Reflexiones de la vida diaria: "Mi abuela nunca hizo jogging"

Actualidad 16 de febrero de 2023
cheerful-elderly-woman-exercising-pair-dumbbells-smiling-vital-senior-grandma-dressed-stylish-sports-suit-149179138

¿Cuándo fue que el ser humano empezó a sentir esa imperiosa necesidad de hacer ejercicio físico? ¿Habrá sido cuando, como decía el humorista George Carlin, la gente empezó a tener sed todo el tiempo y cargar una botellita con agua? ¿O será que empezó a tener sed porque empezó a hacer ejercicio físico? ¿O tal vez por la ingesta excesiva de ajo y alcohol? 

Como sea, yo me acuerdo de mis abuelos. Jamás los vi salir a correr. A menos que hubiera entrado una rata a la casa y la estuvieran corriendo con la escoba. Es más: jamás los vi haciendo elongación, estiramientos, ni siquiera tenían zapatillas. 

Ni hablar de ir al gimnasio: no sabían qué era eso: No había gimnasios ni en el pueblo ni en el barrio… y me animaría a decir que no había gimnasios en su mundo. 

De hecho se la pasaban sentados tomando mate toda la tarde, y vivían tantos o más años que nosotros, ¿Sería el mate? ¿O la mecedora cuenta como ejercicio de spinning? 

Pero claro… un día le llenaron la cabeza a mi abuela, y se le dio, a los 87 años, por empezar a caminar 5 kilómetros por día. Ahora no tenemos idea de donde está. 

Y es que el ejercicio no es algo natural. El ejercicio físico es como la limpieza del baño. Es algo que debe hacerse regularmente, pero prefiero que lo haga otro por mi. 

No es natural salir a correr, a menos que te persigan, o necesites llegar al baño. 

Pero como hoy en día no queda bien NO hacer ejercicio, hace un par de años me anoté en un maratón. Y la verdad, me costó, pero estaba llegando. Iba último. Pero no me importaba. Lo importante era llegar a la meta. La carrera era contra mi mismo. Así que ir último me tenía sin cuidado. Hasta que el que venía adelante me dice, burlándose: “Che ¿qué se siente salir último?” Y ahí le dije: “¿Querés saber qué se siente? Mirá. Y al toque abandoné la carrera. 

Y al año siguiente, me dio un tirón. Mal. El gemelo de la pierna derecha me tiró justo justo cuando me levantaba del sillón a buscar más papitas fritas. (Se ve que hice un mal movimiento) 

La verdad es que no me gustan las maratones, ni siquiera las de series. Yo creo que mucha gente corre la maratón por la pechera y el vaso de agua. No hay razón para correr maratones, a menos que seas masoquista o te quieras levantar a alguien en Tinder. 

Pero en el mundo moderno hay que hacer ejercicio físico. Tanto me insistió mi médico, que al final, hace cosa de 6 meses fui y me hice socio de un gimnasio. Ya llevo gastados como 35 mil pesos de cuota, y no bajé ni un gramo. Aparentemente hay que ir. 

Además, está lleno de máquinas, y yo no sé cuál me conviene más: si la elíptica, la bicicleta fija o la de las golosinas y el café. 

Y hay veces que me dan ganas de hacer gimnasia. Pero me recuesto y me calmo hasta que se me pasan. Es que hacer ejercicio da mucho laburo. Es mucho más fácil evitar pasar frente a un espejo cuando estás desnudo. 

Pero estuve viendo un poco y creo que el yoga podría ser una alternativa. Yo podría disfrutar perfectamente de un deporte como el yoga, en el que te podés tirar en la colchoneta y quedarte dormido. 

Una vez me dijeron que el deporte más completo es la natación. No sé… ¿más completo que un sanguche de milanesa con jamón, queso, tomate, lechuga, mayonesa y una cerveza fría? No me parece… 

Lo que si me gusta son las largas caminatas. Esas que vas caminando rápido, a paso sostenido. Y me gustan mucho más cuando los que caminan son las personas que me caen mal o me molestan con su sola presencia. Y yo voy en el sentido contrario. 

Para colmo de males, no alcanza con hacer ejercicio físico. ¡También tenés que hacer dieta! ¿Qué más quieren? ¿Para qué quieren seguir viviendo en esas condiciones? Y no me vengan con que hay gente que disfruta corriendo o haciendo gimnasia. Si así fuera, todos estarían sonriendo en el gimnasio, y más que sonreír, tienen cara de estar necesitando urgentemente un laxante. 

En definitiva, la trampita del ejercicio físico es que cuando estás bien, no necesitás hacer ejercicio físico, y cuando estás mal, no lo podés hacer. 

Y para finalizar, les voy a confesar algo: así como me ven, físicamente hablando, yo puedo hacer lo mismo hoy, a mis varias décadas de subsistencia, exactamente lo mismo que hacía a los 22 años. Imaginate lo mal que estaba a los 22 años. 

Por Adrian Stoppelman * Telam

Te puede interesar