Más rápido, más furioso

Actualidad31 de diciembre de 2023
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1. Una revancha de clase

En 1935 Gueorgui Dimitrov escribió “El fascismo y la clase obrera”, un texto en el que contestaba las caracterizaciones socialdemócratas sobre el ascenso de los fascismos italianos y alemanes. El fascismo no es una forma de poder estatal, escribe Dimitrov, por encima de las clases. “Es el poder propio del capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y el sector revolucionario de los campesinos y de los intelectuales”.

De los elementos de análisis con los que contamos, a unos veinte días de gobierno de Javier Milei (a saber: sus discursos, sus designaciones, sus decretos y paquetes de leyes y la orientación de sus primeras medidas) podemos decir que es un gobierno enteramente formado para las clases dominantes de la Argentina. En ese sentido aparece una novedad: a diferencia de la experiencia del macrismo, que era un partido de la clase, La Libertad Avanza aparece como un partido que defiende, interpreta y trabaja para la clase.

Quizás la mejor caracterización sobre este gobierno no provino del análisis político mainstream sino desde la Federación de Aceiteros, que advirtió que “es una refundación de la relación capital-trabajo hecha por los estudios jurídicos patronales a medida de la coalición que hoy detenta el poder, una alianza entre los grupos económicos locales, financieros, funcionarios del ex gobierno de Macri y el presidente Milei”. Quiénes son esos grupos, y cómo manifiestan su voluntad de política pública a través del estudio Bruchou & Funes de Rioja, lo explica esta muy interesante nota de Diego Genoud.

2. Más continuidades que rupturas

En el análisis político argentino hay una sobreoferta de interpretaciones sobre la novedad que significa Javier Milei. Es tan cierto que la experiencia tiene algunas características novedosas como que las primeras medidas anunciadas y el plan económico tienen más continuidades con las experiencias neoliberales anteriores que rupturas: el recorte a la inversión pública, la eliminación de impuestos a los que más tienen, la propuesta de privatización de los principales activos públicos, la reforma laboral para terminar con los derechos de los trabajadores, son apenas algunos de los ejemplos. 

 A diferencia del macrismo, que era un partido de la clase, La Libertad Avanza aparece como un partido que defiende, interpreta y trabaja para la clase.

Si la columna vertebral de un equipo de fútbol es el arquero, el dos, el cinco y el nueve, la de un gobierno que se autopercibe liberal son los ministerios de Economía y el de Seguridad (por aquello de la libertad y la propiedad privada). Los funcionarios claves de esas áreas son los mismos que participaron de la gestión de Juntos por el Cambio entre 2015 y 2019. Falta mucho y es muy pronto para dar un saldo, pero la hipótesis de que el ingreso de esos ex funcionarios contribuiría a moderar el gobierno de Javier Milei hasta ahora no se ha podido comprobar. Más bien, se podría aventurar la contraria: los funcionarios aportados hoy por Juntos por el Cambio son los que llevan adelante las medidas más radicalizadas de un gobierno fundamentalmente radicalizado.

Aún si los nombres fueran otros (parte de la normalización de la extrema derecha consiste en discutir ministros y otras superficialidades como si fueran relevantes) todos y cada uno de los avances del gobierno contra conquistas de la sociedad argentina están construidas sobre intentos previos de la experiencia de gobierno de Cambiemos. Hay ejemplos en cada una de las áreas: laborales, tributarias, electorales, de seguridad y siguen las firmas.

3. La economía es el método, el objetivo es el alma

El DNU, la ley ómnibus y todo lo que venga no son propuestas (solo) económicas. No hay ninguna necesidad, urgencia ni forma posible de explicar el vínculo entre bajar la pobreza, la inflación y un paquete de medidas que incluye desde desregular la relación entre capital y trabajo hasta que los jueces usen togas. La explicación es más simple: el proyecto global de Milei es de refundación de la sociedad argentina. 

En una entrevista de 1981, Margaret Thatcher decía sobre su gobierno: “Lo que me irritaba era que la dirección política de los últimos 30 años había sido hacia una sociedad colectivista. La gente se había olvidado de la sociedad de los individuos. Y comenzaron a preguntarse: ¿cuento?, ¿importo? Para lo cual la respuesta corta es: sí. Por lo tanto, no es que haya propuesto una serie de medidas económicas; es que realmente me propuse cambiar el enfoque, y cambiar la economía es el medio para cambiar ese enfoque. Si cambiás el enfoque estás yendo por el corazón y el alma de la Nación. La economía es el método; pero el objetivo es cambiar el alma y el corazón”.

