Dos modelos económicos en disputa: la batalla de fondo que abre la salida de Macri

Economía 27 de marzo de 2023
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La renuncia de Macri dejó una evidencia harto sabida, pero también abrió una secuencia de posibilidades y un interrogante, clave, ineludible y hasta urticante de cara al futuro, que abarca a todo el espectro de la política económica. La evidencia es que, debido al sano ejercicio de la memoria, Macri cerró su mandato en 2019 con una profundización de los principales problemas económicos y sociales que había recibido, al tiempo que creó otros que aún perduran. Esto, en la memoria reciente de los electores, recortó sus posibilidades de volver a la presidencia. Ahí la evidencia.
Ahora, la secuencia. Juntos por el Cambio festejó y elogió ayer que su líder diera un paso al costado. De alguna forma, recupera votos ideologizados que su gestión presidencial había perdido. A la vez, reconfigura el escenario, ordenando -al menos un poco- la interna. En términos puramente electorales, reconstruye puentes con el radicalismo y hasta presiona al Frente de Todos en su propia carrera por definir una estrategia.

Ahora bien. La pregunta que subyace es sencilla: sin el personalismo y la subjetividad de Macri en medio de la ecuación por la pelea cambiemita, ¿qué tan distintas son las ideas económicas que podrían tomar los precandidatos que aún siguen en carrera en ese espacio? La respuesta probable es: las fricciones entre dirigentes de JxC para determinar quién conducirá en la carrera presidencial se vuelven insignificantes a la hora de definir el futuro programa económico.

Los ideólogos

La clave es que los referentes de ese espacio como Carlos Melconian (del IERAL), Hernán Lacunza, Luciano Laspina, Federico Pinedo, Eduardo Levy Yeyati, Martín Tetaz, Juan Carlos Sánchez Arnau (pichettista), todos referentes de Juntos por el Cambio no difieren demasiado en sus líneas más puras.

Los elementos centrales de JxC bajo la forma de promesa electoral son un ajuste fiscal repentino y profundo para llegar al déficit cero, unificar los tipos de cambio -ni bien se pueda- mediante una devaluación, una desregulación del acceso al dólar, bajar sensiblemente los derechos de importación y las retenciones a las exportaciones e impulsar reformas laborales, fiscales y previsionales que resulten regresivas para las mayorías, asegurando, otra vez, un fuerte recorte del gasto público. A ello se suma la -supuesta- intención de disminuir impuestos a empresas, las contribuciones a la seguridad social y el achicamiento de determinadas áreas del Estado.

El dato que torna más preocupante esta forma de pensar el futuro es que, visto la coyuntura, podría inferirse que la línea de acción que se trazan para recorrer no difiere demasiado de lo que promueve, por estas horas, Kristalina Georgieva, la titular del FMI. Por supuesto, en JxC suelen olvidarse de mencionar al organismo en sus lineamientos económicos, a pesar de que las -¿coincidencias?- son notables.

Los libros de historia

La experiencia histórica ya demostró que ese programa de JxC-FMI no funciona. De hecho, producto de ese modelo económico es que ahora tenemos la tutoría del organismo en las decisiones soberanas. No hay duda que, de no mediar novedad, el país no podrá pagar su deuda en el camino, aunque sí devastar las posibilidades de lograr una política de mayores ingresos y un crecimiento económico con inclusión social. No hay nada parecido que alguien de JxC esté discutiendo en este momento.

Por supuesto hay ideas que deben analizarse. Un ordenamiento fiscal es necesario. También una reforma laboral y previsional. Pero en ningún lugar está escrito que todo esto deba ser regresivo. Para ponerlo en criollo: las reformas pueden -y deben- ser progresivas y progresistas. Incluso en materia impositiva, una discusión que aparece vedada y que formó parte de la campaña electoral del presidente Alberto Fernández.

Si se lo piensa, la gran diferencia que podría reservar el escenario de la competencia electoral es que mientras el tándem JxC-Milei se disputan la violencia y velocidad del ajuste pasando por alto -una vez más- la experiencia histórica, en todo el arco que se diferencia de ellos la pregunta que aún persiste evoca la ideología de un shock distributivo como herramienta de la justicia social.

Promover un modelo económico que permita que millones de argentinos pueden mejorar su calidad de vida, no está necesariamente engarzada con las mejoras que trae una Argentina potencia en materia agroexportadora, sumada la energía, la minería y el litio. Todo esto es condición necesaria, si. Pero no alcanza. Esas mejoras deben replicar en otros sectores económicos. El consumo, la inversión pública. De otra manera, habrá un país dentro de otro país. Llegar a los argentinos que seguramente no se beneficiarán de las tasas de interés astronómicas ni de una inflación estructural que ya data de años, pero que va incrementándose. Son los anónimos en los que seguramente no va a pensar JxC.

Con pandemia, guerra en Ucrania y sequía de por medio, las tensiones económicas locales se mantienen intensas. El acuerdo con el FMI actúa, también, en este sentido. La crisis bancaria internacional no ayuda tampoco. No obstante, los desafíos trascienden, incluso, este panorama. ¿Qué margen tiene hoy el Frente de Todos para transformar esto en un común denominador? ¿En qué medida podrá metamorfosear esto en una estrategia electoral que recupere los aciertos de los últimos años, pero, sobre todo, potencie aquello que lo diferencia desde el minuto cero de la fuerza opositora?

Contrariamente a lo que muchos piensan y escriben, la salida de Mauricio Macri puede cifrar, para las fuerzas del oficialismo, una renovada expectativa. La memoria -la misma que gravitó con fuerza en el 24-M- aún persiste en buena parte del electorado, que no quiere regresar a viejas prácticas, todas anudadas con programas económicos regresivos para amplios sectores de la sociedad. Del oficialismo dependerá no dejar a ese sector de la sociedad olvidado a su suerte.

Ámbito Financiero

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