Se defendió de los golpes de su marido, le pegó dos balazos y la condenaron por ser “muy musculosa”

Historia 09 de noviembre de 2022
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Era la noche de san Valentín de 1995. Más exactamente las 22 horas y el fisicoculturista Ray McNeil terminaba su entrenamiento. El hombre de músculos trabajados a fuerza de gimnasio, pechugas de pollo y claras de huevo entrenaba todos los días en un gimnasio de Oceanside, en la soleada costa oeste de Estados Unidos, en San Diego, California.

Ray se preparaba para competir en uno de los torneos más importantes de su país South Beach Pro Invitational, en Miami. Tras ducharse en el gimnasio, camino unas pocas cuadras hasta su casa y llegó poco antes de las 23 horas.

Al llegar al hogar es donde comienzan las contradicciones sobre lo que pasó esa noche. Una versión asegura que discutió con su esposa Sally. Y en algún momento de la noche, la mujer fue a buscar al dormitorio una escopeta calibre 12, la cargó y le disparó un tiro en el abdomen a Ray. Luego volvió a buscar otra bala, volvió a cargar el arma y le asestó un segundo disparo en la cabeza a su esposo, que moriría segundos después.

El primer disparo atravesó tres costillas y le voló casi todo el hígado a Ray. El camino destructivo de la bala causó un agujero de 6 por 5 pulgadas en su diafragma y atravesó su páncreas, glándula suprarrenal, riñón y aorta abdominal.
El segundo disparo le destrozó la mandíbula superior, le arrancó la mitad de la mandíbula inferior y le destrozó la lengua. Asustados por los disparos, la hija de Sally, Shantina (11) y su hermano menor John (9) salieron corriendo de la casa a los gritos.

Sally cubrió a su esposo con una manta que enseguida se empapó de sangre y llamó al 911. Le temblaban las manos y estaba arrodillada junto al cuerpo. Luego salió y le dio la escopeta a un vecino diciéndoles que Ray la había golpeado y esperó en silencio a que llegara la policía para confesar su crimen.

La mañana siguiente después del tiroteo, el oficial investigador, el sargento Thomas A. Bussey, relató la versión oficial de los hechos: “El 14 de febrero de 1995, aproximadamente a las 10:40 p. m., la policía de Oceanside respondió a 1802 South Tremont (el departamento de la familia McNeil) con respecto a un tiroteo”.

Luego continuó el agente con su crónica de los hechos: “Al llegar, los oficiales encontraron que Ray McNeil, de 30 años, tenía heridas de bala en la cara y el estómago. McNeil fue trasladado en avión al Scripps Memorial Hospital, La Jolla, donde más tarde murió (mientras se sometía a una cirugía dos horas después del tiroteo) como resultado de sus heridas. Una investigación preliminar reveló que McNeil recibió un disparo de su esposa, Sally, durante una disputa doméstica. Sally McNeil llamó a la policía llamando al 911 y estuvo presente cuando llegaron los uniformados. Posteriormente fue arrestada y fichada por asesinato en la cárcel del condado de San Diego”. ASí contaba en forma fría el episodio la policía de Estados Unidos.

Las pruebas de orina encontraron que Ray dio positivo en cinco sustancias muy usadas por los fisicoculturistas: fluoximesterona, nandrolona, oximetolona, clenbuterol y drostanolona. Sally dio positivo por nandrolona. Los principales medios de comunicación se aferraron a la historia y, por supuesto, su trama principal fue sobre la “ira que producen estos químicos”.

Ray McNeil y Sally Lowden compartían su pasión por los fierros del gimnasio para cultivar sus músculos. Habían empezado a salir en 1986 y apenas un año después se casaron. Los dos, además, eran sargentos del Cuerpo de marines y reportaban en la base de Camp Pendleton, cerca de San Diego, a orillas del océano Pacífico.

Sally tenía 27 años en ese momento y se había divorciado de su primer marido en 1986 después de una relación de 4 años que estuvo plagada de violencia y desencuentros. Ray, cuando se conocieron, tenía 23 años.

