Para romper el BRICS, EE.UU. ataca a India

Actualidad - Internacional 07 de marzo de 2023
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Cuando el pasado jueves 2 el primer ministro de India, Narendra Modi, inauguró en Nueva Delhi la conferencia de cancilleres del G20, ya no era optimista, pero lo intentó: “Todos debemos reconocer que el multilateralismo está hoy en crisis”, afirmó. “Rezo para que se inspiren en el espíritu civilizador de India: no centrarse en lo que nos divide, sino en lo que nos une”, añadió. El representante ruso, Sergei Lavrov, y el norteamericano, Antony Blinken, lo miraban serios. A instancias del anfitrión, ambos se encontraron en un pasillo. Sólo diez minutos para decirse que no se entendían en nada. No ha llegado aún el momento de las negociaciones y hasta que éste llegue sufren los neutrales. Tanto que India puede sufrir una “revolución de colores” como tantos otros en las últimas tres décadas. Estados Unidos y Gran Bretaña no soportan a no alineados y a Modi se lo están haciendo sentir. -

En los últimos años India ha llevado una política exterior dual: por un lado, ha confluido con Australia, Estados Unidos y Japón en la alianza cuadrangular Quad, para controlar el comercio por el Océano Índico y equilibrar el avance chino que, para peor, se reunió en la capital india inmediatamente después del G20. Por el otro, mantiene sus tradicionalmente buenas relaciones con Rusia, para evitarse problemas en Asia, contener a Paquistán y tener un mediador para su difícil relación con China. Desde que estalló la fase actual de la guerra en Ucrania el gobierno del Bharatiya Janata Party (BJP, Partido Popular Indio) ha omitido criticar la intervención de Rusia en Ucrania, se ha negado a sumarse a las sanciones contra Moscú y se ha convertido en uno de sus socios económicos más importantes. Sobre todo le ha seguido comprando petróleo y armas. Es que, razonó el liderazgo indio, si Nueva Delhi condenaba a Moscú por su acción en Ucrania, lo volcaría a favor de Pekín en el diferendo secular que ambos mantienen en el Himalaya. Paquistán inmediatamente aprovecharía la ocasión, para golpear de algún modo a su atávico enemigo. 

Sin embargo, ni el Departamento de Estado ni el Foreign Office guardan miramientos para tan sensatas reflexiones de la política asiática. Una serie de acontecimientos sospechosamente programados y dirigidos sugieren que el Imperio no acepta el no alineamiento del primer ministro y que está tratando de desestabilizarlo, para cerrar el cerco contra Rusia y romper el BRICS. 

En enero se lanzó un claro ataque angloamericano contra Modi y su principal respaldo financiero. Responsable por la intriga es Hindenburg Research, una oscura empresa financiera de Wall Street especializada en realizar supuestas “investigaciones financieras forenses” sobre corrupción o fraude en empresas que cotizan en Bolsa, con las que baja su valor accionario y las obliga a vender participaciones muy por debajo del valor de mercado. La misteriosa empresa surgió en 2017 y se sospecha que tiene vínculos con la inteligencia estadounidense. 

En su último informe Hindenburg denunció a un multimillonario indio, Gautam Adani, jefe del Grupo Adani, quien a principios de año todavía era el hombre más rico de Asia y el principal patrocinador financiero del primer ministro Narendra Modi. Ambos provienen de Gujarat, en el oeste del país, donde Modi gobernó hasta convertirse en primer ministro en 2014, y son estrechos amigos. Desde que su socio está en el poder, Adani se ha enriquecido fuertemente mediante empresas vinculadas a la agenda económica oficial. Su conglomerado empresario había llegado a ser el segundo más grande de India, pero, desde que el informe Hindenburg del 24 de enero denunció el uso indebido de paraísos fiscales y la manipulación de acciones por el grupo, las empresas de éste han perdido más de 120.000 millones de dólares en valor de mercado. 

La empresa norteamericana afirma que su informe es el resultado de dos años de investigación y visitas a media docena de países, lo que sugiere que hizo una inversión bastante costosa para una diminuta empresa de investigación de Wall Street. El documento acusa a las empresas Adani, entre otras cosas, de que a lo largo de décadas el conglomerado indio de 17,8 billones de rupias indias (218.000 millones de dólares estadounidenses) ha participado en un “descarado” plan de manipulación de acciones y fraude contable. Los detalles del costoso esfuerzo de Hindenburg, para desacreditar y hundir el valor de las acciones de una empresa en la remota India sugieren que podría tener denunciantes bien informados o fuentes de inteligencia ayudándoles a apuntar a un grupo vulnerable con estrechos vínculos con el poder político en Nueva Delhi. 

