El (limitado) regreso de Estados Unidos a Medio Oriente

Actualidad - Internacional 22 de octubre de 2023
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Fue un duro despertar: las masacres terroristas y los secuestros especialmente espantosos y masivos cometidos por Hamás el 7 de octubre, que desencadenaron una nueva “guerra en Gaza” (1), recordaron a Estados Unidos, el histórico patrocinador de Israel, sus deberes. En consecuencia, el Gerald Ford, el mayor portaaviones estadounidense y también el mayor buque de guerra del mundo fue enviado a la región (2). Desde hace unos días navega frente a las costas del Líbano a la cabeza de una escuadra compuesta por un crucero, cuatro destructores y varios submarinos nucleares.

El presidente Joe Biden acaba de decidir redoblar la apuesta enviando un segundo grupo aeronaval desde Estados Unidos liderado por el Dwight D. Eisenhower. Una presencia militar espectacular, incluso abrumadora, acorde con la tradición estadounidense de enviar un mensaje contundente a los países (sobre todo Irán y Siria) o fuerzas (como el Hezbolá libanés) que podrían intentar abrir nuevos frentes al norte o al este de Israel, ante un ejército israelí ocupado a su vez en vengar a sus muertos y rehenes en el sur, con la esperanza de erradicar las redes asesinas. 

Así lo confirmó el general Michael Kurilla, comandante del Centcom (que coordina las operaciones estadounidenses en Medio Oriente desde su cuartel general en Florida, y que tiene a Israel bajo su responsabilidad desde 2021): la misión de estas fuerzas es “mantenerse firmes junto a nuestros socios israelíes y regionales para responder al riesgo que supone cualquier parte que intente expandir el conflicto”.

En estado puro

Al mismo tiempo, los jumbos de la Fuerza Aérea estadounidense han empezado a entregar al ejército israelí lo que necesita para reponer sus reservas de misiles y antimisiles. Receptor ya de la mayor dotación de ayuda militar estadounidense (3.800 millones de dólares anuales), Israel ha recibido la promesa de una mayor asistencia en materia de inteligencia y logística formulada por Biden, quien ha sido filmado en una “sala de guerra” denunciando el “asalto atroz y sin precedentes de los terroristas de Hamás”.

La presencia norteamericana es, pues, una especie de “vuelta a la zona”, destinada a disuadir y tranquilizar, y podría contribuir -en caso necesario- al apoyo militar o a las operaciones de liberación y extracción de rehenes y evacuación de nacionales y refugiados. Sin embargo, tras la gira diplomática regional que acaba de concluir el secretario de Estado Antony Blinken, Washington también dispone de medios para “frenar” hasta cierto punto al gobierno de Benjamín Netanyahu en su plan de venganza y aniquilación de sus enemigos, dados los inevitables “daños colaterales” a las poblaciones civiles y el riesgo de conflagración regional que la respuesta israelí inevitablemente producirá.

El presidente Joe Biden acaba de decidir redoblar la apuesta enviando un segundo grupo aeronaval desde Estados Unidos.

Ante la inminente entrada del ejército israelí en Gaza, Biden, al tiempo que recordaba que Israel tiene “el derecho a responder y el deber de tomar represalias”, pidió que se preservara a los civiles, “dándoles acceso a agua, alimentos y atención médica”. En una entrevista emitida por la cadena CBS el domingo 15 de octubre, el presidente estadounidense afirmó que una nueva ocupación israelí de Gaza sería “un grave error”. También reiteró que “tiene que haber una autoridad palestina” y que “tiene que haber un camino hacia un Estado palestino”.

Por su parte, Blinken rechazó la idea de que los palestinos pudieran ser expulsados de la región. Ambos conceden especial importancia a la suerte de los 600 ciudadanos estadounidenses que se encuentran en Gaza, a los que tratan de evacuar por el sur, hacia Egipto, por el paso fronterizo de Rafah. También se cree que un puñado de ciudadanos estadounidenses se encuentran entre los casi 200 rehenes retenidos por Hamás.

Sin un “juez de paz”

Sin embargo, esta presencia reforzada no convertirá a Estados Unidos en un “juez de paz” aceptado por todas las partes a la hora de encontrar soluciones políticas a este viejo conflicto. Años antes de la operación diplomática que terminó con la firma de los Acuerdos de Abraham, por los cuales Israel normalizó su vínculo con los Emiratos Árabaes, la cuestión palestina había sido dada por perdida por Washington.

