


Inteligencia Artificial: de cada 100 trabajadores, 22 deberán cambiar de empleo
Recursos Humanos28/05/2025




En los últimos meses, los despidos masivos en compañías como Microsoft, IBM, Dell, Meta, Salesforce, PwC, UPS y Morgan Stanley han puesto de relieve una realidad ineludible: la automatización y la inteligencia artificial están redefiniendo el trabajo tal como lo conocíamos.


Cuando Microsoft anunció la salida de 6 000 empleados —cerca del 3% de su plantilla— para "reducir capas de gestión" en Windows y Office, muchos lo interpretaron como un ajuste táctico. Sin embargo, al sumarlo a los 9 000 puestos suprimidos por IBM en Estados Unidos, los 12 500 recortes en la división de ventas de Dell, los 3 600 despidos de Meta o los 12 000 cargos de gestión eliminados por UPS, resulta claro que no se trata de sucesos aislados, sino de un patrón consistente en empresas que abrazan la IA para optimizar procesos y reducir costos operativos.
Esta oleada de recortes no solo afecta a ingenieros o desarrolladores de software, sino también a roles administrativos y de soporte: contadores, auxiliares, operadores logísticos y mandos intermedios ven cómo sus tareas tradicionales son absorbidas por algoritmos de planificación, sistemas de análisis de datos y plataformas de automatización de extremo a extremo.
Empresas que despiden y contratan a la vez
En el caso de Salesforce, por ejemplo, la empresa sacrificó 1 000 puestos —casi el 1,5% de su fuerza global— al mismo tiempo que abría 2 000 vacantes para expertos en IA, un movimiento que ilustra la paradoja de un mercado que, al mismo tiempo que expulsa mano de obra, demanda habilidades cada vez más especializadas.
Para entender la dimensión global de este cambio es imprescindible mirar al informe "Future of Jobs 2025" del Foro Económico Mundial. Allí se estima que, para 2030, coexistirán la destrucción de 92 millones de empleos y la creación de 170 millones de nuevos puestos, derivando en un "churn" estructural de aproximadamente el 22% de los 1 200 millones de empleos formales analizados, y un aumento neto de 78 millones de trabajos.
Esto significa que, en un entorno de 100 puestos de trabajo, 22 cambiarán de ocupación o sector impulsados por la tecnología, mientras que los restantes 78 conservarán sus funciones actuales.
Quiénes ganan y quiénes pierden con IA
Esa vibrante dinámica revela ganadores y perdedores de esta transición. Por un lado, crecen con fuerza áreas como la ciencia de datos, la ciberseguridad, el desarrollo de aplicaciones de IA, las energías renovables y las finanzas tecnológicas; por otro, están en retroceso oficios administrativos, tareas de rutina en la logística tradicional, y puestos de venta puerta a puerta.
La conclusión del WEF es contundente: de cada 100 trabajadores, 59 necesitarán alguna formación adicional antes de 2030 para mantenerse relevantes.
El desafío para quienes pierden sus empleos no es menor. Algunos solo encuentran nuevas oportunidades en oficios manuales o en la economía informal —servicios de reparto, plataformas de trabajo por encargo— donde la flexibilidad convive con la precariedad.
Otros, con acceso a programas de upskilling, consiguen reubicarse en áreas tecnológicas o de análisis. El informe indica que, de aquellos que requieren formación, 29 podrán capacitarse en su puesto actual, 19 transitarán hacia funciones diferentes dentro de la misma organización, pero 11 quedarán en riesgo por falta de programas adecuados de reconversión.
Futuro de la brecha entre universidad y empresa
Esta realidad reviste particular gravedad para los recién graduados universitarios. Mientras las facultades siguen produciendo ingenieros, economistas, abogados y administradores, la demanda real del mercado se desplaza hacia perfiles híbridos que combinan conocimientos técnicos con competencias socioemocionales como la adaptabilidad o la gestión de proyectos ágiles.
En muchos casos, los egresados enfrentan la paradoja de una oferta educativa desfasada respecto al ritmo de la innovación empresarial, lo cual favorece la aparición de brechas de empleabilidad y el encadenamiento de contratos temporales o de prácticas sin horizonte claro.
Frente a este escenario, la alianza entre universidades y empresas se vuelve imperativa. Incorporar en las carreras materias como programación, ética de la IA, análisis de datos y habilidades blandas ya no es una recomendación: es una exigencia para que los graduados no lleguen al mercado laboral con un título cuya relevancia práctica se haya desvanecido.
Además, el modelo de formación dual, donde el estudiante alterna clases teóricas con prácticas en entornos corporativos, podría acortar la brecha entre lo aprendido y lo demandado por las organizaciones.
Eduardo Laens, Docente Secundario, Universitario y CEO de Varegos
Desde la perspectiva de las políticas públicas, los gobiernos tienen en sus manos palancas fundamentales: incentivar la formación continua mediante bonificaciones fiscales, subvenciones para la reconversión sectorial y redes de protección social que mitiguen el impacto de la transición.
Sin medidas que aseguren el acceso equitativo a la capacitación y un colchón económico para quienes quedan fuera del mercado formal, la adopción de la IA corre el riesgo de exacerbar la desigualdad y generar una fragmentación social sin precedentes.
Desde mi perspectiva, la adopción de la IA no puede limitarse al despliegue tecnológico; debe concebirse como un proyecto de gestión del cambio que preserve la cohesión interna y valore el capital humano. Diseñar planes de upskilling personalizados, anticipar las necesidades de nuevos perfiles y establecer rutas de carrera alternativas son pasos esenciales para convertir la disrupción en una ventaja competitiva sostenible.
La automatización y la IA han vuelto inevitable una pregunta que pone a prueba nuestro contrato social: ¿cómo acompañamos a quienes pierden empleos tradicionales sin descuidar la excelencia operativa y la innovación?
Si logramos diseñar sistemas de aprendizaje continuo y políticas laborales inclusivas, la misma tecnología que desplaza tareas podrá impulsar un mercado más dinámico, creativo y resiliente; de lo contrario, el churn proyectado del 22% podría traducirse en una ola de desempleo estructural y precariedad. En ese equilibrio delicado, reside el verdadero desafío de nuestro tiempo: hacer que el progreso tecnológico rinda frutos para todos.
Nota:iprofesional.com







