El pensamiento político de los jóvenes.

Actualidad 02 de enero de 2023
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1.

Dime qué edad tienes y te diré qué piensas. La edad es uno de los factores explicativos más fuertes de las diferencias en opiniones políticas en la Argentina actual. Eso muestra un estudio que coordinamos junto a Gabriel Kessler en junio de 2022, con el apoyo del Programa Pascal y la Escuela IDAES de la UNSAM. En ese estudio, realizado en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano a partir de una muestra representativa, preguntamos por los temas centrales de la agenda pública. Es sabido que la clase, el nivel educativo y el tipo de empleo son muy buenos predictores de las actitudes de las personas. Lo son también en nuestro estudio, pero mucho mejor predictor resultó ser la edad. Y mucho más en algunos temas: seguridad, redistribución (impuestos y planes), aborto y cuestión ambiental.

La experiencia social en años difíciles como los que vivió Argentina desde la crisis iniciada en el año 2018 suele estar desigualmente distribuida en términos de los recursos con que cuentan las personas. También suele estar desigualmente distribuida la exposición al delito. Por eso, entre otras cosas, la clase y el lugar de residencia son tan cruciales en la explicación de las actitudes sociales.

Nuestro estudio indica que también es crucial el momento de la vida en que las personas atravesaron estas situaciones. Específicamente, la franja etaria de 18 a 24 años, que entró a la vida adulta y al mercado de trabajo en esos años, expresa posiciones más críticas frente al Estado y los impuestos que las demás franjas etarias, a la vez que demanda mano dura y avala el uso de armas por parte de la población. La Argentina áspera de la pobreza y la falta de oportunidades, de la violencia social y el desamparo, alumbró una juventud crítica respecto del Estado y demandante de mano dura, estatal y no estatal. No está claro si se trata de un cambio estructural o de una crisis de coyuntura, pero sí sabemos que en algunos aspectos se produjo una ruptura entre el segmento más joven y el resto de la población.

2.

No es la primera vez en la historia reciente que los jóvenes entran al mundo del trabajo y la política electoral en tiempos difíciles. Aquellos que vivieron la dictadura o los años de crisis social y desempleo en la segunda mitad de los 90 también ingresaron a una sociedad adulta que les pegaba palos y les negaba las zanahorias. Esas dos experiencias fueron interpretadas por grandes movimientos político-culturales que canalizaron frustraciones y descontentos y dieron lugar a años –más largos o más fugaces– de creatividad y ampliación del horizonte de posibilidades. El alfonsinismo en los años ochenta y el kirchnerismo en los dos mil no fueron solo narrativas políticas, sino también vías de florecimiento de la expresividad cultural en las calles. Y la juventud tuvo, en ambos casos, un lugar central, aunque a veces más narrativo que práctico. En cualquier caso, los movimientos que incluyeron a los jóvenes como núcleo narrativo también corrieron en paralelo con potentes movimientos culturales juveniles que dialogaron con ellos en un coqueteo más o menos duradero.

Hoy estamos en tiempos en que los movimientos políticos disponibles –las coaliciones electorales que dominan la competencia en Argentina– son blanco de crítica más que de expectativa por parte de los sectores juveniles. En la encuesta señalada más arriba, la franja etaria 18-24 es también la que más acuerda con la idea de que “los políticos sólo piensan en sus intereses”. Tampoco se salvan “los ricos”: los jóvenes son también quienes más acuerdan con la noción de que “las leyes no se aplican igual para los ricos que para el resto de la sociedad” (las comillas señalan el fraseo de las preguntas de la encuesta). En definitiva, los jóvenes manifiestan opiniones críticas de las élites políticas y económicas en mayor medida que las demás cohortes. Esperan menos de ellas, pero también recelan de sus posiciones de privilegio.

La Ciencia Política habla de la “cancha inclinada” para referirse a la ventaja de los oficialismos en la competencia electoral, por su acceso a recursos materiales y su manipulación de las normas. La Sociología nos enseña aquí que a veces la sensación de cancha inclinada está en la sociedad, y refiere a una mirada crítica respecto de unas élites económicas y políticas a las que se percibe, precisamente, como acaparadoras de recursos y manipuladoras de las normas, para ponerlas a su favor.

No parecen condiciones favorables para que los movimientos políticos, se trate del peronismo o de la oposición, puedan interpretar el descontento e integrarlo a sus narrativas. Justo ahora que, a contrapelo de la historia argentina del siglo XX, la competencia política está alineada programáticamente en torno a un polo de centro-izquierda y otro de centro-derecha, los puentes entre los políticos que construyen esas narrativas y buena parte del electorado joven están cortados.

3.

Esta distancia con las narrativas políticas disponibles y con los movimientos que las movilizan explica en buena medida por qué la combinación de posiciones de los jóvenes no sigue patrones fácilmente interpretables. No hay una correspondencia mecánica entre las posiciones de los jóvenes y la oferta política. Así, al mismo tiempo que defienden posiciones más punitivas en materia de seguridad y más críticas contra el Estado en materia de impuestos, los jóvenes no reniegan del legado de los movimientos feministas y de derechos de género y diversidad sexual y expresan posiciones progresistas en esta materia, incluso, como es esperable, más progresistas que las cohortes de mayor edad. 

