Las cocinas de gas y la importancia de los gestos

Actualidad - Internacional 09 de mayo de 2023
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La decisión de Nueva York de convertirse en el primer estado de los Estados Unidos que prohibe la incorporación de cocinas de gas a las viviendas de obra nueva ha provocado un inesperado debate en el país: cuando el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer dijo, parodiando los miedos de los republicanos, «nadie va a venir a llevarse tu cocina de gas«, poco antes de que el estado de Nueva York las prohibiese, recibió muchas críticas, pero la realidad era exactamente esa: nadie vendrá y se la llevará, pero si quieres una en tu vivienda recién construida, olvídate, no la vas a tener.

¿Qué ha hecho que las cocinas de gas se conviertan en un elemento de confrontación política? En realidad, la ciencia y los datos respaldan claramente su prohibición: hablamos de un electrodoméstico que genera emisiones que son perniciosas tanto para el clima como para la salud. Las pérdidas de metano se producen incluso cuando la cocina no está en uso, y los óxidos de nitrógeno se generan durante la combustión a niveles que exceden los aconsejados por las agencias regulatorias, y son susceptibles de provocar o agravar problemas respiratorios, especialmente en niños.

Además, tanto el metano como el dióxido de carbono procedente de la combustión son gases de efecto invernadero que contribuyen a la emergencia climática. Podríamos pensar que es poca cosa en comparación con, por ejemplo, un automóvil, pero si el 35% de los hogares norteamericanos poseen una cocina de gas (el 30% en la Unión Europea), el volumen generado se hace claramente palpable.

¿Qué hacer en un caso así? Pues en lugar de tomar una decisión tan impopular como la de prohibir un elemento que se encuentra en un tercio de los hogares y que muchos defienden como una forma más agradable de cocinar, simplemente promulgar una prohibición de su instalación en viviendas nuevas a partir de ahora, y añadir incentivos para que quien quiera proceder a su sustitución, pueda hacerlo con arreglo a algún tipo de bonificación o subvención. Tratar, básicamente, de que los usuarios entiendan que son sus decisiones personales, aunque parezcan pequeñas, las que condicionan su propia salud y el futuro del planeta, y que es así, con concienciación, como se llevan a cabo cambios que, de entrada, podrían parecer imposibles.

Es lo mismo que se está planteando con tecnologías como los paneles solares, las baterías o la aerotermia: obligar a su instalación en viviendas construidas a partir de una fecha, y bonificar mediante subvenciones su instalación en viviendas construidas anteriormente. El momento de desconectar tu hogar de una tecnología como el gas es mágico: hablamos ya no solo de una posible fuente de peligro, sino también de un coste difícil de controlar, sometido a vaivenes en función de la geopolítica, y con consecuencias negativas tanto desde el punto de vista del clima como de la salud de los ocupantes del hogar. Pero sobre todo, y tristemente es a lo único que parece que muchos atienden, puede ser sustituido por tecnologías mucho más baratas y ventajosas. La electricidad es decididamente más sana, más limpia, menos peligrosa y muchísimo más barata.

Tendremos más o menos costumbre de cocinar con gas, nos gustará más o menos, lo consideraremos más tradicional o incluso con supuestos efectos sobre el sabor de lo que cocinamos… pero es lo que es: un combustible fósil nocivo, peligroso y que hay que tender a eliminar. Como todos los demás. Al final, sea tu cocina, tu automóvil o lo que sea, son decisiones personales, pero la suma de muchas decisiones personales define nuestras posibilidades como sociedad.

Nota:https://www.enriquedans.com/

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