Sumisión a Trump y China en ascenso: el fiasco mileísta

Economía22/10/2025
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Mario Draghi, el entonces presidente del Banco Central Europeo, pronunció la frase "haré lo que sea necesario" y "créanme, será suficiente", el 26 de julio de 2012, durante el momento más crítico de la crisis de la deuda soberana europea. El fantasma de la debacle no alcanzaba solo a Grecia, sino que se extendía a más países del Viejo Continente, como España, Portugal e Italia, entre otros. Sus palabras se dirigieron a preservar la moneda única, el euro, y fueron un punto de inflexión que calmó los mercados. 

Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, también pronunció las mismas palabras para frenar la corrida cambiaria que martiriza al gobierno de Milei. No tuvieron el mismo efecto que las de Draghi. La inestabilidad cambiaria y la incertidumbre económica y financiera siguen en elevados niveles de intensidad.

Este comportamiento del mercado local refleja dos aspectos fundamentales que conviene puntualizar para no caer en la confusión analítica sobre una evolución cambiaria desconcertante pese al respaldo reiterado de Estados Unidos: 

La tendencia a la dolarización del excedente en períodos preelectorales y, más aún, con una paridad atrasada y escasas reservas disponibles en el Banco Central, no puede ser alterada ni con la venta directa de dólares del Tesoro de Estados Unidos ni con la promesa de miles de millones de dólares vía swap de monedas con Estados Unidos o con un eventual préstamos de un grupo de bancos internacionales. 

El poder financiero, comercial y político de Estados Unidos sigue siendo muy importante, pero ya no es el todopoderoso que, con una simple señal, podía alterar el funcionamiento de la economía mundial y, en este caso particular, de la argentina. 

Milei confunde sumisión con pragmatismo

Estos factores resultan clave para indicar que el alineamiento del gobierno de Javier Milei con Estados Unidos no surge de una estrategia racional ni de un cálculo geopolítico inteligente. Es, más bien, el reflejo de una desesperación financiera que coloca a la Argentina en el rol de socio menor en una relación asimétrica. 

Milei confunde sumisión con pragmatismo: su gestión quedó subordinada a los tiempos y condiciones de un salvataje financiero que se diluye a medida que se debilita el poder de fuego del Tesoro de Estados Unidos.

Ese respaldo, que el gobierno presenta como “histórico”, se ha transformado en un mecanismo de condicionamiento político. La administración Trump exige a Milei reconstruir una alianza interna que le dé gobernabilidad después de las elecciones. La dependencia económica se traduce así en subordinación política. El apoyo estadounidense implica un costo estratégico porque, en el mediano y largo plazo, debilita la autonomía del país y lo ata a un bloque en retroceso.

El avance de China 

Una señal del retroceso relativo de Estados Unidos frente a China se observa en la guerra comercial precipitada por Trump. La economía estadounidense enfrenta un déficit fiscal persistente: según el Departamento del Tesoro, el ejercicio fiscal 2025 cerró con un rojo de 1,78 billones de dólares, apenas un 2% menos que el año anterior. La leve mejora se explica por los ingresos arancelarios récord que dejó la guerra comercial de Trump. 

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, celebró los 195.000 millones de dólares recaudados en aranceles y proyectó alcanzar hasta 500.000 millones anuales si se mantienen la política actual.

Pero detrás de esa aparente fortaleza se esconde una dinámica insostenible: el déficit sigue alto, los litigios judiciales cuestionan la legalidad de muchos de esos gravámenes y, sobre todo, Estados Unidos pierde terreno frente a China. 

La agencia financiera Bloomberg publicó el artículo “Las exportaciones chinas aumentan en septiembre y dan fuerza a Xi en la guerra comercial”, en el que se informa que las ventas al exterior de China crecieron 8,3% interanual en septiembre, alcanzando 328.600 millones de dólares, su mayor nivel mensual del año, según la Administración General de Aduanas. 

Lo más significativo es que, mientras las ventas a Estados Unidos cayeron 27,0%, China las compensó con aumentos del 14,8% hacia la Unión Europea, América Latina y el Sudeste Asiático, y del 56,0% hacia África. Las importaciones también sorprendieron con un alza del 7,4%, impulsadas por mayores compras a Japón, Corea del Sur, Países Bajos y Taiwán. Esto llevó el superávit comercial total a 90.500 millones de dólares, un 11,0% más que un año antes. Con Estados Unidos, el saldo positivo fue de 23.000 millones de dólares.

