Mi columna de esta semana en Invertia se titula «Orwell, el visionario» (pdf), y es una reflexión al hilo del recrudecimiento de las sanciones comerciales de Estados Unidos a China, mientras China intenta defenderse dedicando más fondos al desarrollo de chips punteros, y el asunto TikTok y su posible venta se convierte en la guinda de todo el pastel.

En muchos sentidos, la visión de George Orwell en «1984» se está convirtiendo en algo profundamente premonitorio, ya no solo por la idea de un mundo en el que estamos permanentemente monitorizados, sino también por la de una división geopolítica en bloques cada vez más irreconciliables.

Mientras el parlamento norteamericano se dispone a aprobar la obligación de ByteDance de desinvertir y vender su participación en TikTok a una compañía norteamericana si quieren evitar su prohibición, con republicanos y demócratas de acuerdo y con el presidente Biden dispuesto a firmar la resolución en cuando sea aprobada, China se manifiesta completamente en contra de esas medidas y anticipa su negativa a permitir una operación que considera básicamente un robo, y sus ciudadanos reaccionan dejando de comprar productos de compañías norteamericanas como Apple o Tesla.

En los Estados Unidos, los creadores de contenidos en TikTok, defendidos ya únicamente por un Donald Trump que cambió de postura drásticamente para intentar apelar al voto de los jóvenes, se resignan a trasladarse a otras redes sociales y aceptan la variabilidad y los cambios como un elemento constituyente del mundo social media.

Una brecha que se hace cada vez mayor, y que representa, en el fondo, la caída del imperio norteamericano, con problemas que van desde una divisa de reserva cada vez considerada menos solvente a fuerza de seguir imprimiendo todo lo que les parece oportuno, a cuestiones internas importantes como la fortísima bipolarización política, los frecuentes tiroteos, la epidemia de obesidad o las ciudades repletas de zombies debido a la crisis del fentanilo. Frente a los Estados Unidos, la potencia emergente, China, con un sistema político no democrático que le permite planificar a largo plazo y con unos sistemas de control social basados en la monitorización permanente de la población.

Mientras la humanidad tendría que estar reuniendo esfuerzos colectivamente para luchar contra problemas tan acuciantes como la emergencia climática, nos dedicamos a semejantes estupideces y a establecer bloques irreconciliables entre sí. Realmente resulta difícil llegar a comprender hasta que maldito punto George Orwell podía llegar a ser un visionario.

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