La dialéctica del amo y el esclavo

Actualidad 08 de mayo de 2024
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LA HISTORIA COMO LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO

Hace ya unos meses publiqué, en La Tecla Eñe, una nota sobre el fenómeno Milei aplicando la noción de “servidumbre voluntaria”. Acuñada por el joven jurista francés Étienne de la Boité (1530-1563) su Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el Contra uno, es ya un clásico en la filosofía política. El autor tenía tan sólo 18 años cuando la escribió y el número de páginas del Discurso coincide exactamente con su edad, dieciocho. El texto, por cierto, cumple sobradamente aquello que lo bueno si breve, dos veces bueno.Ferviente demócrata, Étienne alertaba allí sobre uno de los mayores peligros que atenta contra el estilo de vida y gobierno democráticos, esto es que el pueblo llano resigne su libertad ante el atropello de ese Soberano terrible (que llama, el Uno) y termine considerando natural y hasta beneficioso acatar sus mandatos, aún los más despóticos. Adelantaba así en cuatro siglos el mismo fenómeno que Freud describirá en su Psicología de las masas y análisis del yo (1921)y que Jacques Lacan renueva en su noción de “discurso capitalista”, como variante del “discurso del amo”. En estos días de motosierras, carajos y licuadoras, el fenómeno Milei expresa palmariamente que el Uno (el Amo) vuelve a fascinar a una buena parte de nuestra población que peligrosamente camina hacia un abismo económico, social y cultural del que será muy difícil regresar. Por cierto, que no es un fenómeno exclusivamente argentino y que una suerte de anarco-liberalismo, con distintas formas y matices, crece peligrosamente en otros lugares del mundo, pero mal de muchos consuelo de tontos. Si quisiéramos pasar ahora a otra forma de plantear el problema de la convivencia humana, me parece útil recurrir a otro texto clave del pensamiento filosófico, la Fenomenología del Espíritu de George W.F Hegel, publicada en 1807, en la cual se desarrolla la célebre “Dialéctica del Amo y Esclavo” (o de Señorío y Servidumbre, Parte B, capítulo A). Se trata de una obra clave del pensamiento moderno que inaugura el contemporáneo y que ha impactado no sólo en la Filosofía, sino también en el Psicoanálisis, la Economía y las Ciencias Sociales. Podemos considerar a esta Dialéctica del Amo y el Esclavo, la otra forma para zafar de la dictadura del Uno y su deseo mortífero. Veamos cómo, al menos en sus grandes rasgos.

EL DESEO: MOTOR DE LA HISTORIA.

El hombre es para Hegel fundamentalmente deseo y el deseo humano primordial es el deseo de reconocimiento: el deseo de que otro me reconozca como tal. El animal en cambio no tiene ese problema, puesto que es instinto y su instinto básico es el de supervivencia, que pertenece al orden de la Naturaleza. Para el hombre el reconocimiento sí que es un problema, porque anhela la Libertad y no sólo la supervivencia. Para esto lo que cuenta es el otro (el prójimo), dado que es en la relación con ese otro (diferente de mí), donde radica la posibilidad de ser libre. La Libertad, en consecuencia, no se da ni se presta, sino que se conquista (o se pierde) en relación con otro hombre: con alguien que me enfrenta y no es del orden de los objetos, sino que es un sujeto (como yo) y que desea lo mismo que yo (la Libertad). En este primario enfrentamiento entre Conciencias, nacerá la dialéctica hegeliana del Amo y el Esclavo, y de su correcta resolución dependerá el nacimiento de la Sociedad Civil (obra esencial de los tiempos modernos). Y como en toda dialéctica, se trata de un drama en tres actos, que brevemente comentamos aquí.  

TESIS: LA COMIDA O LA LIBERTAD

Esta contradicción básica será la que determine (o no) el lugar del Esclavo. El Esclavo tiene la comida, pero no la Libertad: el libre es el otro, el Señor, quien sí aparentemente tiene las dos cosas (comida y libertad). La historia anterior a la modernidad europea (es decir Oriente, Grecia y Roma) fueron para Hegel mundos de Señores que reinaban y de Esclavos que trabajaban a su servicio (de distintas formas y maneras, pero siempre al servicio de un Señor). Y esto porque todavía no se había resuelto (dialécticamente) el problema del reconocimiento y por tanto esa relación Amo/Esclavo quedó en el nivel del antagonismo (es decir, como un enfrentamiento sin aparente superación). En ese primer momento (tesis), Señor y Esclavo están enfrentados y la lucha es a muerte: el Esclavo reclama su Libertad y el Señor no está dispuesto a dársela. Es aquí cuando uno de ellos -al no estar dispuesto a arriesgar la vida- gana la comida, pero pierde la libertad y queda en la posición del Esclavo. En tanto su contrincante –por sí estar dispuesto a arriesgarla- se queda con ambas cosas: la comida y la Libertad. La contradicción Amo/Esclavo queda así trabada (como lucha a muerte) y nos llevará a un segundo momento clave.   