Los compañeros del ejército recordaron que desde el comienzo tuvieron una relación tempestuosa. Y las discusiones siempre terminaban con Ray golpeando a Sally. Mientras tanto, los marines miraban para otro lado cuando escuchaban los gritos de la mujer o la veían con moretones en su cuerpo.

En 1990, debido a su pobre historial en el ejército, Sally fue degradada y luego no se le permitió volver a alistarse. Comenzó a hacer sesiones privadas de lucha libre con hombres, presentándose de manera inquietante y profética como “Killer McNeil” con un video titulado “Time to Die”.
Sus ganancias le permitieron a Ray dejar los marines y dedicarse al culturismo a tiempo completo. Ganó su tarjeta profesional en el Campeonato de América del Norte de 1991 y en 1993 participó en 10 espectáculos profesionales; su segundo lugar en el Niagara Pro lo calificó para el Olympia donde quedó en el puesto 15 de 22 competidores.

Para 1994, Ray quería tomar otra dirección y tomó clases de actuación porque tenía planes de ser un comediante. En agosto de ese año comenzó a aparecer en The Comedy Club en la cercana La Jolla de forma gratuita. Ese mismo año, Sally ingresó a los campeonatos de culturismo de Estados Unidos.

Durante todo ese período, el dinero era escaso en el hogar y Sally era el principal sostén de la familia. Parecía que estaba muy enamorada de Ray y le perdonaba sus infidelidades y sus noches de violencia cuando la golpeaba o la asfixiaba con sus pesadas manos. Luego, el hombre siempre le pedía perdón y todo volvía a comenzar.

En 1990, Sally atacó a una mujer en un espectáculo de culturismo que estaba teniendo una aventura con Ray, la inmovilizó contra el suelo y comenzó a llover golpe tras golpe en la cara de la víctima antes de que la arrastraran. Como consecuencia, la Asociación de Fisicoculturismo la suspendió por un año. En 1993 en un bar en su ciudad natal de Allentown, Pensilvania, Sally comenzó a bailar en un bar de cócteles y cuando el portero le pidió que desistiera, ella lo pateó en la cara tres veces. Tres policías respondieron a la llamada al 911 y ella amenazó con matarlos y al final fueron necesarios los tres para someterla. En las semanas posteriores al tiroteo, salieron a la luz otros incidentes y parecía notable que la pareja hubiera sobrevivido más de siete años juntos.

Así el espiral de violencia a la que era sometida Sally terminó la noche de San Valentín de 1995 con dos disparos de escopeta sobre el cuerpo de Ray.

Sally, en el banquillo

El juicio de Sally comenzó un año después crimen y también fue el Día de los Enamorados. El fiscal de distrito adjunto Dan Goldstein acusó con dureza a la mujer sin tener en cuenta su relato sobre que había sido atacada por Ray. El funcionario argumentó que la mujer mató fríamente por el dinero del seguro de vida de Ray mientras él se preparaba para dejarla.

La versión que Sally relató en el juicio es que Ray llegó a casa esa noche y muy pronto comenzó a golpearla y asfixiarla. Sus acciones fueron en defensa propia. En esos momentos, la Justicia de estadounidense ya no la escuchaba y se preparaba para condenarla.

El oficial Gary Shults fue el primero en entrar a la casa la noche del crimen. Allí encontró a Ray en un charco de sangre. A pesar de las heridas mortales, el fisicoculturista todavía podía hablar entre dientes, apenas murmurar.

Entonces, Shults dijo que escuchó a Ray decir: “¿Por qué hiciste esto? Oh Dios”. Desde su agonía, el hombre escuchó que Sally relataba que había sido golpeada. En ese momento, según el relato de los oficiales, Ray movió la cabeza para negarlo y luego murió.

Un factor importante en la acusación de que el crimen fue premeditado fue que Sally volvió al dormitorio para recargar el segundo disparo porque encontraron el casquillo del primero en el dormitorio. La versión de Sally fue que primero cargó la escopeta en el dormitorio y luego cargó el segundo tiro en la sala de estar, y que nunca volvió al dormitorio para cargar una segunda carga.

