¡Ultraderecha, las pelotas!

Actualidad04/08/2025
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Disculpe, querido lector, la expresión con que titulé esta columna, pero no es porque me haya despertado levemente improperioso o contradictoriamente liber-otario esta mañana. No, no es eso: es que no puedo hacer menos que ser lo más fiel posible a mi estado de ánimo, que se torna querulante cada vez que oigo decir a modo de excusa, a fuer de lamento, a manera de justificativo de la propia ineptitud: “Lo que pasa es que la sociedad se ha vuelto de ultraderecha”.

Sin ser yo estadista (graciadió) ni investigratuito (ídem) ni sociopatólogo recibido (¡amén!), afirmo –con total ignorancia estadística pero con el derecho que me dan más de 60 años de vida, que incluyen más de 40 de humorista– que la afirmación es una vil patraña producida por aquelles que quieren que eso pase de verdad, y vendida a precio de joya verdadera a aquelles que necesitan una frase, consigna o expresión que justifique el estrepitoso fracaso de las ideas “poneleprogres” en captar el apoyo masivo, o por lo menos el suficiente para autopercibirse triunfantes.

Sé que esto es antipático, y que no es buen momento, que suena como si golpeara al caído, pero no es mi intención ni golpearlo ni que esté caíde. Pero sí es un llamado a la reflexión.

Se le reprochó al abuelo Sigmund F. que justo justo justo en tiempos del nazismo no haya tenido mejor idea que escribir y publicar “Moisés y la religión monoteísta”, donde se metía de lleno con los orígenes del judaísmo. Allí decía que, según su entender, Moisés no era hebreo, y mucho menos había viajado en canastita por el Nilo, sino que era un alto sacerdote de una religión egipcia monoteísta que perdió la interna con la otra (que tenía muchos más dioses que la defendieran), y entonces tuvo que rajar de Egipto, y ya que estaba se llevó a los pocos hebreos que andaban por ahí, que antes de seguir esclavos “eligieron creerle”.

No, no me siento Moisés, para eso ya lo tenemos al Autoritario Electo, y tampoco Freud, pero admiro la honestidad de don Sigmund, que se metió en terreno por demás pantanoso y dijo lo que tenía que decir, y en forma de pregunta, que a mi gusto es la mejor manera que existe de plantear algo.

Vengo un tanto vapuleado, ya lo sé. La semana pasada varios lectores, y amigos, me hicieron comentarios (siempre más que bienvenidos y valiosos) sobre mi/la necesidad de aclarar que “esto no es la dictadura”, y digo lo que ya les dije a ellos: “Si uno dice que ‘esto es como la dictadura’, dice entonces ‘la dictadura es como esto’, y así, entiendo yo, allana el camino a que pueda haber una dictadura en serio… Total..., si no va a cambiar nada...

Me parece importantísimo que, sobre todo quienes no la hayan vivido, sepan que, por malo que sea esto, la dictadura fue peor.

Y me siento casi “impulsado por un resorte” a decir: “Nooo, la gente no se volvió de ultraderecha”, por más que haya votado aquí y en el resto del mundo a gobiernos que se pintan de ese color.

Un ejemplo nacional: en los últimos 20 años, las elecciones nacionales las protagonizó un solo partido, mejor dicho, una facción de un solo partido: el kirchnerismo. La gran mayoría del país votaba al kirchnerismo, sea a favor, sea en contra. Podríamos decir que si hubiera un frente “kirchnerismo-antikirchnerismo”, habría ganado ampliamente todas y cada una de las veces. Todos los candidatos “no kirchneristas" que ganaron lo hicieron con la bandera del “antikirchnerismo”. De Narváez, Pino Solanas, Massa, Macri, Carrió, Vidal, Larreta, Esteban Bullrich, Milei (por nombrar algunes que ganaron del 2009 para acá), lo hicieron capitalizando respectivamente los votos “antikirch”, y los que ganaron del otro lado –obviamente CFK, pero también Alberto y de alguna manera Axel K. (con agregado de voto propio por su gestión)– ganaron con los votos "prokirch".

¿Entonces alguien me podría decir que, de 2009 para acá, la gente se volvió denarvaísta, solanista, cristinista, massista, macrista, albertista y luego mileísta? ¿Tanto cambio ideológico hubo en nuestro país en solo 16 años? Más que un sube y baja, parece una calesita manejada por Colapinto.

Lo que no creo para mi país tampoco lo creo para el resto del mundo. Lo que sí creo es que el campo nacional y popular falló en “incluir en serio”, en no dejar afuera a muchos en nombre de la inclusión de otros y, ahí sí, la ultraderecha y sus medios secuaces supieron proponerse como alternativa, basándose más en “nosotros no somos como ellos” que en “nosotros te resolvemos el problema”.

La gente cae entonces en la ultraderecha porque es la que se propone “representar a los excluidos”. Por supuesto que después no lo los representa, pero como excluye a mucha más gente aún, hay quienes se sienten “compensados”.

Para mí, la gente no “es” de ultraderecha, pero la elige (mal) ante el fracaso de la razón y el triunfo de la urgencia real o de la fogoneada.

Recomiendo ver la excelente serie italiana M, el hijo del siglo, sobre Mussolini, donde, en un gobierno liberal, las hordas fascistas hacían desastres, y cuando los socialistas “denunciaban en el Congreso” los desmanes y crímenes, Mussolini les daba la razón y decía: “Esta violencia es insoportable y el gobierno (liberal) no sabe cómo detenerla. Votanos a nosotros, que la detenemos”. Y obviamente él podía detenerla, porque él era quien la desataba.

De esos tiempos ya han pasado 100 años, y parece que “aprendimos poco”. 

Por Marcelo Rudaeff (Rudy) / P12

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