Israel: el retorno de Netanyahu y la profundización de la violencia

Actualidad - Internacional 20 de enero de 2023
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En el Estado de Israel, en este 2023 que comienza, pareciera que empezó a superarse la crisis de representación institucional que sacudía al país hace por lo menos 4 años. La derecha neoconservadora (sionista) se hizo nuevamente del control del Estado y el actual presidente, Isaac Herzog, un ex militante del Partido Laborista de Israel de centro-izquierda, quedó desdibujado en la escena política, al igual que el ahora ex primer ministro Yair Lapid, un centrista del Partido Yesh Atid (“Hay un futuro”).

Desde el pasado 29 de diciembre, hace poco más de 20 días, el primer ministro del Estado de Israel es nuevamente Benjamin Netanyahu. Pareciera, entonces, que la crisis político-institucional del país, que determinó el desplazamiento del propio Netanyahu en junio de 2021 por múltiples acusaciones de corrupción y violencia, se cerró con una restitución de su régimen y su rostro.

Netanyahu, que fue primer ministro de Israel de manera ininterrumpida desde 2009 y por 12 años, retornó al gobierno de la mano de nuevos aliados religiosos y de extrema derecha, que lograron la mayoría absoluta en las elecciones legislativas del pasado 1 de noviembre, un resultado que le permite liderar por sexta vez la conformación de un gobierno en el Estado de Israel.

El bloque de derecha obtuvo 64 escaños de los 120 del Knesset (Parlamento), repartidos entre el Likud de Netanyahu (32), los partidos ultraortodoxos (18) y una alianza de fuerzas de extrema derecha (14). En tanto, el bloque del primer ministro saliente, el centrista Yair Lapid, quedó en segunda posición con 51 escaños, mientras que la lista árabe laica Hadash-Taal obtuvo 5 bancas.

Tras conocerse los resultados, el saliente Primer Ministro Yair Lapid, felicitó a su rival por su triunfo y señaló que dio instrucciones para preparar una “transición ordenada”. “El Estado de Israel está por encima de cualquier consideración política. Le deseo suerte a Netanyahu por el bien del pueblo de Israel y del Estado de Israel”, dijo el premier saliente en un comunicado citado por el diario Times of Israel.

El mismo día de las elecciones, Andrew England, el editor principal de Medio Oriente del diario británico y globalista Financial Times, publicó una dura opinión titulada “La victoria de Netanyahu tiene un coste para Israel”. Allí escribe, en un artículo que no tiene desperdicios, todas las tensiones que la derecha sionista tiene con el globalismo imperante en la Casa Blanca en manos de Joe Biden: “La composición de un gobierno tan derechista también corre el riesgo de complicar las relaciones con Estados Unidos, el principal aliado de Israel”. Además, afirma que “si la victoria del martes consolida su reputación (de Netanyahu) de superviviente y estratega político sin parangón, también expone los feos extremos a los que estaba dispuesto a llegar para asegurar sus objetivos. Uno de los principales socios de coalición de Netanyahu será Itamar Ben-gvir, un ultranacionalista abiertamente antiárabe que en el pasado ha sido condenado por incitación al racismo.”

Itamar Ben-Gvir, cuyo partido en los últimos años no podía siquiera lograr los votos necesarios para sumar escaños en el Knesset (Parlamento de Israel), cobró ahora protagonismo de la mano de la estrategia electoral de Netanyahu, en un momento en el que la violencia en la Cisjordania ocupada viene en ascenso.

A principios de febrero del año pasado, la ONG Amnistía Internacional afirmó que en la Franja de Gaza el Estado de Israel estaba cometiendo un delito de Lesa Humanidad, y llegó “a la conclusión de que estos actos forman parte de un ataque sistemático y generalizado dirigido contra la población palestina y que se cometen con la intención de mantener el sistema de opresión y dominación. Por tanto, constituyen el crimen de lesa humanidad y de apartheid”.

 
En este contexto, el 23 de noviembre dos explosiones en Jerusalén mataron a un adolescente e hirieron al menos a otras 18 personas durante la hora pico de la mañana. Las explosiones se produjeron cuando Benjamin Netanyahu empezaba a formar su nuevo gobierno. El partido de Ben-Gvir, a la derecha del Likud de Netanyahu, se desempeñó mejor que nunca en las elecciones, después de hacer campaña con la promesa de tomar medidas más duras contra los palestinos armados y también contra los ciudadanos israelíes a quienes llamó “desleales” a Israel.