El 19 de marzo de 1996, apenas un poco más de un mes de iniciado el juicio, Sally McNeil fue declarada culpable de asesinato en segundo grado y un mes después fue sentenciada a cadena perpetua, con un mínimo de prisión de 19 años. La jueza Laura Haines le dijo a Sally tras ser sentenciada: “Serás una anciana cuando salgas. Ray no merecía morir así”.

Netflix recuerda el caso

Durante este mes de noviembre se estrenó en Netflix la serie “Killer Sally”. El documental nunca discute los hechos. Dan por confirmado que la mujer le disparó a Ray dos veces, una en el abdomen y otra en la cara, con un arma que había comprado, matándolo el día de San Valentín de 1995.

La serie de tres partes, dirigida por Nanette Burstein analiza en forma detallada cómo el sistema legal y los medios de comunicación estadounidenses manejaron el caso de McNeil. La trataron como miembro de la subcultura incomprendida del culturismo y negaron su condición de ser víctima de abuso doméstico prolongado. Como una mujer musculosa, los fiscales consideraron que era “demasiado fuerte para ser golpeada”.

Sally fue detenida y acusada de asesinato sin tener en cuenta sus argumentos sobre que actuó en defensa propia. Los fiscales nunca creyeron su relato, ni lo tomaron en cuenta. Sus dos hijos, de nueve y 11 años en ese momento, fueron enviados a un refugio y luego al otro lado de Estados Unidos para vivir con su abuela en la ciudad natal de McNeil, Allentown, Pensilvania.

La prensa etiquetó a Sally McNeil de la peor manera como una “princesa inflada”, una “novia musculosa”.

La evidencia sugiere que la violencia doméstica contribuye al encarcelamiento de manera directa e indirecta; un estudio realizado por el Vera Institute of Justice encontró que el 77% de las mujeres en las cárceles de EE.UU. fueron sobrevivientes de la violencia de sus parejas.

La serie Killer Sally revisa el caso de McNeil y denuncia cómo el sistema legal no estaba preparado y no simpatizaba con los efectos de la violencia de género, especialmente de una mujer que se presentaba físicamente fuerte.

Los tres episodios rastrean, en su mayoría cronológicamente, los caminos simultáneos de Sally McNeil hacia el culturismo aficionado en la década de 1980 y hacia un romance vertiginoso con Ray McNeil. Golpeada tanto por su padrastro como por su primer esposo, Sally encontró un respiro a través de los deportes y, a los 20 años, el culturismo.

Se veían como una pareja poderosa de fisicoculturismo, con músculos que brillaban. Eran dos apasionados por la búsqueda del idealismo estético a través de un intenso entrenamiento y un intento de transformar sus propios cuerpos.

La última hora de la serie se centra en el juicio de McNeil en 1996, incluido el argumento de la fiscalía de que la recarga del arma por parte de McNeil antes del segundo disparo demostró una intención premeditada. “Al ver un caso como este, y tienes que preguntarte sobre la inocencia o la culpabilidad de alguien, al igual que el jurado tuvo que preguntarse esto. Por lo tanto, es importante presentar el sólido argumento que estaba presentando la fiscalía -dijo la directora del documental de Netflix-. Pero parte de eso también señalaba cuán estúpido era parte del argumento, que ella no podría haber sido una víctima porque era demasiado fuerte. Lo cual es absurdo”.

Las pruebas consideradas admisibles ante el tribunal, especialmente después de que McNeil testificara en un intento de explicar su propia historia, incluían la portada de un video que hizo en el personaje de una luchadora: “Killer Sally” sosteniendo la misma escopeta que luego usaría contra Ray.

En última instancia, como en muchos otros casos, la defensa legal de McNeil del llamado “síndrome de la mujer maltratada”, ahora entendido como un subconjunto del trastorno de estrés postraumático por violencia de pareja íntima, no funcionó. Cumplió casi 25 años de prisión.

Nota: infobae.com

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