Los jóvenes pueden manifestarse, por ejemplo, a favor de la portación de armas y de la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo. También pueden criticar al Estado por “castigar” con impuestos al que “le va bien” y al mismo tiempo defender los planes sociales como “necesarios para que los más pobres puedan subsistir”. Ser joven no es un antídoto contra el punitivismo en materia securitaria, como sostuvimos con Gabriel Kessler y Gonzalo Assusa en una nota reciente,  pero tampoco parece haber una conversión ideológica clara en materia económica: no necesariamente las posturas punitivistas vienen acompañadas por posiciones neoliberales. Lo único transversal es el descontento.

4.

Se ha sobreinterpretado el giro a la derecha de la juventud. La visibilización y el crecimiento de los movimientos libertarios indican sin duda un cambio en las causas y discursos que movilizan las energías militantes de los más jóvenes. Pero nuestros datos nos previenen de hablar de un giro a la derecha unívoco en los jóvenes, tomados como población. La distancia de la juventud respecto de las élites en general –y la desconfianza con las élites políticas en particular– alcanza a todos los campamentos políticos establecidos.

Por eso Javier Milei crece más manteniendo esa distancia con “la casta” más que por su discurso económico o cultural. La economía política de Milei es el rompan todo y su figura crece a medida que el abismo económico se ensancha. No hay un giro conservador de la juventud en materia cultural, lo que explica en buena medida por qué Milei abandonó o al menos metió debajo de la alfombra la “estrategia pañuelo celeste” que había iniciado en 2018, así como la agresividad con las feministas y con la diversidad en materia de género.

Los influencers conservadores, aunque dieron voz a los públicos abandonados por las derechas mainstream de Juntos, no lograron hasta el momento perforar los consensos culturales progresistas. La bronca que genera la sensación de cancha inclinada agudiza la distancia del electorado joven con una dirigencia política que se vuelve inaudible y potencia el rugido del león que Milei performa con una verdad corporal indudable en sus apariciones públicas. Un ejemplo emblemático: la propuesta de Milei de cerrar el Banco Central no es leída con las lentes de las escuelas neoliberales que tan bien describen los estudiosos de las ideas, sino a partir de la rabia del rompamos todo, y en especial bajo la idea de atacar a un Estado percibido como cómplice de esa cancha inclinada, como un árbitro comprado.

5.

Hablando de árbitros, desde el estudio clásico de Karl Mannheim sabemos que las generaciones en sentido fuerte son cohortes etarias portadoras de novedades estéticas, éticas y políticas. Producen un cambio histórico que es al mismo tiempo una marca profunda de pertenencia para sus miembros.

En este sentido, la Selección Argentina, campeona del mundo en Qatar 2022, produjo una ruptura que quizá dará lugar a un cambio en la educación sentimental del pueblo futbolero. Hasta ahora, las personas que vieron (vimos) jugar a Maradona, en su esplendor o en su ocaso, lo pensamos como el horizonte insuperable del fútbol argentino. Más aun, lo teníamos por D10S. La copa ganada por Messi habilita un cambio generacional. Las personas con menos de treinta y tantos años, que nunca habían visto a Maradona en una cancha, pueden abrazar ahora a un ídolo propio. Messi como ídolo y como garantía de la continuidad de la grandeza del fútbol argentino. Maradona será siempre un padre fundador, pero la redención del crack que llega a la cima en el final de su carrera, el camino del héroe que encuentra la recompensa después de tanto sufrimiento y que nos hace felices como no creíamos que podíamos serlo, le da a Messi una talla que no tenía hasta ahora.

Este cambio generacional, si se me permite el estiramiento conceptual, se nota en la diferencia entre la versión original de la canción del Mundial –“Muchachos”– y la que se compuso luego de la victoria ante Francia. En la versión original, “el Diego” es protagonista. Su aliento, así como el de su padre y su madre, es clave para ser campeones mundiales. En la nueva versión, Maradona puede “descansar en paz” porque Messi ganó el Mundial. Maradona siempre estará allí, pero hay algo que encarnó en Messi, y está dado para que Leo sea el ídolo indiscutido de las nuevas generaciones. Alrededor suyo se construirá una nueva narrativa y una nueva épica, acordes a sus maneras de ser ídolo. Esta narrativa y esta épica están claramente alejadas de los movimientos políticos de su tiempo: ni en los tatuajes ni en las amistades hay nada cercano a la política en Messi, como se vio por otra parte en la distancia con la Casa Rosada que separó a todo el plantel en los festejos del 20 de diciembre.

***

Volviendo a los jóvenes y la política, no sabemos aún qué narrativa abrazarán estos jóvenes en crisis con las elites. No sabemos aún si estamos ante un cambio generacional hecho de cambios en los sistemas de valores y actitudes o simplemente ante una coyuntura turbulenta que desordena narrativas y aglutina el descontento. El kirchnerismo dominó el voto joven en la primera década larga del siglo XXI, que terminó en 2015. Se nutrió de valores juveniles como el aguante pero al mismo tiempo le dio un sentido estatal a la rebeldía. Llegar al Estado para cambiar todo. Los poderosos eran las corporaciones, no los políticos. Ciertamente esta narrativa coexistía con una incipiente politización juvenil por derecha, que nació en el conflicto del campo de 2008. Pero era una minoría que miraba con cierta envidia a la movilización kirchnerista. El Patio de las Palmeras parecía ser el centro de gravedad de la rebeldía juvenil.

El Zeitgeist de la juventud hoy dejó de ser mayoritariamente kirchnerista, aunque los indicios no muestran un giro total a la derecha sino un mundo de rabia y aspereza, un mundo que aleja a los jóvenes de Maradona pero aún no les ofrece ningún Messi que lo reemplace. O, al menos, ningún Messi que los acerque a la Casa Rosada.

Por Gabriel Vommaro

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