Los va a masacrar y no nos vamos a enterar
horror que se vive en Israel/Palestina nos inunda. Al intrincado problema histórico, cuya comprensión demanda estudio y disposición al pensamiento complejo, se suman urgentes consideraciones de tipo ético-políticas. Amigxs que entienden más que yo de estos asuntos me van ayudando a pensar. En las actuales circunstancias no pactar con el enemigo equivale (explícita o implícitamente) a avalar un genocidio. Que ya está en marcha. El apartheid ejercido por el Estado de Israel sobre la población árabe/palestina es doblemente intolerable. A la crueldad organizada desde el poder se le suma la perversión de una memoria de la humanidad: Israel actúa con la racionalidad económica, técnica y militar legada por el genocidio europeo y occidental de millones de judíos. Su memoria falla cuando se alía al occidente capitalista contra una población que no tuvo nada que ver con el nazismo.
La táctica de Hamas, que incluye la masacre de civiles desarmados es brutal, injustificable y repudiable. Ninguna guerra de liberación puede fundarse en una deshumanización tan extrema. Al actuar como sus victimarios, Israel hace suya la moral de sus verdugos. Al actuar como el Estado israelí, Hamas asimila para sí lo peor de su enemigo. El fracaso de ambas políticas pasa por declarar inadmisible la reducción que lleva lo palestino a Hamas y lo judío a la política ultra reaccionaria del Estado de Israel. Por supuesto, puede parecer fácil escribir desde “afuera”. La película Omar (Hany Abu-Assad, 2013) cuenta la historia de un joven palestino atrapado en las redes opresivas de la ocupación israelí. Sobre el final Omar empuña un arma de manera justa contra el oficial hebreo que lo ha manipulado hasta arruinar su vida. Es justamente desde “afuera” que estas cosas pueden y deben decirse con claridad (poniendo todas las comillas del caso, porque la lógica del negacionismo, de la exclusión colonial, del racismo y del exterminio crecen también entre nosotrxs; con similares apelaciones a lo teológico-político occidentalizado y porque la multiplicación de la razón bélica se expande por todo el planeta). Se ha repetido mucho (pero, ¿cómo no insistir?) que el humanismo palestino, el judío y el israelí -que no son necesariamente lo mismo- supusieron siempre un freno a la violenta simplificación que opera en toda voluntad de exterminio. Citamos a Einstein, a Said, a Arendt, a Sambar y a Oz. ¿Pero cómo entretejemos cada una de estas palabras, y las que escribió León Rozitchner en su artículo “Plomo fundido” sobre la conciencia judía, en una fuerza capaz de desactivar el horror que silencia ahora mismo a las víctimas? Ayer a la mañana Emiliano, un amigo argentino que suele visitar Gaza -hace talleres de circo con chicos- me cuenta que recibió un mensaje desde allá. Caían bombas sobre la infraestructura de energía y de internet mientras el mensaje se publicaba en redes. Emiliano me escribe: “Espantoso. Los van a masacrar y no nos vamos a enterar… Todo esto trae tantos recuerdos. Tantos muertos que venimos heredando. Y la memoria se hace un infierno al escuchar a un compañero morir así…”.
Por Diego Sztulwark * Investigador y escritor. Estudió Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política. / La Tecla Eñe