Acerca de los zoológicos humanos del Siglo 19





Son muchas las noticias desoladoras. La Patagonia y una buena parte de la Mesopotamia correntina en llamas, y falta poco para que se incendie Córdoba, una vez más. E incluso por las altas temperaturas crecen temores de fuegos en el Chaco, Formosa y Misiones, y en la antigua "cuña boscosa" del norte santafesino, hoy desaparecida.
Y de hecho en todas las ciudadanías hay inquietudes al comprobar la evidente desidia de las autoridades nacionales, cuya incompetencia en esta materia es absoluta y quizás hasta criminal. Razones por las cuales muchos ciudadanos empiezan a sentir y expresar que malditos sean quienes los votaron y todavía hoy disculpan al régimen dizque "libertario". Que vive en otra realidad y corrompe –imposible otro vocablo– a medio Congreso Nacional y aún más.
Si faltaba una fruta podrida para echar a perder nuestro presente eran estos incendios, que están arrasando la Patagonia y otros territorios que parece que no les interesan a Milei y sus lameculos más que para sus negociados. Y entonces, y como si existiera nomás, la Justicia Divina parece poner en claro que quienes entregan la Patagonia a ingleses, norteamericanos y árabes millonetas y a cuantos cuadre, no se la van a llevar de arriba. Como se verá, sin dudas, más temprano que tarde.
Tantos robos y corrupciones bestiales como la de este régimen, y tantas ferocidades destructoras desde La Quiaca hasta Ushuaia, o sea de Norte a Sur pero también de Este a Oeste ya están dejando chiquitas a las corruptelas peronistas, radicales y kirchneristas, que también las hubo y estúpidos quienes las niegan porque así jamás se recuperará la política.
Lo cierto es que hay en el escenario político un exceso de "autodescastados" que roban y desguazan a la República con el idiota beneplácito de mileistas originales y conversos idiotizados por necedad o ignorancia. Así funcionan como una suerte de restauradores coloniales, para quienes todo incendio es lo que sigue a una entrega de la tierra antes robada. Lo que a su vez habilita a entender –dígase como hipótesis– el estupendo rescate que hizo al final de la semana pasada el siempre elogiable diputado provincial santafesino Carlos del Frade, acerca de verdaderos Zoológicos humanos que fueron muy populares en el siglo 19.
Hubo una organización llamada "Sociedad Imperial Zoológica de Aclimatación" reproducida en Estados Unidos y Europa y también en la Argentina. Se trataba de miles de secuestrados en la Patagonia, África y Asia para exponerlos, violarlos, venderlos e incluso desguazar sus cuerpos con obvias crueldad y cinismo. Fue así, desde los confines del planeta, como se inició la etapa del capitalismo que hoy se llama "imperialismo".
Un buscador de oro llamado Julius Popper aconsejaba secuestrar tehuelches y fueguinos con métodos que luego se repetirían en estos saqueados arrabales del mundo. Tituló sus sugerencias como “Consejos para cazar fueguinos” y sostenía que “en este momento mandaréis levar el ancla y os haréis a la vela, los indios protestarán seguramente pero algunos garrotazos de un lado, alguna paliza del otro y eventualmente una cadena o soga concluirán por apaciguar vuestros especímenes antropológicos”.
Pero los explotadores que manejaban estos zoos humanos de la segunda mitad del siglo diecinueve y primera parte del veinte, no podían dejar de asombrarse por el amor profundo por las niñas y los niños de estos pueblos originarios a pesar de semejante maltrato y a miles de kilómetros de sus lugares de nacimiento y crecimiento. Y hubo incluso grupos expuestos en Palermo, en pleno Buenos Aires.
Del Frade cita un caso emblemático: "–Muero como he vivido, no me manda ningún cacique– dijo un tehuelche antes de ser lanceado. Lo que fue una verdadera y magnífica declaración de identidad, individual y colectiva".