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ANTITESIS: TRABAJO O PLACER.

Aquí es cuando ambos –de distinta manera- encuentran que su situación es precaria y que no satisface para nada su Deseo original (la Libertad, el ser hombres plenos). El Esclavo advierte que el precio de su comida ha sido precisamente la Libertad (come, pero no es libre) y al Amo no tiene problema con la comida, pero tampoco es completamente libre: depende del Esclavo para comer y además éstos son los únicos que le reconocen su libertad: los demás Amos lo enfrentan y no lo reconocen como Señor. En consecuencia, uno está condenado a Trabajar sin placer (para un Amo) y el otro a Luchar permanentemente (con los otros Señores que no lo reconocen) gozando del placer sólo cuando la guerra se lo permite. Ninguno de los dos es aquí plenamente humano (es decir, libre), la lucha por la supervivencia no está del todo cerrada. Ambos siguen inmersos en la Naturaleza (término que en Hegel se opone a Espíritu). Pero esta contradicción -precisamente por ser dialéctica y no meramente antagónica- será resuelta en un tercer paso superador.

SINTESIS: RECONOCIMIENTO Y NO MUERTE.

En este mismo enfrentamiento entre Amo y Esclavo, es donde hay que buscar la clave para destrabar la lucha a muerte y lograr su “superación” (Aufheben en alemán), verbo que significa –a la vez- “negar, conservar y superar”, tríada que es clave para entender qué es una superación dialéctica. Esa pura negación anterior, encerraba en realidad algo muy positivo: en ella el Esclavo descubrirá un poder que no conocía y el Señor una solución para la guerra continua, que también ignoraba. El Esclavo descubrirá que el trabajo no es sólo una condena, sino también un arma poderosa: si él no trabajara, ¿cómo haría el Amo para comer? en consecuencia el Amo no lo va a matar porque lo necesita. El Esclavo es –como inventor de las técnicas y de los oficios- quien sabe relacionarse con la Naturaleza y no el Amo. Este a su vez descubrirá que -si quiere el respeto de todos y no sólo de quiénes son sus esclavos- deberá reconocerlos, al menos, como semejantes (y no sólo como enemigos); lo cual terminará incluyendo a sus propios esclavos, si es que aspira a que sigan trabajando y produciendo (ahora, para sí mismos y también para todos). El joven Marx se servirá de esta peculiar dialéctica hegeliana (aun criticándola) cuando redacte el primero de sus célebres “Manuscritos Económicos- filosóficos” (“El trabajo alienado”, de 1844). En el campo de la subjetividad individual (la otra cara inescindible de esa misma moneda) hará algo similar Jacques Lacan cuando –en su peculiar “retorno a Freud”- vuelva a colocar al deseo (y sus múltiples vicisitudes) en el centro de la interpretación psicoanalítica (Escritos, 1966). En este caso, buscando superar aquélla domesticación del viejo maestro vienes, por la cual el psicoanálisis se había transformado en otra “psicología del yo” (o de la “conducta”), después de haber sido prolijamente “tamizado” en los EEUU, por algunos de sus parientes y discípulos. Marx de su parte -explorando el costado político y social de ese básico y muy humano Deseo de Reconocimiento– tomará impulso desde Hegel y valiéndose de esta peculiar dialéctica del Amo y del Esclavo atacará uno de los núcleos más duros de la Economía Política clásica: esto es, el circuito trabajo-producción-capital. Es allí donde Marx descubre un “secreto” que el capitalista se empeñaba en ocultar (o minimizar) y que el trabajador reclama: la “Plusvalía”. Término del cual Lacan derivará su expresión “Plus de Goce”, en alusión aquella “sonrisa” que Marx pone en cara del burgués, cuando éste descubre la diferencia entre lo que cuesta hacer un producto y el valor a que se vende en el mercado. ¡Cómo no sonreír si el buen hombre ha descubierto la Plusvalía y su “secreto”: la explotación del trabajo humano! Y es llegados aquí cuando esta Dialéctica de Amo y Esclavo (de Señorío y Servidumbre) se transforma ahora en disputa por la Justicia: entre asalariados (que ya no desean volver a ser esclavos) y empresarios (que se resisten a compartir ganancias o privilegios). O sea que la disyuntiva vuelve a aparecer, varios siglos después y con otros nombres, actores y contextos: o lucha a muerte contra el otro (por más poder o por puro prestigio) o reconocimiento del prójimo, para evitar la muerte y permitir que el placer –aunque más no sea en ráfagas- proteja la vida de todos. ¿Será demasiado pedir? En esta encerrona dura y cruel se juega la disyuntiva frente a la actual administración Milei: ¿servidumbre resignada al Autócrata, o lucha por la libertad y el reconocimiento como Persona? La moneda gira en el aire.

Por Mario Casalla * Filósofo y escritor, preside la Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales (ASOFIL) /  La Tecl@ Eñe

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