El Kremlin confía en su relación con China

Actualidad - Internacional 12 de marzo de 2024
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La colaboración ruso-china, presentada como “sin límites” durante una visita del presidente ruso Vladimir Putin a Pekín en febrero de 2022 (1), es observada con particular atención en Occidente. Al declarar el presidente francés Emmanuel Macron en una entrevista al diario L’Opinion que “Rusia […] inició de facto una forma de vasallaje respecto de China”, expresó el punto de vista dominante entre los dirigentes y observadores occidentales (2). Desequilibrado, alianza verdadera-falsa, el acercamiento a China sería una elección por descarte por la que Rusia, aislada en la escena internacional desde su intervención militar en Ucrania, debió optar, al precio de una mayor dependencia respecto de su poderoso e intratable vecino oriental.

Colaboración estratégica 

En Moscú, las cosas son percibidas de otra manera. Ciertamente, es perceptible cierta frustración respecto de determinados temas económicos: la cautela de las empresas chinas de alta tecnología o la lentitud de las negociaciones en el proyecto del gasoducto Fuerza de Siberia 2, por ejemplo. Al tanto de la ruptura entre Nikita Kruschev y Mao Zedong a fines de los años 1950 (3), los dirigentes rusos de hecho nunca hablan de alianza. No podría serlo entre potencias nucleares soberanas. Prefieren, antes que las proclamaciones de “amistad eterna” de los dos regímenes comunistas que no duró más que una década, el término, más sobrio, de “colaboración estratégica”. Formalizada en 1996, confirmada por un tratado de amistad en 2001, tomó la forma de un verdadero “giro hacia el Este” desde la anexión de Crimea en 2014, y no cesa de profundizarse desde febrero de 2022. En tiempos de “desoccidentalización” (4) del mundo, el Kremlin está convencido de la pertinencia de su orientación. Desde el punto de vista de Moscú, a Pekín no le conviene una derrota rusa en Ucrania y no pretende, a diferencia de los occidentales, inmiscuirse en sus asuntos internos, y aun menos transformar su modelo político.

Los intercambios comerciales bilaterales, durante largo tiempo talón de Aquiles de la relación ruso-china, están a punto de cambiar de escala. De 63,7 mil millones en 2016, pasaron a 190 mil millones de dólares (174 mil millones de euros) en 2022 y alcanzaron un récord de 240 mil millones de dólares en 2023 (5). Hoy por hoy China está en la categoría de primer socio comercial de Rusia, destronando a la Unión Europea (UE) que ocupaba ese lugar hasta 2022 y con la cual los intercambios deberían caer por debajo de los 100 mil millones de dólares este año. Mientras que los países del G7 oficialmente dejaron de importar petróleo ruso, China duplicó sus compras, jugando de esta manera, junto con India, un rol crucial en el mantenimiento a flote de las finanzas del Kremlin.

También se están llevando a cabo cambios cualitativos. Prioridad estratégica de Rusia, la “desdolarización” de los intercambios externos llega a niveles inéditos en el caso de China (6). Según el primer ministro Mijail Mishustin, el 90% del comercio bilateral está ahora formulado en moneda de los dos países. En diciembre, el jefe de Gobierno hizo su segunda visita a China desde principios de año. En mayor medida que las dos visitas presidenciales separadas apenas por algunos meses (la del presidente chino Xi Jinping a Moscú en marzo y la de Putin a Pekín en octubre), la participación de Mishustin pone de manifiesto la institucionalización de la colaboración ruso-china.

La integración económica de los dos países también avanza en el sector bancario. Los establecimientos rusos, la mayoría de los cuales están bajo las sanciones occidentales y desconectados de la mensajería de pago interbancario transfronterizo SWIFT (con sede en Bruselas), recurren, una treintena de ellos, al sistema chino CIPS (China International Payments System). Así, durante el año 2022, la cantidad de operadores chinos en el sector financiero se multiplicó por cuatro (Industrial and Commercial Bank of China, China Construction Bank y Agricultural Bank of China principalmente ) (7). Los constructores de automóviles chinos están rápidamente sustituyendo las marcas occidentales que abandonaron el mercado ruso, tras el ejemplo de Renault y Volkswagen. Controlan el 46% de las concesiones en Rusia y comienzan a producir localmente (8). Este dinamismo comercial es alentado por los gobiernos de los dos países: la visita a Shanghai de Mishustin a fines de abril de 2023 confirmó que todos los grandes grupos y oligarcas rusos –mucho más allá del núcleo duro histórico del “lobby chino” (la petrolera Rosneft, el productor de aluminio Rusal, la empresa petroquímica Sibur)– buscan actualmente oportunidades en el Este.

