Los escenarios angustiantes que aparecen a medida que crece Javier Milei

Actualidad 07 de mayo de 2023
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A mediados de semana, Pablo Zurro, el intendente cristinista de Pehuajó, le destinó un brulote a Javier Milei. “Lo que ocurre es que es un masturbador compulsivo -dijo. Por eso dice boludeces”. La frase de Zurro supone la existencia de todo un esquema conceptual acerca de la sexualidad humana. De ella se deduce, en principio, que existe una frecuencia a partir de la cual alguien que se masturba deja de elegirlo libremente para hacerlo de manera adictiva. Además, parece que si eso ocurre produce modificaciones en la personalidad: atonta, confunde, impulsa a decir tonterías. Finalmente, Zurro -por alguna razón que vaya a saber cual es- sugiere que conoce la intimidad de Milei.

Por fuera de esas especulaciones, se trata en realidad de una agresión bruta, tonta e improcedente que describe más a Zurro que a Milei. Pero no es la única que recibió en estos días la estrella ascendente de la política argentina. Se trata de un hombre que vive con siete perros y está enamorado de su hermana, advirtió una periodista que prestó su voz a uno de los videos difundidos por la vicepresidenta. “¿Quién te tiene miedo, hermano?”, lo desafió la mismísima Cristina Kirchner.

Es la repetición de una dinámica que ha acompañado al economista libertario desde el mismo momento de su aparición. Él crece en las encuestas, lo insultan, crece más, lo insultan más, vuelve a crecer. ¿Qué se supone que suceda si lo siguen insultando? Se trata de un método que el cristinismo ya puso a prueba contra personalidades tan distintas como Francisco De Narváez, Sergio Massa y, sobre todo, contra Mauricio Macri. En todos los casos logró resultados similares.

Mientras tanto, en medio de toda esta confusión, aparecen algunos esfuerzos más serios que explican algunas cuestiones más delicadas que la convivencia con mascotas. El problema más serio de Milei es que sus propuestas podrían generar una tragedia social de una dimensión que ni siquiera los argentinos con varias décadas de vida hemos visto aún. Esa inquietante perspectiva se sintetiza en una sola palabra: dolarización.

Lo primero que se debe tener en cuenta para entender el problema es si la idea central de Milei es realizable o no. No es un tema menor. La dolarización es una herramienta que intenta atacar el principal problema del país, que es la inflación, y todos los que se derivan de él. Si el nuevo presidente está embanderado en una idea que no se puede llevar a cabo, eso quiere decir que llega sin solución a ese problema y, lo lógico, es que se agrave: eso ha ocurrido, por ejemplo, con los últimos tres presidentes, ninguno de los cuales enfrentó el asunto con seriedad.

La dolarización, en principio, debería ser impuesta por ley. Eso va a ser muy dificultoso. En una elección impresionante, Milei podría obtener un 30 por ciento de los votos, tal vez un 35, milagrosamente un 40. Si se aplica un cálculo muy lineal, en el mejor de los casos para él, contaría apenas con el 20 por ciento de la cámara de diputados, que renueva por mitades, o con apenas el 13,3 de la cámara de senadores, que renueva por tercios. Si la única idea del candidato es dolarizar, y no tiene los votos para hacerlo, no habría dolarización y por lo tanto se quedaría sin plan contra la inflación.

Pero hay un problema de otro orden: tampoco está claro que la dolarización se pueda imponer por ley. Una de las personas, tal vez la más importante, que deberá eventualmente decidir sobre ese punto es el presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti. En su Tratado de Derecho Constitucional, Rosatti escribió un capítulo titulado “Inconstitucionalidad de la adopción de una moneda extranjera como moneda nacional”.

Dice textualmente:

“¿Podría el Estado nacional adoptar como moneda propia, es decir, como moneda nacional, una moneda extranjera? Constitucionalmente esa posibilidad está vedada por distintos motivos.

1. Porque se trataría de una moneda que no podría emitir el Estado nacional, tornando vacía de contenido la facultad del artículo 65 inciso 6.

2. Porque se trataría de una moneda cuyo valor no podría ser fijada por el Estado nacional, tornando impracticable la facultad del artículo 75 inciso 11.

3 Porque se trataría de una moneda cuyo valor no podría ser defendido por el Estado, entre otros motivos porque no ejercería sobre ella el derecho de emisión, tornando abstracto el mandato del artículo 75 inciso 19. Lo dicho no significa que, en la fijación del valor de la moneda nacional puede utilizarse como parámetro referencial el valor de otra moneda”.

De modo que, para adoptar el dólar como moneda argentina, Milei debería conseguir la mayoría habitual de legisladores requerida para una ley común, o las mayorías especiales para convocar a una reforma constitucional, y luego llamar a elecciones constituyentes donde su fuerza debería conseguir más de la mitad de los votos de la sociedad. Para eso se requiere tiempo y, durante ese tiempo, los precios seguirían conviviendo, como hasta ahora, con un gobierno sin plan.

Una solución que no se puede aplicar, en principio, difícilmente sea una solución.

