La transición energética y las mentiras interesadas

Actualidad 15 de febrero de 2023
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«Los mitos que rodean a la transición energética», trata de explicar, para la incredulidad de muchos, que una gran cantidad de ideas que se han querido propagar a lo largo de los años de manera interesada sobre las necesidades de la transición energética son, en realidad, enormes mentiras muy alejadas de la realidad.

Entre ellas hay algunas de las cuestiones que se suelen esgrimir de manera más habitual en las discusiones sobre la emergencia climática, como que «si queremos que todos los coches sean eléctricos, no habrá litio para todos». Lo mismo se dice de otras materias primas como las llamadas tierras raras, del neodimio, del cobalto o incluso, aunque parezca mentira, de elementos tan abundantes como el níquel o el cobre. Los argumentos suelen apuntar, primero, a que no existen reservas suficientes de esos materiales, para después pasar a resaltar cómo la minería de los mismos es «tremendamente dañina» y, de ahí, a preocupaciones sobre la explotación de niños en esas instalaciones mineras en determinados países.

En la práctica, hablamos simplemente de resistencia al cambio y de mitos inventados por aquellos que pretenden ralentizarlo, algo tremendamente grave cuando hablamos, sin duda, del cambio más importante y trascendental en la historia de la especie humana, y absolutamente crucial si pretendemos asegurar su futuro en el planeta.

Un estudio publicado en Joule demuestra cómo, considerando setenta y cinco escenarios diferentes incluidos los que podría generar una demanda más rápida de todos los elementos a la vez, las reservas geológicas de esos materiales en nuestro planeta son más que suficientes para cubrirla. El término «reservas geológicas» se refiere no a la totalidad de las reservas existentes en el planeta, sino simplemente a las que pueden ser extraídas de manera económicamente viable, y aún así, hay materiales más que de sobra para llevar a cabo una transición energética total, con la salvedad de algún elemento de importancia bastante tangencial.

¡Oh, dios mío, el litio, que hay muy poco!! Es mentira. Que durante mucho tiempo no nos hayamos preocupado de buscar ni de explotar el litio porque era necesario solo para una serie de usos muy escasos no tiene nada que ver con que haya reservas en abundancia, que cada poco tiempo se descubran muchas más, y que muy posiblemente, dada la marcha de la investigación en tecnología de baterías, no vayamos siquiera a utilizar todo el litio que tenemos fácilmente disponible. ¿Tierras raras? Por mucho que las llamemos así, no lo son tanto. Y de hecho, no paramos de descubrir nuevas fuentes, bien en forma de nuevos yacimientos, o mediante procesos que permiten obtenerlas. Hablamos de materiales de cuya abundancia o explotación sabemos relativamente poco, pero algunos prefieren correr asustados, chillar que nos vamos a quedar sin nada, y pretender que la transición energética es implanteable.

Obviamente, la demanda de litio, como la de cobre, níquel o cobalto, se va a multiplicar, pero eso no quiere decir en modo alguno que vayamos a quedarnos sin las cantidades que necesitamos para construir todos los vehículos eléctricos, los paneles solares, las turbinas eólicas, las baterías y el resto de componentes que vamos a tener que construir para evitar un calentamiento excesivo del planeta. Que es que además, no hablamos de frivolidades… ¡hablamos de salvar a la puñetera humanidad!!!!

Otra cosa, obviamente, es que debamos preocuparnos de que las explotaciones mineras sean lo más respetuosas posibles y que sus prácticas gerenciales se lleven de la manera adecuada, evitando problemas que han sido habituales en determinados países, pero en esas cuestiones, ni se puede generalizar, ni se habla de problemas que sean ajenos a otras explotaciones mineras de muchos otros materiales, desde oro hasta diamantes pasando por lo que se quiera pasar. Es decir, esos problemas no tienen absolutamente nada que ver con la transición energética ni se pueden achacar en absoluto a la misma.

Utilizar la propagación de mitos y falsedades para tratar de retrasar la evolución de un cambio es algo enormemente habitual en la historia de la humanidad. Aún hay muchas personas que, ante la evolución de las criptomonedas, se tiran de los pelos cuando se habla del consumo de electricidad que genera la minería de bitcoins, cuando la realidad es que ese consumo (253TWh) es mucho menor que el que genera, por ejemplo, la minería de oro (571TWh), y es aproximadamente comparable a la cantidad de electricidad que gastamos en la iluminación navideña de todos los años (201TWh), o en jugar a videojuegos (214TWh).

Cuando las cantidades se ponen en contexto, resultan mucho más interesantes, sobre todo si hablamos de un proyecto como el bitcoin, destinado nada menos que a eliminar el poder que los estados tienen sobre el dinero que manejamos, algo que podría llegar a convertir una lacra como la inflación o las fluctuaciones de los tipos de interés, que suponen la ruina para muchas familias, en historia. Dicho esto, podemos hablar de que posiblemente proyectos como Ethereum, capaces de evolucionar, de cambiar su algoritmo de consenso para reducir en un 99% su consumo de energía y de adaptarse a cambios de todo tipo en el contexto puedan llegar a ser más interesantes que Bitcoin, pero no de que hablemos de un proyecto que suponga una aberración energética, como muchos pretenden implicar.

La humanidad tiene una gran facilidad para inventarse y transmitir mitos de todo tipo, y es perfectamente habitual que esos mitos sean instrumentalizados para tratar de ralentizar cambios que algunos encuentran perjudiciales para sus intereses. Lo que debemos hacer en esos casos es investigar, comprobar, verificar, y sobre todo, no contribuir a transmitir mentiras, por mucho que nos puedan sonar razonables en su momento: están formuladas así precisamente para que suenen razonables y para que las transmitamos. Pero son eso, mentiras. Dejémoslas a un lado, y hagamos lo que tenemos que hacer: prescindir lo antes posible de unos combustibles fósiles que están poniendo en peligro el futuro de nuestra especie en el planeta, y llevar a cabo una revolución en torno a la electricidad de fuentes renovables. Y no es un capricho de nadie: es la única alternativa que tenemos.

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