Si bien no entrega armas a Moscú, China parece contribuir de manera significativa a su esfuerzo de guerra. Los servicios de inteligencia estadounidenses revelaron que Rusia importó muchos cargamentos de semi-conductores a través de estructuras con sede en Hong Kong (9). Durante el transcurso del primer año del conflicto, 12 millones de drones chinos cruzaron la frontera, así como elementos destinados a radares y antenas de interferencia (vía una entidad uzbeka) (10). Una empresa con sede en Shanghai facilitó la provisión de 100.000 chalecos anti-balas y 100.000 cascos. Más allá de las informaciones desclasificadas de la inteligencia estadounidense, la estadística oficial da indicios afines: las exportaciones chinas de cerámica –material muy usado para los equipamientos de protección– aumentaron un 70% durante estos últimos meses… y cayeron en un 60% hacia Ucrania (11).

Dificultades de la relación

Sin embargo, hay algunas sombras en el tablero de la relación ruso-china. Las negociaciones sobre Fuerza de Siberia 2, un gasoducto que permitiría transportar 50 mil millones de metros cúbicos por año desde la península de Yamal hacia China, por el momento no han concluido. Putin y el viceprimer ministro a cargo de Energía, Alexander Novak, buscan garantizar que verá la luz de aquí a fines de la década de acuerdo a las necesidades chinas. Completaría el abastecimiento proveniente de Fuerza de Siberia, un gasoducto con una capacidad anual de 38 mil millones de metros cúbicos que une Yakutia y el Noreste de la República Popular. Inaugurado por Gazprom y China National Petroleum Corporation (CNPC) en diciembre de 2019, este proyecto daba inicio al giro hacia el Este de una estrategia de exportación gasífera históricamente centrada en Europa. Este vector oriental es hoy vital para Gazprom que perdió la mayor parte del mercado europeo tras la explosión, no asumida, de la arteria gasífera Nord Stream 1 y 2 en septiembre de 2022 y a la reorientación de muchos compradores tradicionales hacia otros proveedores. Pero la aspereza de las negociaciones con Pekín confirma que los sentimientos no tienen cabida en la relación bilateral.

Otros granos de arena entorpecen el idilio ruso-chino. Las contramedidas, en respuesta a las sanciones occidentales, perturban la actividad de algunas empresas chinas establecidas en el mercado ruso, pero conectadas, no obstante, a economías occidentales. Moscú les prohíbe reembolsar préstamos concertados con establecimientos europeos o estadounidenses, o repatriar sus dividendos si operan desde filiales con sede en países considerados como “no amistosos”. Por otro lado, muchos bancos chinos, que practican una política de cumplimiento excesivo de las sanciones occidentales, prohíben a algunas empresas rusas abrir cuentas, a pesar de que no sean objeto de ninguna medida restrictiva. Las indecisiones de Huawei fueron asimismo ampliamente comentadas en Moscú: el gigante de la electrónica había invertido fuertemente en la investigación y el desarrollo en Rusia antes de suspender sus envíos y luego, parece ser, reanudarlos discretamente. Más estructurales, las insuficiencias logísticas en Siberia oriental, debido a la fragilidad de la infraestructura, constituyen otro cuello de botella en la relación económica bilateral.

Fantasías occidentales

Tal vez para tranquilizarse ante el fracaso de sus sanciones, los occidentales insisten en el desequilibrio de la relación ruso-china. En esta etapa, sin embargo, nada permite sostener esta hipótesis. En Asia Central, donde las posiciones de Moscú sin dudas están más aseguradas que hace algunos años (con la excepción –ciertamente notable– de Kazajistán), el Kremlin le está agradecido a Pekín por respetar sus líneas rojas, permitiéndole a Moscú conservar su rol dominante en materia de seguridad en la región, por intermedio de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) (12). El refuerzo de la cooperación bilateral en el Ártico –región que Moscú hasta ahora veló al no dejar entrar actores geopolíticos externos– es proporcional a las inversiones chinas y no genera ninguna pérdida de control ni de soberanía. La presión demográfica china en Siberia, a la que se alude regularmente en los medios de comunicación occidentales desde la división de la URSS, responde a un mito sin fundamentos. En cuanto a los mapas oficiales chinos que incluyen ciertos territorios rusos, hicieron correr más tinta en Europa y Estados Unidos que en Rusia en donde, por el contrario, se observó con satisfacción el reciente cambio de posición de Pekín sobre las islas Kuriles: tras haber apoyado durante mucho tiempo a Tokio en este litigio territorial ruso-japonés, China hoy hace gala de una posición de neutralidad. 

