Ideas para enfrentar a la extrema derecha

Actualidad26/08/2023
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Un candidato presidencial que relativiza las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura militar, que promete a los ciudadanos que podrán armarse para hacer frente a la inseguridad y se opone al aborto en todos los casos… Podría ser Javier Milei, pero fue también el discurso del candidato a presidente chileno José Antonio Kast, que perdió las elecciones de 2021, y de Jair Bolsonaro, que ganó las de 2018 y perdió su intento de reelección en 2022.

Los candidatos de extrema derecha se imponen como un tsunami que se alimenta del hartazgo contra Estados desconectados de las preocupaciones cotidianas de sus ciudadanos y contra los políticos de turno. Alientan esperanzas de cambio con promesas desligadas de los hechos e instalan una realidad alternativa que parece irrebatible. En su apogeo, estos candidatos parecen inmunes a los argumentos basados en la lógica. Sin embargo, las derrotas de Kast y Bolsonaro muestran que existen estrategias para contrarrestar la influencia de la extrema derecha, aunque también, como en cualquier otra elección, hay factores coyunturales y de liderazgo que resultan determinantes.

Las victorias de Luiz Inácio Lula da Silva sobre Bolsonaro y de Gabriel Boric sobre Kast se consiguieron a través de coaliciones multipartidarias y de amplia diversidad ideológica que adquirieron particular fuerza en el balotaje, y que lograron unir fuerzas en torno a la defensa de la democracia y la oposición a las amenazas autoritarias. En polos opuestos de sus carreras –Boric como representante del recambio generacional y Lula como líder casi mítico–, ambos pudieron proyectar carisma y encarnaron un voto de esperanza contra la amenaza de la ultraderecha en materia de derechos, políticas sociales y ambientales. Estos enfoques trascienden la región y también contribuyeron a los éxitos electorales de Joseph Biden en Estados Unidos en 2020 y de Emmanuel Macron en Francia en 2017.

Frentes anti-autoritarios

Tanto Boric como Lula desplegaron una narrativa en defensa de la democracia, más allá de las ideologías políticas. La campaña de Lula para retornar a la presidencia se construyó sobre una coalición multipartidaria que abarcó desde la centroderecha hasta la izquierda clásica del Partido de los Trabajadores. En particular, la decisión de elegir como vicepresidente a Gerardo Alckmin, un histórico contrincante de Lula, fue una fuerte señal anti-grieta, cuenta Miguel Lago, politólogo brasileño. La incorporación de Alckmin marcó la unidad de los dos partidos clásicamente opositores desde el regreso de la democracia, el PT y el PSDB. Aunque formalmente Alckmin ya no formaba parte del partido, su presencia resultó muy relevante.

Tanto Boric como Lula desplegaron una narrativa en defensa de la democracia, más allá de las ideologías políticas.

Sin embargo, la construcción del frente amplio de Lula no fue fácil, enfatiza Lago. De hecho, no se había logrado en 2018, cuando votantes y partidos priorizaron las divisiones ideológicas y allanaron el camino para Bolsonaro. Solo se avanzó en la alianza tras cuatro años de un gobierno bolsonarista desastroso en materia de políticas públicas –fue particularmente impactante su negación de la pandemia y su rechazo a implementar políticas de salud–, así como de ataques frecuentes contra las instituciones democráticas.

En este contexto, Lula pudo obtener también el respaldo de políticos diversos de partidos opositores, como el ex presidente Fernando Henrique Cardoso. También sumó, de cara al balotaje, el apoyo de los candidatos a los que había vencido en primera vuelta, como la favorita de los empresarios, Simone Tebet, quien señaló, al apoyar a Lula, que mantenía sus críticas hacia él pero reconocía su compromiso con la democracia y la Constitución, cosa que contrastó con Bolsonaro. Cardoso, que anunció su apoyo a Lula después de la primera vuelta, hizo referencia a la lucha histórica conjunta contra la dictadura en Brasil, tuiteando una foto en la que aparecía junto a Lula repartiendo volantes contra el gobierno militar. Desde la izquierda, Lula pudo sumar a su ex ministra de Medio Ambiente, convertida en opositora, Marina Silva.

“Esta no es una victoria mía, ni del PT, ni de los partidos que me apoyaron en esta campaña. Es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó, por encima de los partidos, de los intereses personales y de las ideologías, para que triunfe la democracia”, dijo Lula después de ganar.

En Chile, Boric obtuvo en la segunda vuelta el apoyo y los votos de fuerzas de izquierda que habían quedado afuera, como Yasna Provoste, de la Democracia Cristiana. Boric, además, supo moderar sus propuestas económicas, adecuándolas a votantes centristas, con un programa de cambio más gradual. También fue decisivo el fantasma de la dictadura que reivindicaba Kast, que había salido primero en la primera vuelta de las elecciones generales. “Como las elecciones fueron voluntarias, la motivación anti-dictadura fue clave para la victoria de Boric”, señala el sociólogo Fernando Alvear Atlagich. En efecto, la movilización de votantes que no participaron en la primera vuelta fue decisiva para la victoria en el balotaje: participaron 1,2 millones de personas más, aproximadamente un 8% del electorado, alcanzando una participación histórica de 55,6%. “La elección fue ganada en el territorio” agrega Alvear Atlagich, que participó en una campaña casa a casa en Santiago donde dialogaron con vecinos dubitativos. “La población percibió que se estaba decidiendo algo muy importante”.