Pero, ¿qué pasaría si se aplica, si -digamos- Milei obtuviera un ochenta por ciento de los votos en octubre y, de esa manera, al estilo del salvadoreño Nayir Bukele, consiguiera algo así como la suma del poder público?

En las últimas horas, una consultora difundió entre algunos de los empresarios más importantes del país un texto muy sencillo de entender. Contiene algunos números, pero no muchos. El trabajo explica que el “tipo de cambio de dolarización” surge de dividir todos los pesos que circulan por todos los dólares que puede usar el Estado para capturar esos pesos. El texto sostiene que, si el gobierno dolariza, todo aquel que tenga pesos deberá cambiarlo por dólares, pero también requerirá dólares quién tenga pesos depositados a la vista o a plazo fijo, o quien tenga bonos del Estado. Para que esa demanda sea satisfecha, el gobierno deberá entregar dólares por un monto equivalente. Por lo tanto, esos dólares deberán tener un valor que les permita aspirar los pesos, o satisfacer esa demanda.

En el momento de hacer cálculos, el informe explica que los pesos en circulación son 27 millones de millones de pesos, o sea, 27.000.000.000.000 pesos. Y los dólares en poder del Estado son 4 mil millones. Al dividir los unos por los otros surge el tipo de cambio dolarizador: 6.750 pesos por dólares. Otros informes calculan que ese resultado, dependiendo de distintas variables, oscilaría entre 3.400 y 13.500 pesos por dólar. La variación se explica por la incidencia de variables que puedan modificarse en medio de la dinámica electoral.

O sea, en estas condiciones, la dolarización con pocos dólares produciría una de las devaluaciones más fuertes de la historia humana. El dólar se multiplicaría, en el mejor de los casos, por quince y en el peor por casi cincuenta. La inflación destruiría los salarios en cuestión de segundos. ¿Qué pasaría con Milei en ese caso? Cientos de países han tenido éxito con la aplicación de planes de estabilización mucho menos traumáticos. Es difícil de entender por qué alguien apelaría a un salto al vacío de este tipo.

El trabajo citado admite que en las cercanías de Milei se especula con un escenario alternativo. Los libertarios sostienen que el plan económico generaría tales niveles de confianza que los bonos argentinos multiplicarían su valor. Si eso ocurre, el Banco Central podría vender los bonos en su poder, conseguiría así 67.500 millones de dólares y con eso lograría dolarizar a un valor del dólar mucho más bajo y parecido al blue de esta semana, como aseguró Milei.

Este planteo enfrenta tres problemas:

1- Tal vez el plan económico de Milei no genere la confianza que imaginan. No sería la primera vez que ocurre. De hecho, no hay demasiados inversores que expresen esperanzas al respecto. Si, en ese caso, confiado en una respuesta favorable de los mercados que no llega, un nuevo gobierno fija un tipo de cambio dolarizador demasiado bajo para responder a la demanda, eso generará -sostiene el informe- una corrida imparable: mucha gente querrá dólares que no existen.

2- Si, en cambio, provoca semejante confianza en los mercados, el Banco Central podría vender los bonos para hacerse de dólares y con eso sostener un tipo de cambio dolarizador de 450 pesos. Pero, al entregar bonos, aumentaría la deuda en dólares del Estado. En este caso, por 67.500 millones dólares.

3- Pero, además, devaluar de 240 a 450 -si pudieran poner ese techo- también produciría una licuación brutal del salario real.

O sea, el plan es difícil de implementar legalmente. Pero, además, conlleva riesgos dramáticos de una megadevaluación o, en caso de calcular mal, una corrida que se llevaría puestos a los bancos. Si todo sale como planean los libertarios, la deuda en dólares aumentaría de manera estremecedora y, además, el salario real sufriría un nuevo recorte.

Esta semana, Alejandro Rodríguez sumó otro de los riesgos: que el Estado, en lugar de cambiar los pesos por dólares, termine cambiándolos por Patacones. Devoto explicó que una eventual dolarización generaría condiciones tan rígidas para el acceso a dólares que los mismos gobernadores, utilizando las atribuciones de un régimen federal, emitirían inmediatamente cuasimonedas con las que, por ejemplo, pagarían los sueldos. ¿Cómo cotizarían esas monedas respecto del dólar? ¿Cuánto se podría comprar con ellas?

Se trata ciertamente, de un escenario distópico, pero que tiene un elemento más complejo aún. Si Milei logra un resultado en las primarias que lo coloca en una posición de favorito para llegar a la presidencia, puede que se dispare una demanda desesperada de dólares. En ese caso, varias consultoras predicen que un escenario de crisis, mucho peor que la actual, se dispararía en agosto.

Como se ve, hay situaciones más delicadas para discutir que las supuestas conductas privadas de tal o cual candidato. La Argentina se asoma a una de las transiciones más angustiantes e inciertas de su historia democrática. Si los candidatos alternativos no se esmeran en construir opciones creíbles y potentes, tal vez estemos cerca de vivir momentos inolvidables, en el peor sentido del término.

Nota:infobae.com

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