Lejos de debilitar a Pekín, los aranceles de Trump estimularon la diversificación comercial china,  ampliaron su influencia global, consolidaron su papel como proveedor estratégico y fortalecieron su posición negociadora frente a Washington.

Paul Krugman: la guerra que Estados Unidos ya perdió

Milei y el mundo liberal-libertario no saben o no entienden la actual dinámica de la economía mundial, pese a que es motivo de un potente debate de analistas, políticos y economistas.

Uno de ellos, el prestigioso premio Nobel Paul Krugman sintetizó el fracaso estructural de la política comercial de Trump con una frase que vale como diagnóstico: “Los chinos saben lo que hacen”. En una de sus últimas columnas, “Cómo Trump está haciendo grande a China. Por qué vamos a perder la guerra comercial y mucho más”, explicó que Trump reinstaló aranceles promedios en niveles de 1934 y, a la vez, destruyó la arquitectura del comercio internacional que sostenía el liderazgo estadounidense desde la posguerra. Rompió acuerdos multilaterales construidos a lo largo de 90 años, erosionó la confianza de sus aliados y convirtió la guerra comercial en una batalla de desgaste que Estados Unidos no puede ganar.

“Debería haber sido obvio desde el principio que si Estados Unidos entraba en una guerra comercial a gran escala con China, este último tendría la ventaja. Para empezar, en términos reales, China tiene la economía más grande”, afirmó Krugman. Agregó: “China puede soportar la guerra comercial; Estados Unidos no”. 

La razón es estructural: mientras Pekín puede sustituir la demanda externa con estímulos internos, Washington depende de insumos críticos provenientes de China, como las tierras raras esenciales para su industria tecnológica y militar. La vulnerabilidad está del lado estadounidense, no del asiático, advierte Krugman.

El resultado es que Estados Unidos, lejos de “hacer grande a América otra vez”, debilitó su poder real en la economía global.

La subordinación argentina a un bloque en retroceso

Mientras Milei se emociona hasta las lágrimas con una foto con Trump y celebra el apoyo de Bessent, el comercio exterior argentino se acerca cada vez más a China. El último informe de la consultora ABECEB reveló que, por primera vez en el año, China desplazó a Brasil como principal socio comercial de la Argentina. 

El último informe de la balanza comercial del Indec, de septiembre, destaca que las exportaciones a China aumentaron el extraordinario 201,7% interanual, impulsadas por embarques de soja. Al mismo tiempo, las importaciones desde China alcanzaron un récord histórico de 1816 millones de dólares, especialmente en bienes de consumo y vehículos eléctricos, con fuerte participación de marcas como BYD.

Estas cifras reflejan una tendencia estructural: mientras el gobierno de Milei se somete a las condiciones de Washington, el entramado productivo se integra al dinamismo asiático. China provee los bienes que consumen los sectores medios urbanos y las industrias locales. Es un vínculo económico que no depende de acuerdos ideológicos, sino de flujos reales del comercio internacional.

El contraste entre la política exterior y la realidad económica revela una contradicción central del mileísmo: el discurso liberal-libertario se sostiene sobre un diagnóstico equivocado de la nueva configuración del poder económico mundial. Estados Unidos ya no tiene la primacía comercial ni tecnológica que ostentaba, y su guerra arancelaria solo aceleró la influencia de China en otros bloques de naciones.

El alineamiento de Milei con Trump es, en los hechos, una apuesta de muy corto plazo, sin perspectiva estratégica ni proyección de desarrollo nacional de mediano y largo plazo. La subordinación política en la búsqueda desesperada de un rescate financiero del Tesoro de Estados Unidos y el discurso de sumisión geoestratégica conforman una política exterior que ignora las transformaciones estructurales del orden global.

Mientras Milei se entusiasma con el respaldo de Trump y Bessent, el mundo económico avanza en otra dirección. China, pese a los aranceles y las amenazas, aumenta su presencia comercial en todos los continentes. 

La historia local reciente demuestra que los experimentos de ajuste y subordinación a Estados Unidos, como los de Milei, ofrecen como saldo debacle socioeconómica, condicionamientos políticos y crisis de endeudamiento.

Por Alfredo Zaiat / El Destape

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