Ben-Gvir, por entonces tan sólo un aliado electoral de Netanyahu, fue al lugar de la explosión y pidió una conclusión rápida de las negociaciones de la coalición “Debemos formar un gobierno lo más rápido posible. El terrorismo no está esperando”. Las fuerzas de seguridad de Israel necesitan “volver a controlar el estado de Israel y volver a disuadir el terrorismo. Esto es terrorismo organizado y el terror de hoy tiene que pagar un precio muy alto”.

Dos días después, el 25 de noviembre, Benjamin Netanyahu designó a Ben-Gvir como ministro de Seguridad Nacional, dándole un asiento en el gabinete de Israel, luego de un acuerdo de coalición entre sus partidos: el famoso Likud (“La Consolidación”) y Otzmá Yehudit (“Poder Judío”).

¿Quién es Itamar Ben-Gvir?

El historial del nuevo ministro de seguridad incluye una condena en 2007 por incitación al racismo contra los árabes y apoyo al terrorismo, así como por activismo anti-LGBTQ. Dice que ya no aboga por la expulsión de todos los palestinos, solo de aquellos a los que considera "traidores" o "terroristas". A fines del año pasado, Ben-Gvir fue al barrio ocupado de Sheikh Jarrah, en el este de Jerusalén, donde las autoridades israelíes intentan desalojar a las familias palestinas, con un grupo de colonos que cortaron las llantas de los automóviles palestinos e intentaron asaltar la casa de una familia. Cuando los palestinos respondieron arrojando piedras, sacó un arma, a pesar de la presencia policial en el lugar.

Itamar Ben-Gvir afirma que las manos de los policías y soldados israelíes están atadas y quiere relajar las reglas para permitirles disparar a los palestinos que tiran piedras, pero no a los judíos que hacen lo mismo.

Ben-Gvir, al que nos cuesta decir que se encuentra a la derecha del primer ministro Netanyahu, ya mostró sus primeros pasos como un “superministro”. De hecho, se hizo con el control sobre la división de la Policía Fronteriza de Israel, en los territorios ocupados en Cisjordania, que antes se encontraban bajo las órdenes del Ministerio de Defensa.

Israel: Neofascismo, violencia política y corrupción

Pese al regreso político hegemónico de Benjamin Netanyahu al poder, su marco de alianzas ya lo empezó a salpicar con algo de lo que no puede eludirse: la corrupción.

El Tribunal Supremo de Israel decidió el 18 de enero anular el nombramiento de Aryeh Deri, actual ministro de Interior y Sanidad, líder del partido ultraortodoxo Shas (“Partido de los Sefardíes Observantes de la Torá”), otro de los partidos de ultraderecha con los que Netanyahu se alió para llegar nuevamente al poder. Tal situación, que puso en aprietos al Primer Ministro, se debe a una condena firme por fraude fiscal que recibió en febrero de 2022 y lo inhabilita para ejercer tales cargos.

Sin embargo, tal hecho pareciera no afectar seriamente al nuevo gobierno del Likud de Netanyahu y sus aliados religiosos y de extrema derecha, que aún gozan del respaldo de una elección reciente y contundente que, como dijimos, parece poner fin a casi cuatro años de inestabilidad política en el país hebreo.

En ese marco, el pasado domingo 8 de enero, Ben-Gvir comunicó que había ordenado a la Policía retirar las banderas palestinas de cualquier espacio público en el Estado judío, por considerarla una "muestra de identificación con una organización terrorista". Es decir, en el discurso del nuevo ministro de seguridad de Israel toda la existencia Nacional de Palestina es una situación terrorista.

La trayectoria de los hechos en el país hebreo, enclavado en una zona de Medio Oriente árabe, dan cuenta de una situación que supera a los Estados Nacionales: la emergencia política de actores neofascistas y la promoción de la violencia como una herramienta de legitimación electoral. Este fenómeno se inscribe en el “empate catastrófico” que atraviesa el mundo, en el que, entre los grandes proyectos estratégicos que intentan imponer las reglas del juego, aparece un neoconservadurismo que contiene a estos actores dispuestos al ejercicio de la violencia política y la corrupción. Que la violencia no termine de teñir la ya dura realidad política y social en esa parte del planeta es parte de los desafíos que enfrentan los pueblos oprimidos de la región, donde la muerte aparece como moneda corriente.

Por Paula Gimenez * El Destape

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