían nada contra otros presidentes”. Qué curioso. Porque en la empresa de medios que organizó este acto trabajaba José Luis Cabezas cuando fue asesinado por retratar las mafias del menemismo. Porque aquí se publicaron las primeras denuncias por corrupción del kicrhenrismo. Y porque desde estos medios también se cuestionó tempranamente al macrismo, incluso, a pesar de los deseos de nuestros lectores, que en muchos casos apoyaban a ese gobierno y preferían evitar las críticas para que “no vuelva Cristina”.

Quizá el problema que tienen algunos de estos periodistas para criticar hoy a Milei radica, justamente en eso: en cómo cuestionar a un presidente sin ofender a sus votantes. Es decir, cómo ejercer el buen periodismo sin entrar en discusión con la propia audiencia de ese medio de comunicación. O, dicho llanamente y sin vueltas: cómo priorizar la ética periodística a pesar de cualquier costo.

Por Rodrigo Lloret / Perfil

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