Esto se reflejó en que Estados Unidos avaló las sucesivas oleadas de asentamientos en Cisjordania, dejó de lado la teoría de los “dos Estados”, trasladó su embajada a Jerusalén, reconocida como “capital eterna e indivisible” de Israel y cortó la financiación a la fantasmal “Autoridad Palestina”. En paralelo, Europa, e incluso Francia, perdían toda autonomía e influencia sobre la resolución del conflicto, a pesar de los sacrificios realizados en ayuda a los refugiados, reconstrucción, etc. 

En los últimos años, las misiones de las escuadras aeronavales estadounidenses en el Mediterráneo han sido principalmente misiones de “paso” hacia el Canal de Suez y el Golfo Arábigo-Pérsico. La zona había quedado bastante descuidada por las fuerzas estadounidenses, que redujeron sus efectivos en Europa y dejaron parcialmente de lado la OTAN para dar prioridad al Indo-Pacífico. El contralmirante Roux de Luze, ex agregado militar francés, recuerda la frase utilizada en Washington en 2020, cuando estuvo destinado allí: “Las tres prioridades del Pentágono son: China, China y China”.

Esto se reflejó en la relación con aliados cercanos. Por ejemplo, la debilidad de la reacción estadounidense a los ataques con drones en 2019 contra campos petrolíferos saudíes, atribuidos a los iraníes, tuvo el efecto de un electroshock en Riad. El retiro relativo estadounidense es una de las causas de la actual “proliferación balística” en la región.

Una cadena de bases

Aunque menor que en otra época y aunque sus prioridades estratégicas se hayan reorieuntado, Estados Unidos mantiene una fuerte presencia en el Mediterráneo y el Golfo Arábigo, en el marco de la OTAN y la defensa antimisiles, o de forma bilateral, con varias flotas navales, amplias capacidades de ataque, una treintena de bases militares y un importante número de tropas: 15.000 soldados estadounidenses en Italia, 13.500 en Kuwait, 6.000 en Qatar, 5.000 en Bahrein, 4.700 en Yibuti, 3.500 en España, 3.000 en Jordania, 3.000 en los Emiratos Árabes Unidos, 2.500 en Irak-Siria, 2.000 en Turquía, etcétera. Todo ello sin perder de vista a su principal protegido (Israel) y su principal adversario regional (Irán), además de la vigilancia de las rutas marítimas que siguen los gigantescos portacontenedores y superpetroleros con destino a Occidente, vía el Canal de Suez y el Mediterráneo.

El amplio compromiso de Washington con el apoyo incondicional a Ucrania, desde febrero de 2022, frente a una Rusia que ha vuelto a ser promocionada como “enemigo” número uno, también ha reforzado el interés estratégico del Mediterráneo oriental, dominado en los últimos años por Turquía, Rusia y sus aliados. Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense vuelve a asumir su papel de liderazgo al frente de una OTAN revigorizada, que ha conservado sus puntos de apoyo en el Mediterráneo. Recordemos que el cuartel general de sus fuerzas navales tiene su base en Nápoles, en el sur de Italia, que las fragatas antimisiles estadounidenses Aegis están estacionadas en Rota (España), que los aviones radar AWACS -con los colores norteamericanos o el logotipo de la OTAN- operan en el Mar Negro y alrededor de Ucrania desde Sicilia y Grecia, y que el componente terrestre del Mando Aliado en Europa (SACEUR) se coordina desde Izmir (Turquía).

El actual repliegue estadounidense en Israel-Palestina no preanuncia las decisiones del gobierno israelí: “Estados Unidos quiere demostrar que manda”, analiza el especialista en geopolítica Pascal Boniface (3), “pero sabemos que Israel decidirá según su propia agenda y no tendrá en cuenta las exigencias de Washington”. Esto puede parecer paradójico dada la magnitud de la ayuda estadounidense a Israel, pero es lo que viene ocurriendo entre ambos países desde principios del siglo XXI. Como Estados Unidos se abstiene de ejercer una presión real sobre Israel, sus dirigentes son muy conscientes de que pueden decidir las cosas como les parezca, sin exponerse a la amenaza de sanciones.

1. Después de otras 3 denominadas, por parte de Israel, “Plomo Fundido” en 2008-2009, “Pilar de Defensa” en 2012 y “Borde Protector” en 2014.

2. El Gerald Ford, inaugurado a finales de octubre de 2022 tras años de contratiempos técnicos, es el más moderno de los once portaaviones estadounidenses: 332 metros de eslora, 74 aviones de transporte y una tripulación de 4.600 marinos (tres veces más que el Charles de Gaulle).

3. France 24, 15 de octubre de 2023.

Por Philippe Leymarie * Periodista. / Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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