En tanto, el mismo mes de enero en que apareció la revelación de Hindenburg la BBC emitió un documental crítico sobre el papel de Modi en los disturbios religiosos de Gujarat en 2002, cuando era gobernador del estado. El reportaje de la BBC -que ha sido prohibido en India- se basó en información de inteligencia inédita facilitada a la BBC por el Foreign Office del Reino Unido. Rápidamente el gobierno indio censuró el documental y atacó a la BBC por producir “propaganda”, allanó las oficinas locales de la cadena británica por presuntos delitos fiscales e invocó poderes de emergencia para obligar a las redes sociales a retirar los enlaces al vídeo de la BBC. Además, la policía detuvo a manifestantes estudiantiles que en campus de todo el país organizaban fiestas para pasar el video. No obstante, el film golpeó seriamente al gobierno nacionalista. 

Al no sumarse a las sanciones de la OTAN contra Rusia y mantener el estricto principio de neutralidad característico de India desde la época de la Guerra Fría, Modi pudo aprovechar la disponibilidad de crudo ruso que EE.UU. y la UE. rechazan comprar. Antes del inicio de la guerra de Ucrania, India sólo compraba el 1% del crudo ruso. En enero pasado esa cifra subió al 28%. Rusia se ha convertido así en el mayor proveedor de crudo de India, superando a Irak y Arabia Saudita. En diciembre pasado Nueva Delhi compró 1,2 millones de barriles de crudo ruso por día, o sea 33 veces más que un año antes. Irónicamente, parte de ese crudo ruso se refina en India y se reexporta a la UE, que acaba de prohibir adquirir el petróleo ruso. Si sumamos las importaciones de fertilizantes y aceite de girasol rusos y otros productos, hasta noviembre las importaciones de India procedentes de Rusia aumentaron en ocho meses más de un 400% con respecto al año anterior. 

No es casual, entonces, que Washington y Londres busquen un cambio de régimen en India. Nadie menos que George Soros anunció el 17 de febrero en la Conferencia Internacional de Seguridad de Múnich que los días de Modi están contados. Soros, de 92 años, manifestó entonces que “India es un caso interesante. Es una democracia, pero su líder Narendra Modi no es un demócrata”. Y, refiriéndose al reciente documental de la BBC, añadió que “incitar a la violencia contra los musulmanes fue un factor importante en su meteórico ascenso”. Luego lo acusó: “Modi mantiene estrechas relaciones tanto con sociedades abiertas como cerradas. India es miembro de la Cuadrilateral (la alianza con Australia, Estados Unidos y Japón), pero compra mucho petróleo ruso con grandes descuentos y gana mucho dinero con ello.” 

En su discurso el multimillonario judío húngaro-norteamericano sugirió que la revelación de Hindenburg Research sobre Adani no es una coincidencia, ya que, sostuvo, “Modi y el magnate Adani son estrechos aliados y su destino está entrelazado. Adani está acusado de manipulación bursátil y sus acciones se desplomaron como un castillo de naipes. Modi guarda silencio sobre el tema, pero tendrá que responder a las preguntas de los inversores extranjeros y en el Parlamento. Esto debilitará significativamente su dominio sobre el gobierno federal indio y abrirá la puerta para impulsar las tan necesarias reformas institucionales”. Y concluyó su alocución sosteniendo que “puede que sea ingenuo, pero espero un renacimiento democrático en India”, es decir, un cambio de régimen a favor de la agenda globalista de la OTAN. 

Seguramente no faltarán ejecutores locales para el plan de desestabilización cuyo desenlace por ahora es incierto. Si tuviera éxito y la política de no alineamiento es remplazada por una alianza con las potencias occidentales, India va a escorar el BRICS hacia Occidente, pero va a confrontar con una poderosa alianza ruso-chino-paquistaní que amenazará su economía y su seguridad. Si el plan fracasa, en cambio, el BJP reforzará su control sobre la sociedad india, la relación de Nueva Delhi con Washington y Londres quedará seriamente dañada, la OTAN habrá perdido todo apoyo en el sur de Asia y el BRICS se habrá fortalecido, pero claramente volcado hacia la alternativa multipolar. Ante la rigidez de los seguidores del Imperio único, el no alineamiento se ha convertido en una toma de partido. 

Por Eduardo J. Vior * Telam

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