Boric recibió el apoyo de organizaciones de la sociedad civil que nunca habían formado parte de los procesos electorales y que se movilizaron en nombre de la lucha contra el fascismo, y en defensa de la transformación social iniciada por las protestas de 2019 y avalada en la decisión de abrir un proceso constituyente. La movilización de las mujeres fue clave, galvanizadas por la plataforma anti-derechos, ultra-conservadora y patriarcal de Kast, que había prometido eliminar el Ministerio de la Mujer, subsidiar a las familias heterosexuales con niños (excluyendo familias monoparentales o LGBTI) y prohibir el aborto bajo las limitadas causales que habilita la ley chilena.

En su discurso de victoria, Boric agradeció a “las mujeres de la patria que se organizaron en todo Chile para defender los derechos que tanto les ha costado alcanzar. Desde el derecho a voto hasta el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Desde el derecho a la no discriminación por el tipo de familia que hayan decidido formar, hasta el reconocimiento por las tareas de cuidado que hoy realizan.”

Defensores de la democracia

La victoria de Lula se produjo en un contexto de ataques a la democracia desde el Ejecutivo. Antes de las elecciones, Bolsonaro había cuestionado de forma reiterada al sistema electoral brasileño alegando un posible fraude. De hecho, la justicia lo inhabilitó para ocupar cargos políticos por 8 años a raíz de sus críticas infundadas al voto electrónico, que los jueces consideran que crearon el marco que propició el intentó por tomar los poderes del Estado el 8 de enero en Brasilia.

Para limitar los impulsos autoritarios de Bolsonaro, fueron cruciales las decisiones de actores individuales desde sus espacios institucionales, en particular del juez de la Corte Suprema y del Tribunal Electoral Superior, Alexandre de Moraes. “El magistrado aseguró la integridad del sistema electoral contra la embestida del presidente y combatió la delincuencia política durante elecciones que se llevaron adelante en condiciones muy desiguales”, señala Conrado Hubner, profesor de derecho constitucional de la Universidad de San Pablo.

“Otra cosa que vale la pena resaltar es que la sociedad civil, que desde el comienzo se organizó mucho, se articuló como nunca antes, durante todo el gobierno de Bolsonaro, para organizar la oposición,” señala Hubner. “La sociedad civil entre otras cosas hizo un monitoreo de la red de desinformación muy estructurada. La sociedad civil fue importante para informar al Tribunal Electoral lo que pasaba”, agrega. Esto permitió que la justicia tomara decisiones que limitaron la desinformación en las redes.

La movilización de votantes que no participaron en la primera vuelta fue decisiva para la victoria en balotaje.

También Lagos señala la importancia de la prensa brasileña, que en el ciclo electoral 2022 fue escéptica con Bolsonaro, aun desde medios de derecha. Esta situación contrasta con  normalización de Javier Milei que el experto detecta en Argentina (1).

En carne propia

Quizás una de las estrategias más efectivas para vencer a la extrema derecha es que gobierne. Es el caso de Brasil, donde recién después de vivir los estragos de Bolsonaro se formó una coalición amplia en su contra. “En 2018 el anti-petismo no veía la posibilidad de votar a Fernando Haddad contra Bolsonaro, hubo abstención record”, recuerda Lagos. Muchos votantes de derecha no querían votar al candidato del PT, pero tampoco a Bolsonaro. Del mismo modo, la victoria de Biden contra Donald Trump en el 2020 debe mucho a los errores no forzados del errático presidente republicano.

Tanto Lula como Boric se beneficiaron de la demanda de cambio de muchos votantes frustrados con los gobiernos de turno: contra el de Bolsonaro en el primer caso, contra el de Sebastián Piñera en el segundo. Se trata de lo que Felipe Heusser Ferrés, abogado y experto en comunicación política que participó en la campaña presidencial de Boric, identifica como una “fuerza destituyente”. Este ánimo de cambio explica por qué los brasileños que habían optado por Bolsonaro en 2018 le dieron la espalda en 2022 y por qué los chilenos que habían apoyado a Boric en 2021 rechazaron la nueva Constitución y se inclinaron por el partido de Kast en la elección de delegados constitucionales de este año.

En este sentido, una de las enseñanzas es que las victorias de Boric y Lula no devolvieron a la extrema derecha a la caja de Pandora. Al contrario, las fuerzas de extrema derecha demostraron que conservan músculo relevante. Casi la mitad de Brasil apoyó la reelección de Bolsonaro, muchos rechazaron su derrota con bloqueos de rutas y otros participaron del ataque en Brasilia. En Chile, el Partido Republicano de Kast ganó la mayoría en la nueva Comisión Constituyente. La extrema derecha puede ganar o perder, pero sigue presente.

Por Jordana Timerman * Periodista argentina, editora del Latin America Daily Briefing. / Le Monde Diplomatique

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