El neoliberalismo no es un proyecto económico: es político y es cultural.  

4. La dispersión del debate público es una herramienta

¿Por qué todo, todo junto, todo el tiempo? El método elegido por el Poder Ejecutivo para enfrentar el debate público por las medidas también es un resabio de la experiencia de Juntos por el Cambio en el gobierno. De aquel debate entre gradualismo vs. shock estos lodos. El saldo —consolidado en Segundo tiempo, el libro de Mauricio Macri; en su célebre frase respecto de la necesidad de ir en el mismo sentido pero más rápido; en el resultado de JxC en las PASO— de que el problema allí no había sido de rumbo sino de velocidad, no de recetas sino de medios de preparación.

El DNU, la ley ómnibus y todo lo que venga no son propuestas (solo) económicas. La explicación es más simple: el proyecto global de Milei es de refundación de la sociedad argentina.

La gran autocrítica de Juntos por el Cambio, de la que Milei es hijo natural, es la apuesta por la secuencialidad de las reformas en vez de realizarlas todas juntas. Con ese fantasma a cuestas, el gobierno de La Libertad Avanza viene a proponer un nuevo saldo para esa cuenta: probar si lo mismo, pero más rápido, esta vez funciona.

La herramienta de ir por todo y todo el tiempo constituye a la vez un activo político: dispersa el debate público en micro cuestionamientos al plan general. Hace con el debate público lo que el neoliberalismo hace con la sociedad: la reduce a un conjunto de medidas aisladas entre sí, como si no tuvieran más nada en común que las formas. Pone a medir entre sí la profundidad de las reformas, a disputarse la posibilidad de aparecer en la agenda pública de temas relevantes, a construir sujetos activos que los representen. Y en esa revuelta del río ganan algunos de los más grandes pescadores.

5. La solidaridad de los afectados

El peronismo debe oponerse a cada una de estas reformas. Los intentos de refundación de la sociedad argentina salieron mal, todas y cada una de las veces. Paradójicamente, han sido los gobiernos autopercibidos liberales los que pretendieron fundar y refundar a la sociedad argentina.

Sin pararse desde la soberbia, sin creer que no hay nada por discutir del accionar propio (de todos los propios), los representantes del campo nacional-popular en el Congreso de la Nación no tienen más tarea que la de representar la voluntad del 45 por ciento de los argentinos y argentinas que los eligió.

Como suele decirse por ahí: hay mucho para aprender del neoliberalismo. Y es cierto. Pero quizás lo que hay para aprender no es de contenido sino de accionar político. A mediados de siglo, cuando la hegemonía keynesiana comenzaba a gobernar, al menos Occidente, Hayek publicó Camino de Servidumbre y organizó la famosa reunión en Mont Pèlerin, Suiza (la historia completa acá). Desde allí se sentaron las bases teóricas y políticas del neoliberalismo: no cuando el Estado de Bienestar comenzaba a fallar o daba señales de debilidad. Todo lo contrario: cuando estaba más fuerte que nunca. Quizás ahí sí hay algo para aprender. Cuando las bases materiales del keynesianismo comenzaron a resquebrajarse, había allí una explicación latente construida durante años de ser académicamente marginales. El mérito fue el de mostrar que siempre hay una alternativa.

La herramienta de ir por todo y todo el tiempo constituye a la vez un activo político: dispersa el debate público en micro cuestionamientos al plan general.

Hacerlo hoy, en nuestro contexto, tiene incluso una ventaja para el espacio nacional-popular, vinculada a la tesis anterior. Lo que Laclau llamó la “cadena equivalencial” (esto es, una lógica de unificación de diversas demandas diferenciadas que finalmente construyen una frontera interna entre un “nosotros” y un “ellos”) viene un poco más predispuesta a ser armada. El método de agredir los intereses de todos los sectores, todo el tiempo, al mismo tiempo tiene esa contracara. La posibilidad de la construcción de una solidaridad entre el club de barrio y los jubilados, entre los trabajadores registrados y los no registrados, entre el cliente de la prepaga y la víctima de la desregulación ambiental, entre el trabajador del sector público y el dueño de una pequeña librería. La solidaridad de los afectados.

Una solidaridad que no se autopercibe ni se autoconstruye. Que se construye con esa política que parece marginal, poco lúcida y pasada de moda.

Como los neoliberales en 1940 reunidos en una estación suiza.

Por Tomás Aguerre y Arte Nicolás Daniluk / Anfibia

 
 

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