El apunte, subraya, "está en el prólogo de un libro indispensable para estos tiempos de crueldad democratizada. Su autora es Norma Sosa, profesora de historia, quien ya publicó, entre otras obras, "Mujeres indígenas de la Pampa y la Patagonia; y Cazadores de plumas en la Patagonia". Libros ambos en los que con estilo austero pero incontestable despliega fuentes, datos y fotografías que generan una concepción profunda de la explotación humana que era corriente entonces en los países más poderosos del mundo, donde organizaban el racismo como forma justificatoria ante los pueblos de sus propias naciones, que se pretendían superiores.
No fueron pocas las experiencias de este tipo, con la que el mundo dizque "civilizado" procuró apropiarse del confín austral americano, para ellos una tierra vacía. En esencia un negocio, o un espectáculo, con pretensión científica y efectismo político.
Los zoológicos humanos existieron por lo menos desde y durante la segunda mitad del siglo 19 y hubo reconstrucciones en los jardines zoológicos europeos y otras instalaciones de distracción pública. Allí los pueblos extraeuropeos, expuestos en lucrativas giras, fueron al mismo tiempo útiles objetos de investigación supuestamente científica de tipos étnicos, como establece Norma Sosa en su libro “Tehuelches y fueguinos en zoológicos humanos”, publicado en 2020.
Por esos mismos rumbos textuales transitó la reconocida escritora Sylvia Iparraguirre con su libro "La Tierra del Fuego", publicado por Alfaguara hace unos 20 años. Allí recupera que en 1830 se llevó a cabo un extraño experimento que pretendió unir dos mundos diversos, en tiempo y en espacio. Jemmy Button, nombre inglés aplicado a un miembro de la comunidad yámana del Cabo de Hornos, fue llevado a Londres junto con otros miembros de la misma etnia, con el fin de asimilarlos a la cultura británica.
Según expone Iparraguirre, el contacto entre este "buen salvaje" y una ciudad en la cima del progreso puso en evidencia el fracaso de la empresa, que culminó años después en un insólito juicio en las islas Malvinas. La Tierra del Fuego exige una lectura revisionista a la vez que reflexiva porque el rigor histórico no cede ante la fascinación novelesca.
En 1854 se había fundado en Francia la mencionada "Sociedad Zoológica de Aclimatación", que pronto pasó a llamarse “Sociedad Imperial Zoológica de Aclimatación” y que cuatro años después contaba con 3.000 contribuyentes que pagaban cuotas anuales de 25 francos. Luego replicada en Estados Unidos y otros países de Europa, en ellos recalarían cientos de personas secuestradas en diferentes lugares del planeta con el fin de supuestamente "analizarlos", pero a quienes en realidad se abusaba sexualmente para luego vender sus cuerpos o lo que quedara de ellos.
También por entonces, el espectáculo que montaba el famoso Buffalo Bill llegó a recaudar 40 mil dólares por semana, al mismo tiempo que nadie se preguntaba por las condiciones de vida de la gente que era exhibida. Algunos misioneros, incluso, justificaban el secuestro y explotación de personas con argumentos tales como "arrancar a las niñas de las uñas del diablo” mientras otros sostenían que tehuelches y fueguinos eran "maltratados bajo consentimiento propio".
El famoso jurista, político, periodista, historiador, legislador y novelista argentino, Estanislao Zeballos, llegó a escribir que “la barbarie está maldita y no quedarán en el desierto ni los despojos de sus muertos”.
El libro de Norma Sosa es imprescindible para mostrar el tamaño de la hipocresía del "sistema" a la hora de perseguir, capturar, explotar y exterminar gente que "molesta". También es notable cuando descubre en aquellas anotaciones supuestamente científicas, la sorpresa de los europeos sobre el amor y el trato cuidadoso y tierno que los pueblos originarios mostraban para con sus hijas e hijos.
Hoy en la Argentina en desguace por decisión de un presidente cipayo y sus seguidores ciegos, hay sujetos en el poder político que recuerdan a los zoológicos humanos. Versión siglo 22, claro está, pero igualmente mentirosos, canallas y soberbios.
Por Mempo Giardinelli / P12