Desde el 24 de febrero de 2022, el Kremlin no tomó ninguna decisión ni hizo ninguna concesión a China que se desvíe del orden de cosas bilateral, y Pekín no ha buscado en modo alguno forzarle la mano: incluso ciertos comentadores estiman que la experiencia militar en Ucrania y la de las sanciones podrían serle muy útiles (en caso de confrontación militar con Estados Unidos o de acentuación de la presión económica de Washington) (13). En cuanto a la dependencia tecnológica, inevitable en ciertas áreas como las telecomunicaciones, se la considera menos peligrosa con respecto a China que a Occidente. Paradójicamente, el carácter europeo de la cultura rusa es resaltado por los defensores de la ruptura con Occidente. Según Sergei Karaganov, uno de los politólogos más prominentes en Moscú, su país no corre en lo más mínimo el riesgo de ser sometido a Pekín precisamente porque posee un “código cultural diferente” que lo previene de un sentimiento de atracción civilizatorio (14).

¿Es posible que este enfoque cambie tras la presidencia de Putin? Tal vez con dos condiciones. Que Rusia haga un “regreso hacia el Oeste” o que comience a fragmentarse después de, por ejemplo, una derrota militar aplastante en Ucrania. Estos dos escenarios parecen hoy en día poco probables. En 2016, el director del Centro Carnegie de Moscú –cerrado desde entonces– describía las relaciones ruso-chinas de la siguiente manera: “Nunca uno contra el otro, pero no forzosamente siempre con el otro” (15). Nadie duda de que el Kremlin buscará mantener ese rumbo.

1. Joint Statement of the Russian Federation and the People’s Republic of China on the International Relations Entering a New Era and the Global Sustainable Development, Pekín, 4 de febrero de 2022, www.en.kremlin.ru

2. L’Opinion, 14 de mayo de 2023.

3. Serge Halimi, “Ayer, revolucionarios y rivales”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2018.

4. Didier Billion, Christophe Ventura, “Vers une désoccidentalisation du monde?”, Revue internationale et stratégique, París, Nº 103, 2023.

5. Anastasia Stepanova, “Trade Between Russia and China: Factors and Limits to Growth”, Valdai Discussion Club, 19 de julio de 2023, https://valdaiclub.com

6. Renaud Lambert y Dominique Plihon, “¿Es verdaderamente el fin del dólar?”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2023.

7. Owen Walker y Cheng Leng, “Chinese lenders extend billions of dollars to Russian banks after western sanctions”, Financial Times, 3 de septiembre de 2023.

8. “Russian car sales jump in September as Chinese brands expand market share”, Reuters, 4 de octubre de 2023.

9. “Support provided by the People’s Republic of China to Russia”, Oficina del Director de Inteligencia Nacional, julio de 2023, página 6.

10. Ibid., página 8.

11. Sarah Anne Aarup, Sergey Panov y Douglas Busvine, “China secretly sends enough gear to Russia to equip an army”, Politico, 24 de julio de 2023.

12. Giulia Sciorati, “Central Asia: is China crossing Russia’s red lines”, IPSI, Milán, 17 de julio de 2023.

13. Mikhail Korostikov, “Is Russia really becoming China’s vassal?”, Carnegie Politika, 6 de julio de 2023.

14. “Sergej Karaganov: ‘My sbrasyvaem zapadadnoe igo’…”, Biznes Online, Kazán, 28 de mayo de 2023.

15. Dimitri Trenin, “SŠA-KITAJ-ROSSIA: FORMULA SOŠUŠESTVOVANIJA”, Consejo Ruso de Relaciones Internacionales, Moscú, 9 de noviembre de 2016.

Por Arnaud Dubien * Director del Observatorio franco-ruso, Moscú.

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